Su discurso parece traído de la noche de los tiempos, sus métodos de lucha son agresivos y sus habilidades comunicativas prácticamente nulas. Asertivos e insensibles hasta el final, su retórica no busca persuadir sino controlar al auditorio y su discurso no aspira a empatizar con sus interlocutores, ni siquiera con la de la comunidad a la que victimizan. Por eso se expresan con tanto desdén cuando se les enrostra el daño que causan. A los “ultraizquierdistas” de ADEOM les alcanza con escuchar sus propias diatribas contra sus enemigos. En el fondo, su fraseología es más destructiva que sus acciones y probablemente le ha costado más derrotas.
El razonamiento “ultra" es una sucesión de sofismas vulgares, construidos a partir de consignas. Cuando uno les reprocha que sus métodos de lucha sumen a una ciudad entera en la basura, contestan que hay miles de gurises que viven revolviendo los contenedores. Si pudieran razonar, verían que si lo segundo es reprobable (que lo es) no lo es menos lo primero, por lo que el pseudo pensamiento queda formalmente invalidado. Claro que tales sutilezas no se compadecen con las urgencias de la lucha social. Como toda consigna encierra un sofisma, lo que sale de tales vericuetos argumentales es una verdadera ensalada rusa; y lo que es peor, de la rusa zarista.
Es que cada uno piensa según lo que añora, y así tenemos que mientras “El soviético” (aquel siniestro personaje que agredió a Ernesto de los Campos, ya muy enfermo de cáncer) dejó de pensar en 1989, Aníbal Varela estuvo en contacto con la realidad por última vez en 1968 y Alvaro Soto parece salido de una foto tomada en Moscú en 1917, tras asaltar el Palacio de Invierno y militarizar a los obreros junto a León Trostky.
Jacobinos confesos, los ultraizquierdistas no reconocen frenos morales ni responden a las limitaciones que impone la ética convencional. A diferencia de sus parientes renegados de la “izquierda tradicional”, las discusiones sobre la dinámica del cambio social, sus marchas y contramarchas, sus contradicciones y los valores implícitos en los procedimientos, carecen de todo sentido. Para los “ultras”, el cambio social es una máquina que sólo tiene acelerador y marcha en un sentido único. De hecho, los “ultras” confunden la máquina con el acelerador y están convencidos de que todo cuanto se haga para avanzar está justificado de antemano. Así, tildar de “traidor” a un dirigente gremial que opina diferente, amenazar con irse de la central obrera por desavenencias tácticas, dejar a la vecina de la calle Walcalde sin abrir las ventanas por miedo a la fetidez y las ratas o apelar a la violencia física, no son asuntos que los desvelen.
Es cierto que los “ultras” de Adeom se valieron tanto de la atomización de sus opositores como de su propia persistencia militante para hacerse con el control del gremio, pero también del miedo. Su discurso reproduce la retórica marxista, pero sus métodos los emparentan más con el fascismo. Las horas de la patota de municipales escupiendo e insultando a todo lo que se mueve no está tan lejos. De hecho, militar en Adeom, es una tarea peligrosa para la salud, tanto la espiritual como física.
No debería sorprender a nadie que los representantes de la “izquierda tradicional” (ampliamente mayoría en la Intendencia de Montevideo como en todas partes) encuentren dificultades para acceder al poder y mucho más para ejercerlo. La lucha interna supo de enfrentamientos entre los “ultras” y los “moderados” en los que la batalla se dirimió a trompadas o a “prepo”. Un secretario general golpeado salvajemente, un presidente impedido de hablar en plena asamblea, varios periodistas y reporteros gráficos agredidos y golpeados por municipales desaforados, intendentes insultados con expresiones discriminatorias, oficinas tomadas por asalto a patadas y empujones, son sólo algunas de las hazañas de los “ultras”, liderados por Aníbal Varela y su tropa de elite. Si la situación de fondo no se modifica ¿qué valor tendrá en el largo plazo la batalla de la esencialidad, en principio ganada por el gobierno de la “izquierda tradicional” en los últimos días? Y en ese ambiente, ¿Quién quiere ser dirigente gremial?