Joseph Göbbels, aquel siniestro personaje que fue la mano derecha de Hitler y ministro del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda, reunió en 11 puntos la estrategia propagandística del régimen nazi y su ideología; base y eje, también, que toman total o parcialmente, las agencias de publicidad desde aquellos tiempos hasta ahora. Al repasarlos podemos comprobar cómo la propaganda política usa y abusa de estos principios elaborados por quien quiso ser escritor y terminó siendo autor de las arengas antisemitas más exacerbadas y responsable de la muerte de millones de inocentes por el simple hecho de no ser arios.
Por razones de espacio, voy a reproducir parcialmente los principios de Göbbels, pero sin quitar lo esencial:
1.- Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único símbolo; individualizar al adversario en un único enemigo.
2.- Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
3.- Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.
4.- Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
5.- Principio de la vulgarización. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida (…). La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
6.- Principio de orquestación. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas (…): Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad.
7.- Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa (…).
8.- Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.
9.- Principio de la silenciación. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario (…).
10.- Principio de la transfusión. Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
11.- Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.
En el punto 6 se encuentra la frase que se ha hecho famosa, a saber: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.
Sin embargo, en nuestro país, por más que se intentó aplicar este principio con respecto a los compatriotas detenidos desaparecidos en los tiempos de terrorismo de Estado, la mentira no tuvo éxito; por el contrario, la verdad surgió de la tierra excavada como una evidencia rotunda y reveladora porque, por un lado, los hechos muestran que la lucha constante de los familiares no fue —ni es— en vano; y, por otro lado, que la barbarie expresada por los autores de la tortura, del asesinato y de la desaparición forzada de sus víctimas creyendo que los enterramientos, la mentira y el silencio, podían ocultar los hechos, no solo fracasó sino que perpetúa los crímenes y compromete a sus cómplices.
Aquella mentira tantas veces repetida que decía “en Uruguay no hay desaparecidos” retumba cada vez que se halla un cuerpo, un resto de hombre o de mujer que cometieron el delito de pensar distinto. Y al quedar al desnudo el infundio de sus autores, quienes se esconden en un silencio ominoso y cobarde, solo queda la lucha por la verdad y el trabajo tenaz del Grupo de Investigación en Antropología Forense.
A Joseph Göbbels no se le ocurrió el silencio como apéndice de la mentira reiterada, pero a los responsables de los desaparecidos sí. Aquél daba por descontado que el engaño daría réditos; los autores de estos delitos aberrantes, por el contrario, previeron la omertá por si fallaba el embuste previo y los mensajes falsos. Pero, aunque todavía se escondan, hace años que están al descubierto: cada hallazgo de restos en dependencias militares los expone y los condena.
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