La suavidad de esta campaña electoral en Uruguay, llevada por los dos bandos con guantes de seda, se explica en parte por la necesidad de captar una decisiva porción de votos independientes y centristas; y en parte porque los dos bloques han estado en el gobierno, han comprobado la estrechez de sus posibilidades, y no pueden sostener promesas maximalistas bajo pena de perder crédito.

En todo caso, pese al balotaje del próximo domingo, que es una opción en blanco o negro, el país padece una partición relativamente amable.

La polarización y el odio que amenazan a algunos países democráticos de Europa y América (desde España a Argentina pasando por Estados Unidos) son el resultado de la fragmentación social, de los miedos y frustraciones de muchas personas y del oportunismo de ciertos líderes y opinantes. Pero en Uruguay la sangre no llega al río, no al menos por ahora, como ocurrió en torno a 1970 y en otras etapas históricas. Nadie propone refundar el país o ponerlo de cabeza, un tipo de discurso que arraiga en tiempos de crisis.

No parece haber en Uruguay dos polos antitéticos, como se ha comprobado en la moderación de los gobiernos que los tres partidos más importantes han cumplido en el último cuarto de siglo. Son diferentes, con énfasis diferentes, aunque no tanto como para no poder convivir.

Hay mucho resentido en la vuelta, es cierto; pero la extrema derecha se muestra vergonzante y la extrema izquierda luce más bien pequeña y grotesca.

Este nuevo balotaje será reñido, según parece. Hay muchos antecedentes de victorias y derrotas apretadas en la historia nacional.

Así por ejemplo el general Lorenzo Batlle, el primero de una estirpe de gobernantes del Partido Colorado, asumió como presidente de la República en 1868 después de ganarle la elección en la Asamblea General por un voto al general Gregorio Suárez, en medio de un gran caos político y económico. Por entonces los presidentes eran elegidos de manera indirecta, por el Parlamento, y no por el voto directo de la ciudadanía, como ocurre desde 1922.

Hace un siglo Luis Alberto de Herrera, líder del Partido Nacional y parte de otro extenso linaje político, perdió tres elecciones consecutivas por escaso margen: las de 1922 por 7.199 votos ante el colorado José Serrato; las de 1926 por 1.526 votos ante el colorado Juan Campisteguy; y las de 1930 por 15.185 sufragios ante el también colorado Gabriel Terra, un amigo suyo desde la juventud.

En 1962, en tiempos de Poder Ejecutivo colegiado, el Partido Nacional se mantuvo en el gobierno tras ganarle al Partido Colorado por 23.798 sufragios.

En 1971 el colorado Juan María Bordaberry se impuso al blanco Wilson Ferreira Aldunate por 12.802 sufragios. El conteo de votos observados se extendió durante ese verano, bajo permanente reclamo de los blancos, y agregó otra cuota de incertidumbre a un tiempo particularmente intenso.

La campaña electoral de 1971 fue una de las más radicalizadas y violentas de la historia uruguaya moderna. El Partido Colorado, que había recuperado el gobierno en 1967, viró a la derecha y enfrentó una grave crisis económica y el creciente desafío de la izquierda, en sindicatos, en el movimiento estudiantil y en grupos guerrilleros.

El Frente Amplio, creado en febrero de 1971, obtuvo el 18,3% de los sufragios y comenzó a sacar a la izquierda de su histórica insignificancia electoral.

El 6 de setiembre de 1971, poco antes de las elecciones, más de 100 guerrilleros del MLN-Tupamaros habían fugado mediante un túnel de la cárcel de Punta Carretas. Las fuerzas de seguridad perdieron el resultado de años de acción y quedaron en ridículo, al igual que el gobierno. Tres días después el presidente Jorge Pacheco Areco puso a las Fuerzas Armadas a liderar la lucha antisubversiva, con la Policía de hecho bajo mando militar. Durante 1972 los militares acabaron con el aparato armado de los tupamaros, y luego avanzaron en sus ambiciones de poder hasta el golpe de Estado de 1973.

En 1994 el colorado Julio María Sanguinetti derrotó al blanco Alberto Volonté por 23.044 votos, en una elección que pareció un triple empate: 32,35% de los sufragios para el Partido Colorado, 31,21% para el gobernante Partido Nacional y 30,61% para el Frente Amplio.

Y en el balotaje del 24 de noviembre de 2019 Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, bisnieto de Luis Alberto de Herrera, le ganó por 37.042 votos a Daniel Martínez, del gobernante Frente Amplio.

La historia de Uruguay está llena de empates que al final nunca lo son, porque siempre hay un ganador por pequeña que sea su ventaja, para mayor frustración de los derrotados.