Los Estados Unidos dejarán el territorio de Irak a fines del 2011 según lo anunció su presidente, Barak Obama y luego de 8 años de iniciada la invasión en el 2003. En la actualidad hay todavía 50 mil soldados norteamericanos y en total pasaron más de un millón de hombres y mujeres armados por Irak y murieron hasta la fecha 4.500 militares norteamericanos en ese país.
Esta es una de las guerras más cobardes que se han librado en toda la historia. Frente a esa cifra de muertos militares, las cifras de muertes civiles se sitúan entre 80.000 mil las más optimistas, mientras la Universidad Johns Hopkins en un estudio publicado en el 2006 en la prestigiosa revista The Lancet, estima los muertos en 655.000, tanto como resultado de la violencia de la invasión como de las malas condiciones sanitarias provocadas por ésta.
Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicado en 2008 evita dar cifras concretas, pero estima en cerca de 400.000 los muertos. Y una tercera medición realizada en el año 2008 por la encuestadora Opinion Research Business, con sede en Londres estima en más de un millón de muertos.
En la actualidad y a pesar de la “normalidad” proclamada por las autoridades de ocupación el promedio es de sesenta muertos diarios por atentados y acciones directamente relacionadas con la guerra.
Desde el punto de vista político, luego de las elecciones realizadas en el mes de marzo, cinco meses después, el jefe provisional del gobierno Nuri al Maliki no ha podido todavía formar un gobierno y las tensiones y profundas divisiones en el parlamento son sólo una mínima expresión de las laceraciones existentes entre etnias y tribus. Entre suníes, chiíes y kurdos.
Una invasión iniciada sin ninguna legitimidad internacional, con pretextos que se demostraron totalmente injustificados, y contra un dictador que tanto Estados Unidos como muchos países de Europa, entre ellos Gran Bretaña apoyaron y armaron en su guerra contra Irán en los años 80. La situación actual de Irak es una enorme incógnita explosiva, en una región mucho más explosiva todavía, que hace siete años. Esa es la cruda y dura realidad actual.
El presidente Obama en su discurso anunciado la retirada de las tropas declaró en un empuje de sinceridad “ No voy a cantar victoria” Y por cierto no hay ninguna razón para cantar victoria.
Estados Unidos y el mundo occidental y cristiano tiene además que hacer sus cuentas en el bolsillo, porque esta guerra tiene su responsabilidad directa sobre la actual crisis financiera y económica mundial. El costo de estos siete años de la guerra en Irak, sólo para los Estados Unidos fue de 750.000 millones de dólares, y si alguien le interesa ver el sideral medidor en directa de cómo aumenta el costo puede encontrarlo en
http://www.nationalpriorities.org/costofwar_home, es realmente alucinante.
Lo que le ha costado a la humanidad en la postergación de las metas del milenio, en la ayuda a los países en desarrollo, en ayuda humanitaria quemados en una guerra absurda y cobarde que mató a mil civiles por cada militar muerto, es infame.
Si a eso se agrega la cifra que está costando la guerra en Afganistán, que alcanzará en el 2010 la cantidad de 330.000 millones de dólares y que en este año superó en términos anuales a la de Irak, tendremos una idea de la magnitud de esta aventura bélica.
Mientras en el año 2009 Irak costó 95.5 mil millones de dólares y Afganistán 59.5 mil millones de dólares, este año se han invertido las proporciones e Irak costará 65.1 mil millones de dólares y Afganistán alcanzará los 106 mil millones de dólares. Para tener un elemento de comparación todo lo que produce el Uruguay, absolutamente todo es aproximadamente de 30 mil millones de dólares anuales. Tendríamos que trabajar más de tres años para cubrir los gastos de un solo año de la guerra de Afganistán, y 25 años para la guerra de Irak...
Esos exorbitantes costos influyeron en el déficit fiscal de los Estados Unidos y fueron un factor importante en la crisis que afecta a este país y a los países centrales y al mundo desde hace dos años. Por lo tanto ni siquiera los resultados de la guerra le han servido desde el punto de vista tradicional, del esquema histórico de las guerras de conquista, de ocupación de importantes yacimientos petroleros.
El pueblo de los Estados Unidos pagó con la vida de 4500 de sus hijos la aventura de su gobierno, con 750 mil millones de dólares, con el desprestigio internacional, pero permitan que sea algo escéptico de que estos elementos jueguen en la consideración de la opinión pública de ese país.
Hay un último factor que considero importante: esa invasión y la de Afganistán formaron parte de una cruzada contra el mundo musulmán, que aunque ha sido negada en muchas oportunidades, ha producido una radicalización en amplios sectores de las poblaciones, de las sociedades, incluso de las elites de esos países. Los últimos ejemplos son los servicios de inteligencia paquistaníes como principales soportes de los Talibanes. Es una de las más estridentes expresiones del fracaso de esa política grosera y sin perspectiva histórica y cultural aplicada por Washington y secundada por muchos gobiernos occidentales.
Sólo la política, de la cual la diplomacia en el sentido más profundo y amplio de la palabra es parte integrante, será capaz de replantear un sistema integral de relaciones y de soluciones a las tensiones muy graves que hoy laceran al mundo, en especial al polvorín del medio y cercano oriente.
La guerra de las civilizaciones ha dejado al mundo en un pantano hasta el cuello y más incivilizado que antes.
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