Hace también más o menos un mes que más de cincuenta mil niños uruguayos que comían diariamente en comedores escolares, han dejado de recibir la correspondiente alimentación, además de dejar de recibir la educación que requieren en esa etapa de la vida.
Todavía hemos tenido que escuchar, atónitos e indignados, a uno de los principales dirigentes sindicales de secundaria reivindicar que los estudiantes no están perdiendo días de estudio porque están "aprendiendo" de "esta lucha por el salario docente". Insolente, vergonzoso, incalificable; pero lamentablemente es una buena imagen de la concepción y la mentalidad que impera en buena parte de la conducción sindical de la enseñanza.
Los niños y adolescentes de este país son, para variar, los rehenes inocentes de esta guerra desatada por una conducción sindical a la que muy poco le importan los estudiantes. Esta es una conducción sindical totalmente alejada de las preocupaciones por una verdadera transformación educativa. No hemos escuchado una sola propuesta positiva, solo el reclamo de la mejora salarial.
No hemos escuchado una sola postura favorable a ningún cambio de los que se han planteado desde diferentes tiendas y partidos a partir del retorno a la democracia.
Para que no queden dudas sobre la actitud de esta conducción sindical, tampoco están dispuestos a recuperar los días de clase perdidos. Es más, amenazan con agudizar el conflicto si ANEP exige la reposición. Aunque en Secundaria ya se ha perdido el 17% de los días de clase y Primaria avanza en una situación parecida.
Pero la responsabilidad de este desquicio es compartida con el gobierno. El Presidente se preguntaba ¿por qué habían cambiado los sindicatos? Es una pregunta equivocada; los dirigentes sindicales son los mismos de antes y dicen y actúan de la misma forma que antes; simplemente lo que cambió es quién gobierna.
Antes estos mismos dirigentes sindicales, con estos mismos planteos ideológicos y posturas políticas eran respaldados por quien ahora es el Presidente de la República y por todos los sectores de su partido; simplemente que en aquel entonces el partido hoy en el gobierno, estaba en la oposición. Solo cambió el lugar en donde está parado el Presidente.
La responsabilidad sobre la actual catástrofe educativa es compartida por el gobierno porque este prefirió no cumplir con los acuerdos multipartidarios para cambiar la educación, pensando que de esa forma evitaba el conflicto con los gremios. ¡¡Grave error!! Ha quedado demostrado que el gobierno sacrificó los cambios necesarios y, de todos modos, terminó encontrándose con un terrible conflicto liderado por quienes no quieren otra cosa que acumular fuerzas en su perimida lógica revolucionaria.
Mientras siga prevaleciendo esta conducción sindical no habrá posibilidad alguna de cambios reales en nuestro sistema educativo. Esto es lo que el gobierno no ha querido entender.
Pero el gobierno también es responsable porque la calidad del gasto educativo ha sido muy mala. El gobierno aumentó sustancialmente su inversión en educación y, sin embargo, la educación está cada vez peor; y esta realidad es muy difícil de explicar y sostener porque cierto es, también, que las remuneraciones docentes siguen estando lejos de alcanzar los niveles que deben tener en sintonía con una efectiva prioridad educativa.
Hay que tener claras algunas cosas.
En primer lugar, que lamentablemente habrá que esperar al próximo período de gobierno para generar una nueva oportunidad de cambio para la educación; en lo que queda de este gobierno nada significativo habrá de ocurrir.
En segundo lugar, es imprescindible que los docentes asuman con sensatez que sus representantes no pueden ser los que actualmente los representan, porque estos han sido corresponsables de la ruina de la educación y del desprestigio docente. Es fundamental que los docentes se movilicen para generar un movimiento que permita la emergencia de una nueva conducción sindical, sensata proactiva y, sobre todo, identificada con la necesidad de una transformación efectiva de nuestra educación.
En tercer lugar, es esencial que el próximo gobierno asuma, lo que debió haber asumido este gobierno, que la conducción de la política educativa es, como toda política pública, un asunto del gobierno y sus representantes electos por el pueblo y no es propiedad de las corporaciones o de los actores sociales que representan siempre intereses particulares que, por ser tales, son intereses parciales.
En cuarto lugar, es imprescindible que el próximo período de gobierno se inaugure con un gran acuerdo entre todos para asegurar que las remuneraciones docentes mejoren sustancialmente al punto de generar un cambio cualitativo en la imagen y prestigio de la carrera docente; pero simultáneamente es fundamental que esta mejora sustancial esté vinculada a los resultados de una evaluación educativa seria, objetiva y exigente.
En quinto lugar, es fundamental que la carrera docente sea efectivamente una carrera y que los cargos de responsabilidad en la gestión educativa merezcan niveles diferenciales de remuneración que operen como incentivo; así como que la opción por educar en los contextos más críticos genere diferencias significativas en las remuneraciones docentes para evitar la actual circunstancia perversa en la que los mejores docentes enseñan en los mejores centros educativos y los estudiantes en situación más crítica tienen a los docentes menos calificados.
En sexto lugar, hay que instalar de una buena vez un nuevo modelo de gestión de los centros educativos, de forma tal que puedan funcionar como verdaderas comunidades pedagógicas, con equipos docentes estables y personalizando la atención a los estudiantes, haciendo su seguimiento y apoyándolos efectivamente. Eso que se ha llamado, por algunos el Programa Promejora y que ha encendido la oposición ciega y deplorable de las direcciones de los sindicatos de la enseñanza.
Finalmente, es tan urgente como todo lo anterior, que se abra un espacio para una profunda reforma de los contenidos educativos y de su estructura curricular que asegure que los niños y jóvenes de nuestro país aprendan lo que efectivamente se debe aprender en una sociedad del siglo XXI, para lograr el éxito de la inserción de las nuevas generaciones en el mundo adulto.
Lamentablemente, mientras tanto, tenemos que ver cómo hacemos para que se pierda lo menos posible de aquí al final del actual período de gobierno.