Siempre pensé que este país era ideal para el avistamiento de naves alienígenas. Nuestra proverbial facilidad para mirar la Luna y papar moscas, sumado a la extensión del uso de teléfonos con cámara, hacían inminente eventos como el que publicó el diario El Pueblo de Salto. Lo de rutina, una foto en la que se ven unas líneas blancas sobre fondo negro, que tanto podía ser un enviado de Ganímedes como el trasbordador X31-B o un piloto de Gadaffi en busca de manifestantes indefensos.

Mirar la Luna y papar moscas. ¿Cómo explicar sino bajo esta doble invocación, el escandalete desatado por la revelación de los cables de WikiLeaks? Debería sorprendernos, en todo caso, la precisión con que los hechos y los comentarios informados a Washington se ajustan a lo que todos ya sabíamos.

¿Era necesario el conflicto con Gualeguaychú para que el gobierno uruguayo se desayunara sobre los arrebatos patoteros del kirchnerismo? ¿Era necesario que el ventilador de Assange hiciera su obra para que nos enteráramos de que el ex canciller Gargano es un hombre "ideológicamente terco"? La defensa ensayada por sus compañeros del Partido Socialista recuerda cómo Gargano actuó siempre "cumpliendo con el programa de gobierno y en defensa del país, alineado permanentemente al gobierno". Pero la lealtad partidaria, con ser comprensible, no alcanza a explicar por qué Gargano, siendo el ministro de Relaciones Exteriores, fue virtualmente excluido por el presidente Vázquez del manejo de temas tan delicados como el conflicto por Botnia y la relación con Estados Unidos. Tampoco puede ocultarse que todos conocíamos el tenor de los comentarios que realizaban tanto dirigentes políticos como diplomáticos y miembros del oficialismo delante de los periodistas, sobre la gestión y la impronta personal del veterano dirigente.

Otro tanto ocurre con las revelaciones de WikiLeaks sobre los temores de que la mediación del gobierno español estuviera condicionada, fogoneada por el temor sobre el destino de las inversiones en Argentina e incluso la eventualidad de una "solución militar", también fueron temas que estuvieron en la consideración más o menos pública del conflicto durante meses. Pero el punto no es Gargano, Julian Assange ni su redituable soplón sino esa preferencia de los uruguayos por hacer que miramos la Luna o papamos moscas, cuando alguien dice algo que todos sabíamos.

Una explicación de esta conducta es que, en realidad, sólo fingimos que no sabíamos para disimular el pudor que nos asalta cuando tomamos conciencia de la situación. Después de todo, ¿qué hace un país como el nuestro, de dimensiones casi municipales, siendo tema de conversación en las entrañas del mismísimo imperio? O al revés: ¿qué tiene que hacer un país como Estados Unidos revolviendo en nuestros asuntos?

En tales circunstancias, nos ataca una suerte de terror de que términos expuestos, exhibidos en calzoncillos frente al mundo, así como somos de pequeños y vulnerables. Es entonces cuando elegimos hacer como que miramos la Luna, papamos moscas y sacamos fotos a las naves alienígenas.