La innovación impulsa transformaciones que algunos ven como “el progreso hacia un mundo mejor” y otros ven como “el enemigo de nuestras costumbres y modo de vida”. Más allá de las visiones apocalípticas y los llamados a abandonar el crecimiento, la innovación sigue ganando la batalla global y la velocidad de los cambios se mantiene o incluso aumenta.
Estas dos visiones son irreconciliables y forman parte del debate de ideas global.
Una versión local de la discusión aparece cuando se consideran problemas concretos. Muchos problemas están diagnosticados y sobrediagnosticados, pero a la hora de tomar decisiones y elegir alguno de los caminos disponibles en nuestro país se prefiere emular a nuestra geografía e intentar seguir un camino “suavemente ondulado”.
En un mundo donde las ideas disruptivas son la clave para avanzar, el deseo de llegar a acuerdos unánimes puede ser un freno a la resolución de problemas y al desarrollo. Esta tensión entre innovar y consensuar es un dilema que Uruguay, al igual que muchos otros países, debe enfrentar en su camino hacia el futuro.
El consenso: ¿protección o barrera?
El consenso, en teoría, es la herramienta que asegura que las decisiones sean inclusivas y que las nuevas ideas cuenten con un amplio respaldo. Sin embargo, en la práctica, este proceso puede convertirse en un pesado lastre para la innovación. Cada vez que surge una idea disruptiva se enfrenta a un largo proceso de discusión, adaptación y compromiso, lo que puede diluir su impacto original o, peor aún, frenarla por completo.
En el caso de la tecnología hemos visto obstáculos a la digitalización surgidos de la voluntad de alinear a todos los intereses. Si bien la discusión ha comenzado, los temas de la regulación y la adopción de la inteligencia artificial (IA) están pendientes.
Los procesos regulatorios, diseñados para proteger a la sociedad, a menudo se convierten en una trampa para la innovación. La búsqueda de un consenso amplio en torno a estas tecnologías puede resultar en regulaciones que, en lugar de impulsar, terminen limitando su desarrollo y aplicación.
Innovación: la necesidad de la disrupción
La innovación requiere libertad, rapidez y, en muchos casos, la capacidad de desafiar el statu quo. Las empresas tecnológicas uruguayas, que están comenzando a jugar en ligas globales, saben que el tiempo es un recurso crucial. La velocidad con la que una idea puede pasar del laboratorio al mercado es muchas veces la diferencia entre el éxito y el fracaso. Los investigadores que están recorriendo el camino del patentamiento en un marco de competencia global también lo saben.
Un entorno donde cada paso innovador o cada inversión deba ser validado y aprobado por múltiples actores conlleva un rito lento de avance. La innovación destinada al mercado puede ser enlentecida o eliminada por la regulación. Pero la innovación institucional es aún más complicada.
En Uruguay somos especialistas en crear nuevas instituciones (usualmente agencias), sin eliminar área de la vieja institucionalidad (usualmente reparticiones de ministerios). Muchas veces los cometidos de las nuevas instituciones se superponen con las anteriores, creando áreas indefinidas y conflictos absurdos.
La institucionalidad del sector de la ciencia, la tecnología y la innovación está en discusión. Será un tema importante del próximo gobierno. Existe consenso en que se deben destinar más recursos, pero ese consenso no es suficiente: los recursos seguirán siendo escasos y será necesario gestionarlos de acuerdo con prioridades definidas y de la forma más eficiente posible. Para ello es necesario cambiar el marco institucional.
Sea cual sea el camino que se tome, es imprescindible un reordenamiento institucional, eliminar los solapamientos y las duplicaciones de responsabilidades. Es imprescindible revisar totalmente el conjunto de instituciones que tienen o se atribuyen responsabilidades en las áreas de la ciencia, la tecnología y la innovación. Crear un sistema de responsabilidades claras dejando de lado la inercia. En esta tarea no hay y probablemente no llegue a haber consenso. Es necesario el liderazgo.
El conflicto inevitable
El conflicto entre innovación y consenso no es exclusivo de Uruguay, pero aquí a veces resulta paralizante. Un enfoque que prioriza la inclusión y el debate amplio es necesariamente lento. En un mundo donde las oportunidades se ganan o pierden en cuestión de meses, esta cautela es costosa y paralizante.
La frustración es palpable. Llevamos años de diagnósticos, sin duda con muchas acciones positivas, pero tenemos un sistema complejo que debe ser actualizado, ordenado y jerarquizado.
¿Qué camino tomar?
Este conflicto entre innovación institucional y consenso plantea una pregunta crucial: ¿qué es más importante para el desarrollo del país? ¿Llevar adelante un reordenamiento institucional profundo en el corto plazo, o seguir buscando la solidez probablemente inalcanzable del consenso?
Hace años que “la vamos llevando”, tratando de eludir reformas profundas, sin el liderazgo necesario para llevar adelante las transformaciones necesarias.
La búsqueda de consensos como un valor por encima de todo es un obstáculo que lleva a la inacción y al retraso. En un mundo donde el ritmo de cambio es vertiginoso, Uruguay necesita reconocer que no siempre será posible obtener el acuerdo de todos antes de avanzar. Reformar el marco institucional de la ciencia, la tecnología y la innovación requiere tomar decisiones difíciles, asumir riesgos y aceptar que el conflicto es parte del proceso.
Para mantenerse competitivo, el país debe aprender a avanzar, incluso cuando no logremos alcanzar el consenso.
Por Fernando Brum
fbrum34
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