La falta de datos firmes con relación a los emprendimientos portuarios en Rocha está abonando el terreno para el desastre, pero no ambiental sino social. El bloqueo de las obras por parte de un grupo de vecinos de La Paloma es sólo el preludio de lo que se viene si estas iniciativas, que cambiarán drásticamente la vida en la zona, no son manejadas de manera inclusiva, transparente y al menos con cierto grado de precisión.
Visto de una manera superficial, podría cuestionarse que los vecinos reclamen un estudio de impacto ambiental para hacer un camino donde antes había fierros viejos, que una vez formaron parte de una red vial. Sin embargo, para algunos vecinos está claro que permitir la construcción del camino significaría abrir las puertas al establecimiento de un puerto chipero en La Paloma, cuyas características y repercusiones son aún confusas.
El tipo de cargas, el flujo de camiones, los puestos de trabajo y la afectación ambiental y paisajística que generarían los emprendimientos son datos que se han manejado con tal grado de volubilidad que parecerían destinados a buscar una reacción negativa más que a evitarla. La falta de de referentes institucionales debidamente facultados y de respuestas ciertas ante preguntas angustiantes es el caldo de cultivo ideal para fomentar liderazgos y posturas radicales. Evidencias tales como la subutilización de recursos extremadamente valiosos, la falta de trabajo y estímulo para afincar a la población (sobre todo a los jóvenes) y las experiencias de emprendimientos similares que resultan amigables con el paisaje y el ambiente, son argumentos necesarios pero no suficientes.
Es probable que muchos de los movilizados no estén dispuestos a aceptar ningún emprendimiento industrial o portuario que los saque de ese entorno bucólico. Las razones podrán ser de diversa índole, pero conviene saber con qué tipo de sentimientos se está lidiando. Si nunca resulta fácil convencer y desmovilizar a personas que creen haber encontrado el paraíso, mucho menos lo será si se deja que se instale un sentimiento de desdén y desprecio.
Las autoridades tendrán que convencer a los habitantes y a los afectados no residentes de que los proyectos de desarrollo van beneficiar a la zona, al menos en términos relativos, no enfrentando subjetividad y racionalidad sino integrándolas. Después de todo, quienes se oponen a estos puertos creen defender causas trascendentes, tanto para ellos como para sus semejantes.
¿Alguien que conozca a los pobladores de La Paloma podía imaginarse un despliegue de la Metropolitana y la detención de cuatro insubordinados en pleno mes de agosto? De no cambiarse el curso de las acciones, es probable que los hechos evolucionen hacia una escalada irracional. Entonces, los manifestantes no serán setenta sino cientos y todo va a resultar peor. Es como si el largo y destructivo conflicto con Gualeguaychú no hubiera sido suficiente para aprender qué se debe hacer y qué no. Por ahora, lo que se avizora en Rocha no es un polo de desarrollo portuario sino la tormenta perfecta.
Tormenta
Tormenta
29.08.2012
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