Por estos días se cumplieron cuatro años de una jornada en la que Uruguay se sumaba al tsunami sanitario que se estaba viviendo en el resto del mundo, al constatarse que había al menos cuatro personas contagiadas por covid, un virus altamente letal surgido en una lejana ciudad de China, fácilmente contagiable y para el cual no existía vacuna.
Así las cosas y a solo 13 días de haber asumido la Presidencia de la República el 1 de marzo de 2020, Luis Lacalle Pou, se vio en la obligación de declarar la emergencia sanitaria por coronavirus.
La decisión implicó el cierre parcial de fronteras, la cuarentena obligatoria a pasajeros de países declarados como riesgo, prohibición de descenso de cruceros y suspensión de espectáculos públicos, además de no controlar asistencia a centros educativos.
Al informar a la población en una conferencia de prensa, el presidente marcó el tono que daría a su manejo de la pandemia en el país: “Apelamos a la sabiduría y madurez del pueblo uruguayo para saber afrontar esta situación”, subrayó. Agregó que “el gobierno informará de manera transparente, clara y cotidiana la evolución del virus y los pacientes”.
Tan solo un mes antes, el entonces subsecretario del Ministerio de Salud Pública del gobierno del Frente Amplio, Jorge Quian, había asegurado en varios medios que el nuevo coronavirus surgido en China implicaba “un riesgo bajo para Uruguay” y que era “más preocupante” el dengue que afectaba la región.
“Por el momento es un riesgo muy bajo para Uruguay; existe probabilidad de transmisión porque una persona con este virus puede salir de China y llegar a Uruguay en 24 horas, pero lo que se ha visto es que la trazabilidad es menor que otros virus y también la mortalidad es menor comparado con las pandemias que hubo hace años atrás como el síndrome respiratorio agudo y grave (SARS)”, dijo Quian en Teledoce.
Lo cierto es que el gobierno recién asumido no encontró nada preparado para hacer frente a la terrible pandemia que se avecinaba, ya que el Ministerio de Salud Pública solo contaba con algunas docenas de reactivos para detectar el furibundo virus, según reconoció en su momento otro de los protagonistas de este período, el titular de la cartera, Daniel Salinas.
Para completar su estrategia para combatir el virus, Lacalle también recurrió a la formación de un Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), encabezado por Rafael Radi, Henry Cohen y Fernando Paganini, quienes se encargaron de brindar información científica actualizada sobre el por entonces desconocido virus. El aporte de este grupo fue trascendente y dio un sustento científico al accionar gubernamental.
La paulatina incorporación de otros especialistas fue completando un abordaje más amplio del problema, todo lo cual permitió que durante el año 2020 el país pasara la pandemia con menores zozobras que la mayoría de los países vecinos.
Este período fue prolífico además para el surgimiento de algunas propuestas trasnochadas, como la del ex candidato presidencial del Frente Amplio, Daniel Martínez. Ingeniero de profesión, el ex postulante se juntó con algunos colegas con la idea de construir respiradores —aparatos esenciales para atender a los enfermos—, pero nunca se supo nada de ellos.
La situación se complicó en el primer semestre de 2021, al registrarse un aumento exponencial de los contagios, luego de un ascenso permanente de los casos desde fines del año anterior.
Lacalle mantuvo entonces su estrategia de apelar a la responsabilidad individual para que cada uno resolviera cómo comportarse en la coyuntura, a pesar de la insistencia desde el Frente Amplio y otras organizaciones afines —como el Sindicato Médico del Uruguay— para que se declarara una estricta cuarentena, siguiendo el ejemplo del gobierno argentino, encabezado por Alberto Fernández.
Pero éste representaba un mal ejemplo a seguir ya que mientras en ese país estaban severamente restringidas la circulación y las reuniones de personas, la quinta Presidencial de Olivos fue escenario de una fiesta de cumpleaños de la esposa del mandatario, un asunto que desató la lógica ira en la opinión pública argentina.
En cambio, el gobierno uruguayo desplegó una decidida acción a varios niveles para acceder a alguna de las vacunas que se estaban comenzando a producir y de esa manera hacer frente al agravamiento de la ola de contagios.
Ésta tuvo el lamentable e inolvidable saldo de más de 6.000 personas fallecidas, la inmensa mayoría de las cuales, como apuntó acertadamente en su pasada columna Fernando Butazzoni, “murieron sin compañía y sin compañía fueron sus sepelios”.
Cuando llegaron las vacunas se dio prioridad a los grupos de mayor riesgo -como las personas mayores con comorbilidades- y el sistema de vacunación respondió adecuadamente.
La población acompañó la vacunación y los resultados se fueron viendo en el correr de los meses del segundo semestre de 2021, hasta que el país fue dejando atrás la pesadilla en la que se había sumido, al igual que el resto del mundo.
Pero aun así, y gracias a la tozuda postura de Lacalle, el país nunca se paralizó completamente, aunque numerosos sectores como el turismo y el comercio se vieron severamente afectados por la pandemia, al tiempo que miles y miles de empleados conocieron de golpe lo que era trabajar a través de un zoom.
Al pasar raya a lo sucedido hace solo cuatro años, se puede decir que el presidente Lacalle fue un timonel con mano firme, cuya actitud permitió sortear el tsunami de la pandemia.
El mandatario nunca cayó en los dislates del entonces presidente brasileño Jair Bolsonaro —para quien el covid era “una gripezinha”—, ni en la estricta cuarentena del argentino Fernández. Fue por el camino del medio.
Pudo hacerlo mejor, sin dudas, pero nadie puede afirmar que Lacalle no hizo lo mejor dentro de lo posible. Y lo que es más importante, nunca se dejó llevar por las propuestas radicales que implicaban la limitación de las libertades individuales.
Por Álvaro Giz
@giz_alvaro
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