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Contenido creado por Paula Barquet
El negocio en busca de sentido
Foto: Gentileza Teresa Cometto
OPINIÓN | El negocio en busca de sentido

Agostino, uno de millones que transitan el viaje de un migrante: esperanza y resiliencia

Como hija de inmigrantes, he vivido lo que implica buscar una nueva vida en tierras desconocidas.

Por Teresa Cometto
[email protected]

21.06.2024 17:06

Lectura: 4'

2024-06-21T17:06:00-03:00
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Hace más de 75 años, un joven italiano de nombre Agostino llegó al puerto de Montevideo en busca de una vida mejor. Agostino nació en Piamonte en una familia muy grande, de 13 hermanos. A los 19 años comenzó su servicio militar obligatorio en Italia, pero el destino tenía otros planes para él. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, fue enviado a Albania y luego a Rusia, enfrentando horrores inimaginables. Los últimos dos años de la guerra fue prisionero en un campo de concentración en Alemania. Cuando finalmente regresó a su hogar en Italia, pesaba apenas 42 kilogramos y le tomó más de seis meses recuperarse.

Ese joven que llegó a Uruguay era mi padre. Representa a miles de italianos que, en busca de un sustento, tuvieron que dejar su hogar porque literalmente no tenían qué comer. Uruguay lo acogió y le brindó una segunda oportunidad para salir adelante, formar una familia y sentirse en casa. De hecho, nunca volvió a vivir en Italia.

Desde siempre, la humanidad ha estado en constante tránsito. Algunas personas se desplazan en busca de trabajo u oportunidades económicas, para reunirse con sus familiares o para estudiar. Otros escapan de conflictos, persecuciones, terrorismo o violaciones a gran escala de los derechos humanos. Algunos lo hacen debido a los efectos adversos del cambio climático, desastres naturales u otros factores ambientales.

Para tener un orden de magnitud, al 1 de julio de 2020 el número de migrantes internacionales estimado en todo el mundo era de casi 281 millones y creciente (División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DESA).

Dichas personas que dejan su país de nacimiento para buscar otro destino, cualesquiera sean los motivos, contribuyen positivamente al crecimiento inclusivo y al desarrollo sostenible. Es así como muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la agenda 2030 contienen metas e indicadores relacionados con los migrantes: 10.7 insta a los países a “facilitar la migración y la movilidad ordenadas, seguras, regulares y responsables de las personas.

A esto se suma el plan estratégico de la Organización Internacional para las Migraciones, donde los tres objetivos principales para 2024-2028 son: salvar vidas y proteger a los individuos en movimiento, impulsar soluciones al desplazamiento y facilitar vías para la migración regular. No obstante, la sociedad aún muestra una notable insensibilidad hacia estos principios.

Nuestro país no escapa a este fenómeno, ya que, según la ONU, viven 108.267 inmigrantes (3,16% de la población, y en aumento). Sus principales necesidades relevadas son el acceso a empleo, alojamiento, alimentación y asistencia en regularización y/o protección internacional.

Como hija de inmigrantes, he vivido lo que implica buscar una nueva vida en tierras desconocidas. Por eso, siento profundamente la responsabilidad de manifestar el compromiso con esta causa.

El sacrificio, la esperanza y la resiliencia de los migrantes son testamentos vivos del espíritu humano.  Es por esto que me parece más que pertinente lo que escribe Xurxo Torres compartiendo la foto de Juan Jesús Calo, quien falleció recientemente a sus 75 años. “Siempre hay un mal nombre, un nombre de befa para el débil, para el necesitado, para el emigrante. Entonces. Ahora. Lo que no hay es un nombre para todos los que, desde el temor, el interés o la ignorancia inventan esos calificativos. Se me ocurren algunos, pero ni siquiera les voy a dar la dignidad de ser nombrados. No merecen mi respeto. Todo lo contrario que esas personas que dejan todo atrás para buscar un mundo mejor. A esas las respeto. A esas las admiro. Entonces y ahora”.

La historia de mi padre es solo una entre millones, pero todas ellas juntas forman el tejido de nuestras sociedades. Y no olvidemos nunca que detrás de cada número y estadística, hay personas con sueños y aspiraciones, buscando un lugar donde poder prosperar y al que llamar hogar.

Por Teresa Cometto
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