Después de las elecciones venimos los interpretadores y manejamos las cifras a discreción. Tendrán que soportarnos. Y todos deberemos armarnos de abundante paciencia en los próximos 32 días de campaña. Un nuevo récord mundial en esta materia. Y luego vienen las municipales.
Habrá balotage. El Frente Amplio tiene mayoría en la Cámara de Senadores (16 en 30) y tiene altas, muy altas posibilidades de tener mayoría en Diputados (50 en 99). Falta el escrutinio de los votos observados. Hay muchas lecciones hacia el 29 de noviembre y sobre todo para el 1 de marzo, para el próximo gobierno.
Queda claro que habrá mucha más negociación, no sólo por los resultados entre los partidos, sino incluso y en especial dentro de los dos partidos mayoritarios. El lunes pasado amaneció un nuevo mapa político nacional, con cambios importantes que hay que asimilar. Y que analizaremos en otras notas.
Además de algunas sorpresas, hubo confirmaciones de hierro, mejor dicho de acero. Pedro Bordaberry que hizo buena parte de su campaña convocando a los colorados a volver a casa, la misma noche ya se sacudió la renovación de encima y convocó de inmediato a votar por sus socios Lacalle y Larrañaga. No olvidemos que ya ocupaba cargos de gobierno durante el gobierno blanco en representación del pachequismo. Pero mucho más importante que eso, el propósito, el proyecto, el objetivo central emerge hacia la segunda vuelta en toda su prepotencia: sacar a la izquierda del gobierno.¡Ya!
No necesitó negociar nada – a diferencia de 1999 entre Lacalle y Batlle – porque le será mucho más cómodo negociar después, si llegaran a ganar las elecciones las fuerzas conservadoras. Sus votos en el parlamento serán imprescindibles, aunque colorados y blancos juntos no tienen ni tendrán mayoría propia en ninguna de las dos cámaras.
El Frente Amplio le lleva casi 20 puntos de diferencia al Partido Nacional, y en cualquier país del mundo eso ya sería irreversible, aquí innovamos. El fondo del problema es que Lacalle que sacó 5 puntos menos que Larrañaga en el 2004, es decir 120 mil votos menos, ahora tratará de sacar 44 o 45% de los votos en el balotage. Y tratar de sobrevivir. Es que la gran, inmensa diferencia entre la guerra y la política, es que en la primera te matan solamente una vez.
Los uruguayos somos un país de paradojas. Los blancos luego de 170 años de duros combates y hasta guerras civiles terminaron votando a un Batlle, los dirigentes colorados intentarán la hazaña de votar al nieto de Herrera... Los militantes de un partido que obtuvo menos del 18% de los votos y no ganó en ningún departamento del país festejan alborozados y los que obtuvimos el 48.2% del total de los votantes y 49.3% de los votos válidos y ganamos en 11 departamentos incluyendo la capital, recibamos el resultado con gran parsimonia, mientras que el tercer partido que perdió el 15% de sus votantes pasando del 34% al 29%, es decir perdió el 6% del total del electorado invoca la providencia y haber sido elegido por el supremo. Ya llegamos al nivel de paradojas divinas.
Los grandes medios internacionales en lugar de enviar periodistas a cubrir estas elecciones deberían haber enviado a novelistas de buena pluma. La imaginación la aportamos nosotros.
Realismo uruguayos, realismo y sobre todo inteligencia, que no afecta. Este gobierno tiene el más alto índice de popularidad que haya tenido gobierno alguno al terminar su mandato, y el resultado lo demuestra. El Dr. Lacalle cuando terminó su quinquenio precipitó su partido del 38% de 1989 al 30% de 1994 y todavía en la interna ganó un candidato que no era el suyo, Alberto Volonté. La izquierda en cinco años de gobernar y por primera vez pasó del 50.5% al 48.2%, es decir que incluso electoralmente nos ha ido mucho mejor. Y Lacalle desde el liderazgo de la oposición logró otra increíble paradoja, fue el gran salvador del Partido Colorado que venía en caída libre y que combinando un mensaje renovador y una limpieza total de los viejos dirigentes operada por Bordaberry y sobre todo los errores del líder blanco, tuvo una mejora electoral importante.
Si la izquierda logra situar con inteligencia el debate ante toda la sociedad sobre los dos gobiernos, el blanco y el actual, si se comparan resultados en los grandes números, en los medianos y en el bolsillo del caballero y la cartera de la dama, no hay cómo perder.
Si la fórmula Mujica y Astori nos explican con serenidad y con detalle que es un país de primera en lugar de pasear por las inmensidades de la antropología y la sociología. Ganamos con relativa facilidad. No digo que nos expliquen qué es un gobierno honrado, porque eso los uruguayos lo conocemos perfectamente, o al menos sabemos lo que no es un gobierno honrado.
Mujica y Astori tendrán cinco semanas para hablar del “qué” hacer al que Lacalle tanto le teme e incluso explicar el “cómo” al que nos convoca con unción litúrgica el ex presidente blanco. Lo tienen que hacer no para los militantes, no para los participantes en los actos, con mensajes claros y precisos sobre que el proyecto nacional para todos los ciudadanos. Si lo logran, el 1 de marzo tendremos continuidad de los cambios en el gobierno nacional.
Lo que también ha quedado claro es que en política nadie es inmune a los errores, ni los que se consideran herederos eternos del poder, elegidos por el olimpo o cualquier otra forma de determinismo histórico personal. Los errores se pagan y los aciertos cobran.
Es obvio que ahora vendrán caras extrañas a desconsolarnos con sus augurios. No nos refugiemos, salgamos a la intemperie de todos los votantes, usemos toda nuestra capacidad y nuestra historia, nuestro sentido crítico y nuestro entusiasmo y a la uruguaya, con sentido nacional, con capacidad de diálogo con todos los sectores sociales y políticos. En este nuevo momento político la capacidad de díalogo no rebaja ni debilita la capacidad de cambio. Al contrario.
Las multitudes de ciudadanos participantes e interesados, esas columnas de peatones y automovilistas embanderados y comprometidos se merecen lo mejor, exigen de sus dirigentes la mayor sagacidad e inteligencia, y sobre todo les exigen que nos representen a todos. Esa gente nos ha dado grandes lecciones. Tenemos cinco semanas para mostrar que somos dignos de sus esperanzas, sus sueños, de sus pasiones.
Y la primera lección que debemos aprender es que no podemos hablarles a ellos, tenemos que hablarle a todo el Uruguay, con respeto y con sensibilidad.