Prefiero hablar de pecado que de pecadores, de virtudes que de virtuosos, pero como en todas las cosas de la vida siempre hay excepciones. Todavía no se han apagado los fastos de la exposición rural que mostró en toda su dimensión el crecimiento espectacular de la producción ganadera y agro industrial del país y todavía resuenan ciertos discursos y se iniciaron los balances. El campo es y seguirá siendo crucial para el Uruguay. Para su economía, su sociedad y su identidad.

El campo uruguayo es uno de los sectores de crecimiento sostenido. Este primer semestre del año creció un 7.9% aportando de manera significativa al crecimiento general del PBI del 13.1%. El más alto de América latina y uno de los más altos del mundo.

El País de Madrid que muy pocas veces publica algo relacionado con Uruguay incluyó en su edición del domingo 21 de setiembre una nota muy elogiosa bajo el título : “Un oasis en el desierto” Uruguay resiste el temporal económico internacional con un crecimiento económico superior a dos dígitos.

Firmado por Fernando Cano, el diario español afirma que: “La economía uruguaya no parece verse afectada por la crisis inmobiliaria y financiera de EE UU, ni por la ralentización europea, ni tampoco por una reducción de la inversión extranjera. El pequeño país suramericano, acostumbrado a tasas de crecimiento irregulares y a verse perjudicado por la inestabilidad internacional, ha presentado una de las alzas del PIB más altas de todo el mundo durante el primer semestre. Los datos de la oficina de estadística nacional indican que en los últimos 12 meses la economía ha crecido un 13,1%, la cifra más elevada en casi veinte años. El país registrará en 2008 su sexto año consecutivo de expansión.

Esta cifra tiene una explicación coyuntural por el impacto de la puesta en marcha de la planta de celulosa Botnia, que generó grandes discrepancias con Argentina en los meses previos. No obstante, las autoridades se apresuran a aclarar que este efecto sólo explica tres puntos de alza en el PIB y que el resto corresponde a una mejora en el consumo interno, en la producción agrícola, las importaciones y el sector de las telecomunicaciones. Dentro de esta combinación de factores positivos destaca claramente la industria manufacturera, que se elevó más de un 20% en este período.

Esto ha generado una ola de optimismo entre las autoridades, que incluso se plantean elevar su previsión de crecimiento anual desde un 7,5% hasta el 10%. El año pasado, el país creció un 7,4%. De esta manera, Uruguay completaría su sexto año consecutivo de expansión económica, algo pocas veces visto en su historia reciente. Los analistas indican que este buen desempeño también es fruto de una ordenada administración económica y unas cuentas en buen estado, que le ha permitido registrar sus tasas de desempleo más bajas en una década.”

Estos resultados económicos globales en el Uruguay son absolutamente imposibles si un aporte fundamental del campo y de los agronegocios y, la producción agropecuaria nacional nunca lograría este nivel de crecimiento y de desarrollo sin una adecuada política económica global, aún con el más favorable contexto internacional. A los “contras” y a los “llorones” perpetuos les cuesta reconocerlo, pero el simple razonamiento tiene una lógica de acero. Inoxidable.

La izquierda uruguaya tiene un claro origen urbano, su evolución electoral y política lo confirma plenamente. Incluso su elaboración teórica, programática y política estuvo signada por ese sentido urbano y particularmente metropolitano. Mucho ha cambiado, en particular con este gobierno y este ministro de ganadería, agricultura y pesca.

Ernesto Agazzi en su discurso, en las respuestas que le dio a los periodistas al finalizar el acto de clausura de la rural, y en la entrevista en radio el Espectador y en 1410 AM Libre de la semana pasada demostró una visión concreta, pragmática y nacional de los problemas de su ministerio, pero además y sobre todo una visión del proyecto nacional en toda su perspectiva y a partir de un sector clave como el campo.

Fue un aporte no sólo en lo programático, en las prioridades de la agenda, sino en algo fundamental: en la forma de relacionar el Estado y este gobierno con los sectores del campo, descentralizando en serio. A pesar de los grandes éxitos, de las múltiples acciones concretas en el mantenimiento del estatus de sanidad animal, de la atención a los problemas sectoriales no fue un discurso ni una posición de autocontemplación y sólo de exhibición de éxitos – al contrario- habló desde lo mucho que nos queda por hacer, y que podemos y debemos hacerlo entre todos. Entre el Estado, los productores y toda la sociedad uruguaya.

En épocas de bonanza para algunos sectores, recordó a los productores ganaderos del centro del país que enfrentan situaciones difíciles. Y esa mirada no es sólo desde la solidaridad o la sensibilidad social, sino desde un proyecto nacional que busca involucrar a todo el país, a todos sus sectores productivos.

Trató el tema de la legislación social para los peones rurales - un debe histórico de nuestra sociedad – con altura y con profundo sentido de Estado. Y con sensibilidad de izquierda. Factores que perfectamente se pueden y se deben combinar.

Cuando lo quisieron embretar en el discurso dominante en algunos ambientes sobre que esta es la continuidad de una política económica, fue terminante: basta con mirar los resultados en el campo para darse cuenta que no se trata de la misma política, que se hicieron cambios importantes.

Y además fue generoso. Defendió a todo el gobierno, a todos sus compañeros de esfuerzo y de construcción. Cuando en otro de los “versos” que han instalado en la agenda política a prepo, la del excesivo gasto público, defendió con inteligencia y con fuerza a los “Gurkas” del ministerio de economía y finanzas, y la difícil tarea de asegurar el equilibrio fiscal y simultáneamente atender las prioridades sociales y económicas del desarrollo. Y con sutileza señaló que muchos que piden ahorro en el gasto público, cuando les toca a ellos reclaman aumentar el gasto.

Hubo un momento de tensión cuando un grupo de manifestantes que se quedaron callados y juiciosos mientras hablaba el presidente de la Asociación Rural del Uruguay, les vino un ardor opositor en medio del discurso del ministro. Lo resolvió con calidad y sobre todo no perdiendo nunca su posición de secretario de Estado, es decir de gobernante de todos los uruguayos.

No es uno de los ministros con más prensa, es notorio que se concentra en sus responsabilidades y en sus planes específicos. Y los resultados se ven. Hasta la oposición – no muy generosa por cierto – tuvo que reconocer los aciertos del ministro.

Todos esos discursos, declaraciones, entrevistas del ministro fueron muy buenas y son una demostración más de que tenemos un gran gobierno, pero lo más importante es que tenemos una excelente situación. A pesar de que los agoreros vaticinaron antes de las elecciones que se vendrían todas las plagas y que hace años que vociferan desde la oposición sobre todas las tragedias que nos amenazan, seguimos progresando y seguimos reconociendo todo lo que nos falta. A veces me viene la duda de si en realidad y con tal de recuperar el poder, de noche, en la soledad de su lecho algunos no sueñan de que todo se venga abajo lo antes posible. Debo ser un malpensado.