"Ojalá que los que nos une triunfe sobre lo que nos separa". El spot de la campaña lanzada por el Club Nacional de Fútbol para la Navidad  en el que se ve a dos pequeños vecinos intercambiando sus camisetas debería ayudarnos a reflexionar sobre la convivencia en sociedad, más allá de las peripecias futbolísticas. Dos niños salen  dispuestos a tirar a la calle la camiseta del rival tras comprobar el equívoco de Papá Noel y se encuentran con el vecino en idéntica situación. Deciden entonces hacer un intercambio de camisetas que parece un trueque de trofeos de guerra más que a un sincero reconocimiento de objetos de gran valor afectivo.

Con ser inspirador, quizás al spot le faltó un segundo gesto destinado a reparar lo mucho que se ha dañado la convivencia entre los uruguayos, un drama social que encontró en el fútbol una de sus manifestaciones más estentóreas, aunque no la peor. Los niños pudieron mirarse con complicidad y salir a jugar juntos, como lo siguen haciendo en cualquier calle o plaza del país. Después de todo, las imágenes de los barrabravas que esperan a sus adversarios para emboscarlos, golpearlos y quitarles los “trapos”, responden a la manifestación de un sector minoritario, cuyas vidas está sumida en las penumbras de la violencia, la intolerancia y la imbecilidad. La mayor parte de los hinchas de los equipos de fútbol no necesitan que el espíritu navideño los convoque para aceptar al otro, pero una campaña como la de Nacional puede alentarlos a seguir adelante. Ni qué hablar de aquellos niños y jóvenes que se encuentran expuestos a los códigos de los violentos.

"Ojalá que los que nos une triunfe sobre lo que nos separa". No importa cuánto nos separe, siempre será necesario construir comunidad a partir de lo que nos une. La frase consagra la existencia de personas e instituciones que tienen tradiciones e identidades diferentes, pero que son capaces de encontrar valores comunes para marchar juntos. Aquellos que creen en sociedades unánimes (ya sea que las estructure un partido, una ideología, una clase, una raza, una casta o una religión) están más cerca de la emboscada que del abrazo. Como no pueden ver en el otro nada bueno, solo son capaces de construir exclusión y tiranía.

Por cierto, no es lo mismo ser hincha de Nacional que de Peñarol y está bien que cada niño termine vistiendo su propia camiseta, pero hay algo más importante: los hinchas de todos los cuadros debemos reconocernos como iguales, no sólo para respetarnos sino para construir juntos aquellos sueños que compartimos. En definitiva, las cosas que reconocemos como diferentes en el otro nos ayudan a  crecer como personas, ya sea para reafirmar nuestras ideas y concepciones o para cambiarlas, a la luz de lo que del otro aprendemos.

A esta altura, sería obvio invocar la dimensión celeste del Uruguay para recordar cómo un equipo de fútbol nos hizo recuperar la autoestima a base de talento, valor, esfuerzo y profesionalismo. Más allá de lo anecdótico, cada vez que nos elevamos por encima de nuestras flaquezas, obtenemos un triunfo personal y colaboramos en hacer de nuestra sociedad un lugar mejor para vivir. Esto sólo es posible si lo que nos une triunfa sobre lo que nos separa. Feliz Navidad.