El pasado jueves 27 de octubre se realizó en el Paraninfo de la Universidad de la República un muy importante encuentro entre académicos y vecinos para tratar la problemática de la soja transgénica en Uruguay, y especialmente en Canelones.
A pesar del temporal, el viento y la lluvia, unas doscientas personas estuvieron presentes en ese foro convocado y organizado por la Comisión por un Canelones Libre de la Soja Transgénica y en defensa del agua. El objetivo era escuchar cinco presentaciones a cargo de Daniel Panario, Graciela Piñeiro, Pablo Galeano, José Rocca y Enrique Viana. Sin intentar repasar todo lo que se dijo esa noche es importante compartir algunas ideas.
La ronda comenzó por Daniel Panario, docente en la Facultad de Ciencias, quien repasó la situación del agronegocio en el país y algunos de sus impactos, especialmente en los suelos y aguas. A su juicio las dos mayores transformaciones que han ocurrido han sido la expansión de las plantaciones forestales y el cultivo de soja transgénica. Recordó que la calidad de las aguas es muy mala en varios cuencas, especialmente por la contaminación por fósforos, y alertó que ese mismo problema ya afecta a buena parte de la costa platense (donde algunas intendencias lo reconocen en sus evaluaciones pero parecería que otras no). Su conclusión fue que la tendencia es que estos problemas siguan empeorando.
Pablo Galeano, quien trabaja como bioquímico en la Facultad de Química, nos recordó a todos que la primera variedad de semillas transgénicas fue aprobada en Uruguay hace veinte años atrás: octubre de 1996. Poco tiempo después se iniciaba formalmente la siembra de soja transgénica, hoy bien conocidos por la sucesión de denuncias de los impactos que ocasiona la aplicación de distintos agroquímicos que requiere ese cultivo.
En un ejercicio bien interesante, Galeano rescató un pedido de informes que en aquel entonces se elevó desde el Frente Amplio (a cargo del diputado Enrique Rubio) al ministro de agricultura y ganadería (en el segundo gobierno de J.M. Sanguinetti). Pero aquellos eran otros tiempos y otras políticas, ya que desde la llegada del Frente Amplio al gobierno nacional se sucedieron nuevas aprobaciones de otras variedades transgénicas. Galeano además mostró que una de las supuestas ventajas por las cuales se publicita ese tipo de cultivos, un mayor rendimiento, en realidad no está necesariamente respaldado por la evidencia disponible, y siguen siendo determinantes las condiciones de los suelos, el clima o la disponibilidad de agua.
El fiscal Enrique Viana a su vez insistió en una idea que de alguna manera fue preanunciada por los anteriores panelistas: el Estado no logra imponer un control riguroso sobre esos cultivos y sus impactos negativos, y en varios casos en lugar de defender a los vecinos termina protegiendo a los grupos económicos que animan ese tipo de agricultura. Viana considera que los vecinos viven en un estado de indefensión.
La alerta no pareció exagerada cuando se escuchó la declaración de la red uruguaya de semillas criollas y nativas insistiendo que las variedades convencionales de maíces se están contaminando con maíz transgénico. Puede ser que para más de un lector urbano esto resulte un tema menor, pero es de una gravedad enorme: no se logra contener a las variedades manipuladas genéticamente, y ellas están contaminando a las plantas vecinas. O sea que, a este ritmo, aquellos que busquen una alimentación natural nunca podrán estar seguros de que las plantas que se consuman no sean transgénicos.
En el mismo sentido apuntó otro vecino que se dedicada a la cría de abejas al señalar que la contaminación con agrotóxicos también alcanzaría a la miel sin que ellos pudieran detenerla.
Recordemos que la soja transgénica genera varios efectos. Entre ellos está la aplicación de crecientes volúmenes de agrotóxicos, especialmente herbicidas, que en más de una ocasión son aplicados indiscriminadamente, contaminando predios vecinos, fumigando sobre personas, con todo lo cual se afecta seriamente su salud. Pero además, su práctica intensiva exige más a los suelos, desplaza otros cultivos, y tiene efectos contaminantes sobre otras prácticas produtivas, como la apicultura.
Todo esta actividad fue presentada por Alvaro Jaume, uno de los animadores de este grupo de vecinos canarios que vienen sufriendo directamente los efectos negativos, tanto sociales como ambientales, de todo este paquete del agronegocio sojero. La enorme asistencia presente en el Paraninfo demuestra que esta no es una preocupación de unos pocos, sino que se está extendiendo en el interior del país. Tampoco debe olvidarse que hay movilizaciones similares en los países vecinos; posiblemente la más conocida es la que ocurre en Argentina bajo distintas redes que coordinan a quienes son fumigados.
La comisión por Canelones Libre de la Soja Transgénica está en la fase final de recolección de firmas para reclamar una moratoria y controles sobre esos cultivos en el departamento. Y espera aproximarse a las diez mil firmas para cuando entregue esas papeletas en un gran acto ciudadano en la ciudad de Canelones.
Fotografía: Cosecha de soja en Canelones, mayo de 2015. Fotografía Enrique Gudynas.