Estamos atravesando un momento bisagra de la historia. La inteligencia artificial nos obliga a reinventarnos o morir. Cientos de trabajos están quedando obsoletos: ¿Qué pasará con los cajeros de supermercado, los peones rurales, los operarios de fábrica, agentes de viajes, o los conductores de transporte público?
En 2013, investigando para mi segundo libro, leí un estudio realizado por Carl Frey y Michael Osborne de la Universidad de Oxford. Fue un paper muy famoso en aquel entonces, que planteaba una alarmante profecía: "En 20 años los EEUU tendrán la mitad de los puestos de trabajo en riesgo de ser sustituidos por la automatización". Si la primera potencia mundial registraría esos cambios radicales qué quedaría para las naciones tercermundistas.
¿Hasta dónde podrá avanzar la ciencia? ¿Será posible reemplazar al ser humano con las nuevas tecnologías de inteligencia artificial, robots, cibernética, impresoras 3D, etc.? Y, si así fuese, ¿sería recomendable o no que las máquinas hagan el trabajo operativo, rutinario y repetitivo? ¿A quién beneficiaría?
Son todas preguntas que me hago, las cuales no estoy en condiciones de responder, pero sí aportan al debate.
Hay dos grandes corrientes de pensamiento antagónicas. Los tecno-optimistas; a quienes Meredith Broussard, autora del libro Artificial Unintelligence, llama technochauvinism, son quienes tienen una creencia irracional de superioridad de la máquina ante lo humano. En esta utopía, la tecnología parece aportar siempre la mejor solución a cada problema. ¿Es una realidad o una fantasía?
En el otro rincón, los neoluditas, quiénes promueven frenar el desarrollo tecnológico. Este grupo argumenta que las máquinas terminarán desplazando a los trabajadores. También les preocupa la degradación del medioambiente. Manifiestan que el ser humano está perdiendo su esencia a causa de la tecnología
Creo que ambas son posturas descabelladas. Si pensamos de forma pragmática, vemos que el hombre siempre convivió con las máquinas desde la primera revolución industrial. Y sí, es cierto, muchos trabajos fueron desplazados por otros nuevos. También es cierto que, a medida que avanzamos, esos nuevos trabajos requieren de una cualificación cada vez mayor. Hoy, programar, saber de códigos, algoritmos e idiomas, son requisitos indispensables en un mundo laboral globalizado.
Mejorar la productividad es el objetivo central de cualquier empresa que persigue obtener más utilidad. Impulsados por esa máxima, las máquinas son una magnífica opción para reemplazar el trabajo humano mecanizado, repetitivo (insalubre a veces), que no agrega valor. Ahora bien, si me preguntan qué pasará con la persona que realizaba esa tarea, bueno, claramente deberá reconvertirse. Formarse en las habilidades que son requeridas en la actualidad. ¿Y cómo lo hace si es pobre?
¿Es posible en países pobres como Argentina lograr esto? Creo que es complejo, pero no imposible. La baja cualificación de la fuerza laboral es preocupante. Si no recordemos que en 2021 Toyota para fabricar sus pick-ups no consiguió 200 trabajadores con el secundario completo. La empresa japonesa tiene su planta en Zárate, Buenos Aires.
Por lo tanto, cabe suponer que se ampliará la brecha entre países céntricos y periféricos. Sin embargo, no está tan sencillo, ya que si hay una característica singular que distingue a la tecnología del resto, eso es su capacidad para democratizar el poder.
Aquí creo hay un enorme problema que deberán resolver los gobiernos de turno. Brindando a la gente (sobre todo a la menos instruida) educación de calidad adecuada a las exigencias del entorno. De esta manera, el Estado podrá crear una sociedad con Igualdad de oportunidades.
Para cerrar, ¿es mejor el humano o el robot? Eso plantea el título, por cierto algo pomposo e intencionalmente maniqueo, de esta columna. Creo que no hay mejores ni peores, sólo hay una convivencia que dependerá de los pesos y contrapesos de poderes, los cuales fijarán los límites de la ciencia. Por ejemplo, una pierna robótica nos convierte en un ciborg, pero seguimos siendo humanos que hacen uso de la tecnología para mejorar sus capacidades. Aunque no sucedería lo mismo si la tecnología, en vez de acercarnos, nos aleja, nos aísla y nos quita ese rasgo de seres sociales que somos.