No me refiero en el título a los festejos religiosos, sino a un estado de ánimo, plácido, de tranquilidad, de recogimiento. Es posible que sea una interpretación totalmente personal. Lo cierto es que esta Semana de Turismo -que nos ha cargado a los uruguayos con la mochila histórica de fiesteros, de ser un poco vagonetas para el trabajo- transcurre en particulares circunstancias.
Yo no comparto en absoluto esa visión, ese estereotipo de los uruguayos. Es cierto: nos tomamos toda o una parte de la Semana de Pascua o de Turismo para completar nuestras vacaciones (aunque no todos), y además lo hacemos como un gran momento de encuentro con el país o con la familia y la diversión. No es un pecado.
Y trabajamos. Alguien tuvo que trabajar todo el año para que el PBI haya crecido en el 2014 el 3,5 %, el triple de lo que creció el promedio de América Latina y el Mercosur. El PBI, es decir, la producción no levita sola. Hay que laburarla duro.
Alguien tuvo que trabajar para que el PBI en el 2005 fuera de 14.000 millones de dólares y ahora supere los 53.000 millones de dólares. No fue el conejo de Pascua...
Y el año pasado, el tan mentado viento de cola hace tiempo que se puso de costado y de frente. La crisis mundial, y sobre todo en Europa, incluyendo Rusia, no amaina, ni siquiera la estrella germana refulge; los EE. UU. recién comienzan a levantarse y no hablemos de la región: Brasil, Argentina y Chile o cayeron en su PBI o subieron la mitad (2 % Chile). Nos hemos consolidado y ampliado nuestro margen de PBI por habitante más alto de toda América Latina.
El Banco Central comunicó esos datos, pero el INE difundió otros todavía más importantes: la pobreza cayó al 9,7 % (por debajo de los míticos dos dígitos) y recordemos que hace diez años teníamos un nivel de pobreza ¡del 39,6 %! Y de indigencia ¡¡¡del 4,5 %!!!, que bajó este año al 0,3 %.
Estos resultados son el fruto principal del trabajo, del esfuerzo, de la inteligencia, de la inversión, de la innovación, de los que confían en los uruguayos, en su seriedad y en su rumbo. No hay milagro ni atajo posible.
No hubo aumento de los precios de los commodities, al contrario. No hubo especulación financiera, ni atajo de ningún tipo. Fue a puro sudor físico y mental.
A esos indicadores sociales hay que sumarles otro que también se conoció en estos días: el índice Gini, que mide la distribución de la renta dentro de una sociedad, mejoró nuevamente y pasó del 3,84 al 3,81, diez años ininterrumpidos de mejoras en todos los frentes. Lo que sí estamos seguros es que estas buenas noticias no son un regalo pascual: son bien terrenales.
Y no son ningún modelo, ni vigente ni agotado. Son un rumbo con un Proyecto Nacional que con una visión estratégica supo utilizar los diversos instrumentos de manera armónica para que avanzáramos en toda la línea.
Está claro que los agoreros de siempre claman por devaluaciones, ajustes fiscales, desbarranques económicos, todo tipo de enlentecimientos económicos y algunas plagas de Egipto recién inventadas. O plagas del Mercosur y sus alrededores.
Y nosotros tranquilos, no nos ponemos nerviosos. Tenemos la moderada y firme confianza de saber que mucho depende de nosotros mismos. Claro que nos importa lo que sucede en Brasil, en Argentina y en la región. Primero, por nuestros hermanos continentales, porque si uno es miserable, enano y pretencioso, algún día pagará sus pecados y su soberbia. Segundo, porque sabemos que lo que sucede en el barrio influye en todos nosotros.
Sabemos que el 3,5 % de déficit fiscal durante un año no hay que perpetuarlo porque tiende a crecer, a ser un vicio, a devorarse las conquistas y a afectar a los más débiles. Los otros siempre zafan: de una u otra manera, lloran y zafan. Por eso no hay ninguna contradicción en que celebremos los resultados y los cuidemos. Asumamos que tenemos que manejar las finanzas públicas con mucho cuidado.
Necesitamos un país en obra y mucha imaginación para seguir por esta ruta de crecimiento y mucha inteligencia en el manejo de todos los platitos chinos de la política económica y social girando y a buena velocidad. Si no, se caen. Esta política nos ha dado un extraordinario resultado: el más prolongado periodo de crecimiento económico y social de nuestra historia. Tan solemne como suena.
Y seguiremos trabajando y luchando para que el trabajo crezca en cantidad, en calidad y en productividad, y se refleje en la vida de toda la sociedad: de los que trabajan, de los que trabajaron, de los que invierten y se arriesgan, de los que estudian y de los que están llegando o llegaron a este pequeño gran país desde hace pocos años y tienen que prepararse para construirlo.
No tenemos una visión idealista. Asumimos nuestras debilidades, nuestras lentitudes, nuestros errores y, sobre todo, asumimos nuestra permanente insatisfacción, nuestro sentido crítico. Él nos impulsa.
Vamos a acampar, a hoteles y casas a las Termas, a la costa, al campo, seguimos la Vuelta Ciclista, cocinamos de olla, asado, pescados, pastas, bacalao, tiramos algunos tiritos, pescamos, distribuimos huevos de Pascua, jugamos al truco, tomamos ríos de mate, grapa, vino y cerveza (y digamos que algo de whisky), nos encontramos con amigos y parientes y además trabajamos. Vivimos.
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