En el discurso del presidente José Mujica al asumir el 1 de marzo del 2010 pronunció una frase que ha sido muy citada, sobre todo por parte de los opositores: educación, educación, educación. Era una opción justa y muy compleja.
Pero si hubiera que definir ahora, con el diario del día después de 9 años de gobiernos del FA, sin lugar a dudas su rasgo distintivo de izquierda y, la clave de sus principales éxitos, ese eje, esa prioridad, fue el trabajo. Esa definición es profundamente justa y tiene un enorme valor estratégico y de cambio, por eso le dio un gran resultado y funcionó como un hilo conductor de las mejores energías durante los dos gobiernos del FA. El trabajo como generador de riqueza y progreso, como factor de oportunidades, como elemento central de la batalla ideológica y cultural del progresismo.
No se trata solo de cifras, de porcentajes, de estadísticas, sino de cosas mucho más profundas. Al capitalismo parasitario que caracterizó a las últimas seis décadas del Uruguay, surcado por algunas fibras de neoliberalismo, ese capitalismo de las carteras pesadas del sistema bancario y financiero público y privado, a través de las cuales se distribuía la plusvalía en el país, favoreciendo a los más avivados y no a los mejores empresarios y, que tuvimos que pagar cada diez años todos los uruguayos, no se lo podía derrotar solo con discursos, con críticas, con "modelos" La única arma posible era otra política económica y social que derrotara la plaza financiera como estrategia y la patria financiera como bloque social, y era a través de la estrategia del trabajo.
Pasar del 17.9% de desocupación a un sostenido y constante 6% de desempleo, o del nivel estructural y maldito de desocupación del 11% de los gobiernos blancos y colorados, enmascarado, además por una constante emigración de decena de miles de personas anualmente, no fue solo una gran conquista económica, fue y es la clave de los cambios, el mejor termómetro del crecimiento constante de estos 9 años.. Fue y es mucho más.
¿Alguien ha visto el tema del trabajo en las plataformas electorales actuales o pasadas de los partidos tradicionales?
No está y no lo estará porque no forma parte de sus reflejos programáticos condicionados. No está por razones de clase, aunque sigan empeñados en convencernos que las clases no existen, ni en la sociología y menos en la política. Existen, vaya si existen. Y no estará el tema del trabajo porque es la mayor confesión de su fracaso histórico en los diversos gobiernos nacionales que encabezaron.
El trabajo no es una política social, elemental, pero es de todos los indicadores sociales y económicos es el de mayor importancia social. El crecimiento extraordinario del número de trabajadores en todos los sectores de la actividad es el que más ha cambiado el panorama social del país. En la reducción de la pobreza y la indigencia y también en los derechos de los trabajadores.
Cualquier dirigente sindical, desde el más bisoño al más experimentado, sabe perfectamente que los Consejos de Salarios son fundamentales, pero que con tasas de desocupación altas, las negociaciones por los aumentos de los salarios y por las condiciones laborales son mucho más difíciles, completamente diversas que cuando hay una desocupación del 6%. Y eso es lo que sucedió en el Uruguay: la reinstalación de los Consejos de Salarios en un clima económico totalmente diferente.
El número de trabajadores, tiene directa relación con las jubilaciones, las pensiones y la salud de todo el sistema de previsión social del país e incluso con todos los planes sociales. El número de trabajadores, el nivel de los sueldos y su dinámica. Y los salarios no han parado de crecer en estos 9 años, a pesar de todas las presiones interesadas y los vaticinios tremendistas de la derecha. Y fue esa estrategia económica y social de apuntar a las exportaciones, a la diversificación de mercados, de productos y de servicios, pero también a fortalecer el mercado interno lo que permitió el crecimiento sostenido y MULTIPLICAR POR CUATRO el PBI en 9 años y ser hoy, el país con el más alto PBI por habitante de toda la región, superando incluso a Chile. Esto sucede en una región que viene creciendo desde hace dos décadas y para el Uruguay esta posición es ocupada por primera vez en la historia.
El Uruguay - según informe de la CEPAL- de hace dos semanas es el país de toda América Latina y el Caribe que registró el cambio más importante y positivo en el Índice Gini, de distribución de los ingresos entre la población. Esto hubiera sido absolutamente imposible sin el trabajo como elemento central.
Y no se trata de aspectos solo numéricos, sino de un cambio mucho más profundo. El pasar del penúltimo lugar, superando solo a Haití en materia de inversión extranjera directa, como el que ostentaba Uruguay a tener los actuales niveles de inversión nacional y extranjera impactó directamente en el empleo, porque la estrategia estuvo destinada a la inversión productiva y no especulativa, al Uruguay productivo y no al Uruguay financiero y sus diversas variantes de antaño. Y nuevamente el trabajo es la clave de eso.
