Llega otro 8M y se vuelven a repetir consignas, reivindicaciones y nuevas evaluaciones sobre todo lo que aún falta para lograr cierta paridad de género en distintos ámbitos de la vida ciudadana. En su discurso, el propio presidente Yamandú Orsi reconoció que, para que una democracia sea plena, todos los ciudadanos deben estar representados de forma significativa, deben tener la posibilidad de participar y defender sus derechos, representar sus intereses y poner sus causas sobre la mesa, porque esa es la verdadera forma de que las voces sean escuchadas y los problemas de cada grupo sean tenidos en cuenta.
Se ha avanzado mucho, es cierto, pero estamos lejos aún de que las mujeres alcancen la paridad en el ámbito político, laboral e incluso doméstico. Mal que nos pese, menos de un tercio de las parlamentarias son mujeres; en un gabinete más paritario que los anteriores las mujeres no son la mitad; y lo mismo sucede en la dirección de empresas públicas y privadas. El techo de cristal sigue existiendo y sigue habiendo hombres que “ayudan” en su casa como si las tareas del hogar y los cuidados no fueran responsabilidad pareja de todos los adultos (más allá del género).
En estudios que hemos hecho todos estos años desde Cifra seguimos constatando desigualdades que pueden parecer inocuas, pero condicionan la vida de quienes las padecen. Las mujeres caminan con miedo por la calle, con más miedo que los hombres. Al temor a ser asaltadas y robadas —que padecen también muchos hombres—, se suma el temor a ser abusadas sexualmente, manoseadas, asediadas o agredidas con ordinarieces o comentarios estúpidos (cuando vamos a estudiar, trabajar, hacer los mandados, al médico, a llevar a nuestros hijos a la escuela, etc.). Muchas mujeres sienten temor al viajar en transporte público porque han sufrido situaciones de acoso (incluyendo el contacto físico) o simplemente miradas de arriba a abajo con expresiones que dan miedo, desnudan, o las hacen sentir sucias.
Nos ha tomado mucho tiempo, incluso a las propias mujeres, poder hablar de esto abiertamente. Pero las situaciones incómodas o el acoso más explícito se sufren en todos los ámbitos: en el barrio, en el trabajo, en el hogar, en los lugares de estudio, en los de esparcimiento. No es justo vivir así, pero es aún menos justo que la sociedad ignore una realidad que nos afecta a todos, directa o indirectamente. Es una realidad que los hombres deberían sentir como suyas porque son padres, hijos, hermanos, esposos, parejas, amigos o compañeros de trabajo de estas mujeres.
Es cierto que hemos avanzado. Al menos lo podemos hablar y condenar, algo que hace la mayoría de las personas, aunque no todos, porque para algunos no existe y para otros “es natural” que los hombres actúen así.
Pero aún estamos lejos de sentirnos igual de libres e igual de seguros, y eso no es justo. No somos iguales hombres y mujeres. Me adscribo al grupo que valora las diferencias de género porque nos complementan, pensamos distinto, nuestros cuerpos funcionan distinto, tenemos órganos distintos, pero deberíamos tener los mismos derechos. Y uno de los más básicos es el derecho a no ser violentadas.
También entiendo que la visibilización de estas situaciones a veces hace que muchos hombres se sientan agredidos, incluidos “en la bolsa” de déspotas, brutos, maltratadores. Es cierto que pocos lo son, pero el silencio, la ignorancia o el simple hecho de no detenerse a pensar y reconocer estos problemas, de alguna manera los hace cómplices de la minoría culpable. No se soluciona lo que no se asume como problema, no es fácil eliminar conductas desviadas que se toleraron durante siglos. Se requiere el esfuerzo de toda la sociedad para cambiar formas muy arraigadas de maltratar al “sexo débil”.
La mayoría de los cambios traen dolores, esfuerzos, excesos para un lado u otro mientras se llega a los equilibrios y se logran ajustes. Y estamos en tiempos de cambio, lo que nos hace ver y padecer algunos de estos dolores. Muchas mujeres percibimos y lamentamos que algunos hombres se sientan acusados por el mero hecho de pertenecer a un género, pero también entendemos que se trata de un proceso complejo, que viene de muchas desigualdades de origen y que conlleva también aprendizajes.
Hoy, por suerte, la mayoría de los uruguayos reconoce las dificultades que tienen las mujeres en distintos ámbitos de su vida y eso es un avance que debemos celebrar.
Celebremos los avances, pero todavía queda camino por recorrer. En una de las (pocas) democracias plenas del mundo, nos falta lograr incluir a las mujeres a la par de los hombres.
Acerca de los comentarios
Hemos reformulado nuestra manera de mostrar comentarios, agregando tecnología de forma de que cada lector pueda decidir qué comentarios se le mostrarán en base a la valoración que tengan estos por parte de la comunidad. AMPLIAREsto es para poder mejorar el intercambio entre los usuarios y que sea un lugar que respete las normas de convivencia.
A su vez, habilitamos la casilla reportarcomentario@montevideo.com.uy, para que los lectores puedan reportar comentarios que consideren fuera de lugar y que rompan las normas de convivencia.
Si querés leerlo hacé clic aquí[+]
"" LA CASA BLANCA ""
Felicidades ATENTOS AL NORTE