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Contenido creado por Paula Barquet
El dedo en la llaga
Foto: Gastón Britos / FocoUy
OPINIÓN | El dedo en la llaga

La difusión de chats reservados pone en tela de juicio los límites del periodismo

Se trata de un mecanismo que se ha vuelto habitual en el país, aunque no lo fue durante los gobiernos del Frente Amplio.

Por Álvaro Giz

14.06.2024 13:12

Lectura: 4'

2024-06-14T13:12:00-03:00
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En los últimos tiempos se ha hecho costumbre que en Uruguay se conozcan conversaciones privadas contenidas en teléfonos de personas que son objeto de investigaciones judiciales. 

Nunca antes el país había presenciado esta catarata de filtraciones que tienen su origen en dependencias de la Fiscalía General de la Nación.

Casualmente todas las filtraciones han ido en una misma dirección, esto es, han tenido como foco al gobierno o a alguna de sus principales figuras, con lo que podría terminarse afectando la suerte electoral de los candidatos presidenciales de los partidos que integran la coalición gobernante.

¿Cómo ha sucedido esto? Pues bien, hay quienes se han encargado de llevar adelante esta estrategia de forma sistemática y fríamente calculada.

Es un hecho público y notorio que en numerosas ocasiones las filtraciones fueron divulgadas por un periodista a quien el exfiscal de Corte contrató en la Fiscalía, y que hoy trabaja para el Frente Amplio (en especial para el precandidato Yamandú Orsi) desde su cuenta de la red X y desde otra que maneja a través de terceros.

Por estos días, el precandidato presidencial oficialista, Álvaro Delgado, expresó su preocupación por lo que está sucediendo y advirtió que las filtraciones que han aparecido le generan “suspicacias”.

“Lamentablemente Uruguay entró en esto. Es un tema que está en la Justicia hace un año y medio y 20 días antes de las elecciones aparecen algunas cosas que ni siquiera sé si son ciertas”, dijo. Y agregó: “Lo importante es que la Justicia trabaje tranquila”.

Lo cierto es que el panorama que hoy se aprecia es bien diferente al que se vivió durante los 15 años de gobierno del Frente Amplio, ya que en aquellas épocas las actuaciones de la Fiscalía que siempre deberían mantenerse en reserva para garantía de todas las partes, no surgían a borbotones como hoy, cuando selectivamente se divulga, una semana sí y la otra también, algo que alguien dijo frente a un fiscal o a través de su teléfono personal.

¿Qué filtraciones existieron sobre quién o quiénes permitieron durante el gobierno pasado que se reunieran en Cárcel Central dos de los narcos más peligrosos que pasaron por nuestro país? ¿Y de la fuga de uno de ellos, por una finca lindera a ese recinto penitenciario? ¿Alguien divulgó las conversaciones privadas de los jerarcas de la época?

Nunca se conocieron los chats desde los cuales se pergeñó la subasta trucha de Pluna ni los pormenores de los múltiples casos de corrupción que se produjeron en los gobiernos del Frente Amplio.

Más cerca en el tiempo, tampoco se filtraron chats sobre qué hizo el sociólogo Gustavo Leal quien después convenientemente desapareció de los ámbitos públicos, yendo a visitar a los padres del exjefe de la custodia presidencial, Alejandro Astesiano.

Estas situaciones nunca preocuparon tanto a algunos periodistas que hoy están tan inquietos por conocer, hasta el más mínimo detalle, los chats que involucran a personalidades del gobierno.

Tras la reinstalación de la democracia en Uruguay, el Parlamento creó una comisión para desarrollar una investigación secreta sobre los asesinatos en Buenos Aires de los exlegisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.

Cuando la comisión ya llevaba un tiempo de funcionamiento, un operador político ofreció a Búsqueda las actas secretas de la comisión para difundirlas, pero el entonces director del semanario, Danilo Arbilla, desistió de hacerlo, sabedor que su publicación abortaría el trabajo de los legisladores, ya que desalentaría a quienes estuvieran dispuestos a dar su testimonio sin que se conociera su identidad.

Otro medio, en cambio, optó por difundir aquellas actas. El resultado fue que la comisión perdió legitimidad porque ya no tuvo una de sus principales armas: la reserva.

Es evidente que los tiempos han cambiado y que los teléfonos celulares modificaron drásticamente el mundo de las comunicaciones interpersonales.

Pero el trabajo periodístico tiene un límite muy claro: cuando es usado con fines políticos, para beneficiar a algunos y perjudicar a otros, no es periodismo. Porque cuando la militancia entra por la puerta, el periodismo sale por la ventana.

Por Álvaro Giz