Un memorando desclasificado del Departamento de Estado de los Estados Unidos dice textualmente "nuestra posición es apoyar a Brasil. Los brasileños ayudaron a arreglar las elecciones uruguayas".
El documento lleva el título "Top secret conversation" fue divulgado por el National Security Archive, organización de investigaciones sobre documentación oficial y políticas de seguridad nacional en Washington DC. La escena descripta en el texto transcurre en Londres el 20 de diciembre de 1971, apenas un mes después del triunfo de Bordaberry.
En la reunión participaron tres hombres: el propio presidente de Estados Unidos, Richard Nixon; su secretario de Estado, Henry Kissinger, y el primer ministro británico, Edward Heath. Nixon habla sobre el rol de Brasil en Sudamérica y se lo dice a Heath: "Nuestra posición es que apoyar a Brasil es la clave para el futuro. Los brasileños ayudaron a arreglar las elecciones uruguayas. Hay fuerzas trabajando que nosotros no desalentaremos".
Del mismo documento se desprende que unos días antes, el 9 de diciembre del mismo año, Nixon había mantenido una reunión con el dictador brasileño Emilio Garrastazú Médici. En ese encuentro, Médici le habría confirmado al norteamericano que el trabajo se había hecho.
El "Top Secret Conversation" menciona, a su vez, la preocupación entre algunos militares brasileños de que ellos tendrían que encargarse de la parte operativa de esta clase de iniciativas. Concretamente, el general Vicente Dale Coutinho se habría quejado de que "Estados Unidos obviamente desea que Brasil haga todo el trabajo sucio en la región sudamericana".
Según revelaron otros documentos de la misma época desclasificados la semana pasada, Estados Unidos y Brasil discutieron esfuerzos para coordinar intervenciones clandestinas contra los gobiernos de izquierda en Chile, Cuba, Paraguay y Perú, con el objetivo de evitar el surgimiento de "nuevos Allendes y Castros" en la región.
Al divulgarse esta información el primero en reaccionar en Uruguay fue el ex presidente Julio Maria Sanguinetti. Negó todo. Según Sanguinetti, "esos documentos no prueban nada, prueban indirectamente que Kissinger le dice al inglés que los brasileños parecería que ayudaron", afirmó. Además, enfatizó en que "está probado que no hubo fraude".
Sanguinetti afirmó que "la dictadura brasileña no amañó los votos y eso es así para todos los testigos". Dijo que "se podrá discutir si el presidente Pacheco podría haber sido o no candidato", pero "eso es otro tema", alegó. "Yo puedo compartir que no fuera constitucional, pero que fue una elección limpia está probado por la Corte Electoral y avalado por todos los testimonios", aseguró.
Hay una época tan oscura de la historia del país y en particular de la dirigencia del Partido Colorado que realmente conmueve.
Comencemos por las cosas más graves. Las que nadie desmintió.
El presidente de los Estados Unidos Richard Nixon y el primer ministro británico Edward Heath sin ningún tipo de reparos o media tintas afirman que están involucrados junto a la dictadura de Brasil en un fraude electoral en un pequeño país como Uruguay y el ex presidente Sanguinetti, se preocupa simplemente de se probó que no hubo fraude. Porque es obvio que para hacer fraude se necesita algo más que la colaboración de los gorilas del norte, se necesita la participación directa de fuerzas políticas uruguayas.
¿Hemos asumido la enorme gravedad del hecho, aún en el marco de la guerra fría, del contexto internacional de aquella época? Lo que está probado es que dos gobiernos que se definían como democráticos, propiciaban y participaban de alguna manera como ejecutores, como sostén o como conocedores de la situación de un fraude electoral.
¿No tendríamos que exigirle a esos dos países, 38 años después, que aclaren esas circunstancias, que tanto influyeron en la historia y en la vida, la libertad y la muerte de los uruguayos? Mejor dicho a los tres países, porque a pesar de estar bajo una dictadura Brasil era el ejecutor.
La historia no puede ser provincial, circunscripta a la disputa electoral actual, ni siquiera al debate sobre nuestra historia reciente, debe ser capaz de mirar con grandeza, con profundidad y sobre todo con sensibilidad.
Nadie puede creer seriamente que esas conversaciones fueron balandronadas de Nixon, Kissinger y Heath. Existieron y forman parte de nuestra historia, aunque el Dr. Sanguinetti, salga prontamente a desmentirlo todo.
El fraude mayor, fue la propia candidatura de Pacheco a la reelección. Esa operación fue todo un fraude. ¿En qué medida fue utilizada para encubrir un fraude directo, es decir una manipulación de los votos en determinados circuitos? Esa es otra parte del fraude.
El sistema del voto simultáneo por los dos sistemas constitucionales propuestos, fue sin duda una operación turbia en todo sentido. Y la organizó el Partido Colorado. El Partido Colorado ganó las elecciones por 12.808 votos, lo que representaba el 0.74% del total de los votantes; 1:712.766 ciudadanos.
La mínima diferencia con la que ganó Bordaberry es parte de esa sospecha que nadie logrará disipar, que con la minoría de los votantes se impuso un gobierno de derecha, sin ninguna vocación democrática y responsable directo de haber violado la Constitución y de imponer una dictadura que duró once años.
Bordaberry Sapelli, la fórmula colorada ganadora obtuvo 379.515 votos el 21.97% del total del electorado, la fórmula Ferreira Aldunate- Pereyra obtuvo 439.649 votos, el 25.45% del total de votantes. El Frente Amplio obtuvo 304.275 y el 17.62%.
Lo que es notorio y estridente es que esa visión que durante mucho tiempo nos quisieron vender, que había una arrolladora mayoría de derecha en el país, no es cierta, con menos de un cuarto por ciento del electorado se impuso un presidente de extrema derecha. Producto de un sistema electoral construido por ambos partidos pero creación del partido de gobierno.
En eso hemos avanzado, hoy en el Uruguay actual eso sería absolutamente imposible. No sólo por razones políticas, sino también constitucionales. Así que el tema del fraude hay que considerarlo en tres dimensiones.
Una internacional, la intromisión y los planes del gobierno de los Estados Unidos en complicidad con la dictadura brasilera para utilizar el fraude. Eso existió y nadie puede desmentir ese propósito. Y tenemos que seguir analizándolo y exigiendo que se aclare. Con o sin Sanguinetti y los otros colorados que sólo quieren hablar del futuro, porque el pasado los condena.
El fraude estrictamente electoral, es decir si de alguna manera o con diversos mecanismos falsearon los resultados. Eso forma parte de la polémica, pero lo que aparece cada día son nuevos argumentos y pruebas en el peor sentido. Y para modificar el 0.70%, es decir menos del uno por ciento del electorado, alcanzan con algunos circuitos. La sospecha nos queda, grande, creciente.
Y el tercer elemento fue la reelección, como perverso mecanismo de fraude político, de distorsión de muchos ejes naturales de la vida política para favorecer que un oscuro y tenebroso personaje sin méritos ni capacidades se haya hecho del poder y nos haya destruido una década de nuestras vidas. Qué distinta hubiera sido la historia...
Le estafaron la victoria a Ferreira Aldunate y una parte de vida a todos los uruguayos, incluidos los colorados.
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