A tres semanas de las elecciones nacionales las encuestas muestran mucha paridad entre los dos bloques que disputarán el gobierno. El partido mayoritario puede (o no) alcanzar la mayoría parlamentaria y, con menos probabilidad, incluso ganar en primera vuelta.
Hay distintos escenarios posibles porque hoy el 13% de los electores no expresan ninguna preferencia por los partidos ni los candidatos. Este grupo, el de los indecisos, es el que terminará inclinando la balanza para que se concrete alguno de esos escenarios posibles. Por eso hoy todos quieren saber cómo son estos indecisos, dónde están y qué les preocupa.
Los candidatos y las campañas salen a buscarlos a la calle, a las redes, a los medios de comunicación más tradicionales, porque se trata de un público diverso y difícil de captar.
La mayoría de ellos manifiesta poco interés en la política y no se siente cercano a ningún partido, no sigue las noticias políticas ni a los políticos en las redes. De hecho, la mitad de ellos no ha escuchado ninguna propuesta de los candidatos, y este desconocimiento es bastante mayor que entre aquellos que ya han decidido su voto.
Pero a pesar de esta distancia con la información política más específica, sus opiniones respecto a cómo está el país y sus preocupaciones se parecen bastante al del conjunto de los uruguayos.
En términos ideológicos, la gran mayoría no se considera ni de izquierda ni de derecha, sino que se ubica en el centro, mientras que los frenteamplistas tienden a ubicarse en la centro-izquierda y los de la Coalición en la centro-derecha. Hoy tienen un perfil menos joven de lo que tenían los indecisos en el pasado, tienen menos educación formal que los ya decididos, menos ingresos y muchos residen en la periferia de Montevideo y en el interior del país.
Pero hay otro grupo importante del que se habla bastante menos, y es aquel grupo de ciudadanos que tiene pensado votar a un partido o a un candidato, pero cree que podría llegar a cambiar de opinión de aquí al domingo 27 de octubre. Porque además del 13% de votantes que aún no tiene ninguna preferencia, hay otro 30% de votantes que sí tienen un partido o candidato que prefieren, pero no están seguros de que terminarán votándolo el día de la elección.
En estas semanas, entonces, los candidatos no sólo deben captar nuevos votantes, sino que también deben evitar que los votos ‘más débiles’ que ya conquistaron se vayan con otro candidato.
Estos votantes “débiles” representan un desafío más grande para el Frente Amplio que para la Coalición, ya que quienes prefieren a un candidato de la Coalición pueden optar a último momento tanto por el Frente como por otro partido de la Coalición. Si deciden “quedarse en la Coalición”, la Coalición como bloque no pierde votos. En cambio, si un votante débil del Frente se cambia, es un voto que pierde el bloque.
Los indecisos y los votantes débiles tienen algunas características en común, pero no son idénticos, y requieren de estrategias diferentes. Retener a los votantes débiles implica no arriesgar mucho con propuestas y discursos diferentes (porque ya se sintieron atraídos por lo que oyeron o conocen), pero sí mostrar firmeza, capacidad de liderazgo, visión clara de futuro, don de mando. A los votantes débiles se los tienen que convencer de que podrán llevar adelante aquello que prometen o proponen y que podrán alinear a su partido o a sus socios en esa línea.
A los indecisos hay que atraerlos transmitiendo esperanza de mejora, de estabilidad, de progreso (personal, para su familia), de crecimiento. Aunque no están atentos a lo que se habla en la escena política, saben que tienen que elegir, y elegirán a quien crean que mejorará su vida personal. No están interesados en entender propuestas detalladas sino en elegir al líder “menos malo”.
En estas semanas todos los partidos buscarán crecer y captar indecisos. Esto debería llevarlos a mostrar que sus líderes están cerca de la gente y comparten sus preocupaciones. Pero también deberían tratar de retener los votos ya captados y de “robarles” el voto débil a sus adversarios (o socios). Y aquí también importará el liderazgo que se logre demostrar, la firmeza y el don de mando que convenza a los que tienen algunas dudas de que efectivamente el candidato tendrá la fuerza para cumplir lo que promete.
Lo cierto es que los pequeños movimientos de ambos grupos serán definitorios de aquí hasta el día mismo de la elección. Políticos y encuestadoras estaremos pendientes de ellos.
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