El pasado jueves 12 viví una velada muy particular que quiero compartir con mis lectores. Con los que están de acuerdo con mis artículos, con los que me critican y los leo atentamente y con los del medio, que supongo que serán la mayoría. Comencé mi periplo en un acto político donde hablaba Astori. No voy a detenerme en los aspectos políticos, sino en las costumbres y sobre todo en una afrenta a las buenas tradiciones de los uruguayos.
Cuando estaba por comenzar el acto, desde un balcón próximo alguien se asomó, tiró un balde de agua y se escondió detrás de las persianas cerradas. Mojó a Astori y a otros asistentes. Como no le alcanzó con esa valiente actitud largó los perros y luego en su éxtasis democrático puso los parlantes a todo volumen detrás de las persianas. Nada grave. Y obtuvo el resultado opuesto a sus intenciones.
Astori le contestó con mucha gracia e hidalguía. Los políticos también se miden por la capacidad de improvisar y por el aplomo. Mucho humor y buena onda. Y la gente de la indignación pasó a aplaudir con mucho más entusiasmo. Los medios de prensa registrando todo. Al otro día noticia de tapa y los medios “opositores” tratando se sacar partido. Un buen tiro por la culata.
Lo que me interesa es que el tal “Alfonso” que es el nombre que le dio El País a este energúmeno del que no se tiene más datos, es la expresión de una parte de la sociedad uruguaya más lumpen, más llena de intolerancia y de odios. Con frenos ciudadanos de baja potencia y más peligrosos. Y donde la cobardía es parte inseparable del cocktail.
Me imagino por un instante el batifondo interminable que hubieran armado alguno de los candidatos “tradicionales” si les hubiera sucedido a ellos. Todavía se estarían peinando y hablando en los medios contra la intolerancia.
La Gioconda mirando al río.
Después del acto nos fuimos con mi compañera a visitar el Louvre. Si, así sin pasaje aéreo, sin colas, sin entradas y encontramos el cuadro más famoso de todos, la Gioconda, una de las cumbres de la pintura y de la sensibilidad humana a través de la imagen, mirando enigmáticamente el Río de la Plata en la rambla de Pocitos. Sencillamente maravilloso.
Una exposición que emociona. Recorrer las imágenes fotográficas de altísima calidad, bien luminadas, con leyendas cortas e inteligentes y con un muestrario de pintura italiana, francesa, de los países bajos, alemana y española, es decir de pintura europea en una calle de Montevideo emociona. Y emociona la gente, los niños, los jóvenes y sus comentarios ante la sutileza y la grandiosidad de esas obras de los grandes genios de la pintura. Es una gran iniciativa de la Intendencia de Montevideo, de la Embajada de Francia, naturalmente del museo del Louvre con el apoyo de empresas públicas y privadas uruguayas y francesas.
La extraordinaria técnica de reproducción lo único que no permite es expresar el espesor de las pinceladas, las textura del material, pero todo lo demás es perfecto. Desde el manejo de los colores y la sutileza y finura de sus matices, hasta los marcos de las obras que ayudan a crear el ambiente del museo al aire libre. Uno puede pararse ante una obra del Greco mientras escucha las olas que rompen en la orilla de la playa cercana, mirar una luna enorme y montevideana sobre el río y dejarse llevar por la imaginación y la emoción. Eran las once de la noche y había mucho público. Habla bien de la exposición y de los uruguayos. También hay que alimentar el alma y la pasión.
Una leona nacional
Como no sólo de arte vive el hombre y teníamos un hambre de lobos, fuimos a comer algo a un bar que está sobre la rambla. Lleno casi total. Televisor y pantalla gigante y el combate en directo de Chris Namús con la norteamericana Nicole Woods. Para mi gusto la pelea más difícil de toda la carrera de la uruguaya.
Un espectáculo en el ring y en el bar. Había muchas mesas, pero una grande enfrente a la pantalla gigante, eran todas mujeres jóvenes que festejaban un cumpleaños, no se perdieron un instante de la pelea. Es un nuevo fenómeno nacional. Y es una boxeadora mujer, que emplea la mejor técnica, con un estado físico impecable que le permitió combatir sin descanso los diez round y ganar muy bien el combate. Festejamos como la final de un mundial de fútbol.
La belleza, la elegancia y la reciedumbre a la hora de meter las manos de Chris nos ha ganado a todos, hasta Selva mi compañera que no le gusta el boxeo no se perdió un segundo de la pelea y festejó de lo lindo. Una nación está en las grandes cosas, en su historia, en sus tragedias y sus logros, en sus grandes palabras y documentos y en su renovación permanente del espíritu nacional. Está también en los detalles, en momentos fugaces, en circunstancias que renuevan el sentido de pertenencia. Tener una leona llena de coraje, seriedad deportiva y profesional nos llena de orgullo. Y que gana sobre el ring y en la vida no nos viene nada mal.