El aumento del volumen físico de la producción del país en casi todos los rubros, pero también el aumento de la calidad de la producción, tiene que ver con el trabajo, porque la innovación, las tecnologías son también trabajo, son inteligencia en los instrumentos, en los procesos, en los productos y en los servicios que solo se logra con mucho trabajo y con trabajo de calidad.
El trabajo está obviamente presente en los grandes emprendimientos industriales, agropecuarios, en cadenas enteras de producción, en los servicios, en la logística pero también en la cultura. El ballet ha tenido una transformación profunda en el país, ha mejorado e intensificado su producción artística, sin lugar a dudas, y además es hoy un fenómeno de masas, y nacional. Y eso fue talento, fue esfuerzo y fue trabajo. Mucho trabajo, duro trabajo.
Aquí es donde comienzan uno de los cuellos de botella que afrontamos, el de la calidad y el nivel del trabajo. Los límites que tenemos hoy y, que tendremos mucho más en el futuro será la calidad del trabajo, la pericia, la capacitación, el saber aplicado al trabajo en todas las ramas de la actividad. Y salidos del pozo de la crisis, emergiendo en un país de avanzada, tenemos que afrontar con fuerza, con inteligencia y con mucho trabajo este tema. Y esto es formación a todos los niveles, educativo, en programas especiales y en la propia producción y en las empresas. Tenemos retrasos y posibilidades enormes. La inmensa mayoría de los técnicos y trabajadores calificados que hoy hacen funcionar algunos de los emprendimientos más complejos y sofisticados en nuestro territorio, son uruguayos.
El otro aspecto tiene que ver con la calidad de nuestra sociedad, no queremos una fábrica de empleados u obreros eficientes y calificados, queremos una sociedad más culta, más ciudadana, con mejores educadores, profesionales, pensadores, más libre en sus opciones, más consciente de sus deberes y sus derechos y eso requiere mucha calidad y trabajo en la educación, en la academia, en las ciencias sociales. Es la nueva etapa, aunque no partimos de cero, ni mucho menos.
Trabajo no es igual a empleo. Esa confusión existió y existe en el país y en el mundo. El ideal del empleo para toda la vida en una dependencia del Estado nacional o departamental y si fuera posible también transferible por herencia y donde la calidad del trabajo, el compromiso con los resultados es un tema accesorio y sin mayor importancia, es la peor visión del trabajo. Mata al trabajo y a su cultura. Y existe.
No se conquista la liberación haciendo la plancha en ningún lado, ni en el empleo público, ni con los faltazos permanentes en las empresas, ni dejando a los alumnos plantados, ni difundiendo el mensaje del "avivado" o de la "victima" del trabajo. Eso no es de izquierda, eso ni siquiera es de buena gente, porque en definitiva es descargar en otros las propias responsabilidades y afectar a otras personas.
Y eso sucede hoy en el Uruguay, en el Uruguay del 6% de desocupación, en el Uruguay de 9 años de aumentos de salarios, en este Uruguay, el tema del ausentismo y del bajo rendimiento laboral - como lo planteó con gran valentía Richard Read en su discurso del 1 de mayo - es un problema creciente y grave. No se resuelve solo con invocaciones y convocatorias el debate, sino reconociendo errores y cambiando normas. La certificación médica bastante alegre sin control, es hoy una tremenda sangría que impacta muy fuerte en el ausentismo.
Y no es solo un tema individual o individualista. Hay varias maneras de "peronizar" al movimiento sindical, uno es a través de la gestión opaca de los dineros sindicales o de cualquier programa y proyecto de los trabajadores y utilizarlos como elemento de poder, la otra es la de especular con el rendimiento laboral, con la producción. Y hay sectores donde eso se hace. Digamos el pecado y no el pecador. Pero muchos, saben que eso funciona. Y eso puede parecer combativo, hasta una "avivada" contra el patrón, pero a la corta o a la larga es veneno para los trabajadores y para los sindicatos. Y sobre todo para el país.
Cuando hablamos de que la izquierda debe tener espíritu crítico y sobre todo autocrítico para que el poder no nos devore, estamos hablando de afrontar los nudos en los temas centrales que hacen a nuestra identidad y a nuestra estrategia. Y el trabajo sigue siendo la clave del presente y del futuro nacional y de las causas populares.
La izquierda nació relacionada con la libertad, con el sentido ciudadano y muy poco después incorporó el trabajo como un elemento fundamental de su identidad, para cambiar el mundo, para cambiarnos a nosotros mismos.
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