Advierto al lector que en el siguiente texto relacionaré dos hechos independientes entre sí, pero sucede que los acontecimientos se dan de tal suerte que la tentación llama a la puerta.
Primer hecho: días atrás me invitaron a dar una charla para gente que está participando de un curso formativo para futuros “líderes locales con visión global”. Eran 78 hombres y mujeres —de todos los partidos políticos y de todos los departamentos de nuestro país— que escucharon mi oratoria durante una hora. La misma se trató sobre los consejos que le dio don Quijote a Sancho Panza cuando, al fin, logró ser gobernador de la ínsula de Barataria (la característica de que la “ínsula” sea en tierra firme y lleve un nombre tan singular no son más que detalles secundarios de una gigantesca broma cervantina con personajes de origen noble y algo esnobs).
Los consejos del caballero de la Triste Figura son, básicamente, de carácter moral; también los hay sobre cómo proceder al administrar justicia e, incluso, cómo comportarse en sociedad a la hora de yantar. En total no pasan de ser ocho o nueve máximas. Sin embargo, por su esencia, tendrían que estar a la vista de cada político, de cada empresario y, sobre todo, delante de los periodistas que irrumpen desde las pantallas periódicamente.
Los aportes más importantes, a mi juicio, son los siguientes:
(…) has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey (…).
A la luz de ciertas conductas comunicativas que vemos a diario en la campaña electoral y en los programas televisivos resulta evidente la falta de conocimiento que muchos tienen sobre sí mismos, puesto que muestran más vanidad que inteligencia y más oportunismo que razonamientos sólidos.
(…) Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores (…). Si tomas por medio a la virtud, y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que los tienen de príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale.
En este punto son innumerables los casos de personas públicas que han perdido la memoria sobre sus orígenes y olvidan que “la virtud vale por sí sola”. Se pavonean en cuanta ocasión se les presenta y muestran más interés por las cámaras de televisión y por los micrófonos que en ser honestos y humildes.
(…) Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos. (…) Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e importunidades del pobre.
Este mundo está plagado de ignorantes que presumen de agudos e, incluso, se consideran originales. La vida pública y las responsabilidades de gobierno suelen desenfocar las miradas de quienes ejercen la política a diario; justifican los errores porque sus adversarios también los cometieron; la culpa siempre la tienen otros y los aciertos propios se exageran; los asesores se tornan alcahuetes y los espejos que no mienten se tapan con trapos.
Segundo hecho: la televisión suele mostrar a todos estos personajes presumidos que han olvidado no solo sus orígenes sino la importancia de la información seria que debe llegar al público. El comunicador se vuelve centro en lugar de darle ese lugar a la noticia. El entretenimiento y la opinión invaden todos los espacios como si fueran un oráculo y un circo. El personaje se traga al periodista y este, hinchado como un sapo, se cree tan importante que su devenir tiene que ser noticia.
En suma, todo vale. Por eso, ante la negativa expresa del candidato del Frente Amplio a participar de un programa en televisión, al periodista-showman que lo dirige no se le ocurrió nada mejor que recurrir a la inteligencia artificial para crear una situación falsa. Por si fuera poco, acudió a la complicidad del candidato del Partido Colorado que se mostró encantado de participar de aquella farsa.
Conclusión: los consejos de don Quijote se tornan imprescindibles. Sería bueno que cada mañana pongamos los ojos en quiénes somos porque (…) conocerte a ti mismo, es el más difícil conocimiento que puede imaginarse.
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