La declaración de la Conferencia Episcopal del Uruguay, fechada en Florida el 12 de abril de 2016, me produce una serie de reacciones y epítetos calificativos que no es digno escribir. Se trata de una muestra ejemplar de un texto diseñado quirúrgicamente para dar una impresión y hacer lo contrario: dar la impresión de compromiso y encubrir ante la justicia a los violadores de menores.
Podrán ser de recibo los pedios de perdón y las frases comprometidas del papa Benedicto XVI. No es que no alcanzan, sino que no vienen a cuento. Ni los obispos, ni los sacerdotes, ni los “consagrados” tienen en nuestro Uruguay laico ningún estatuto que los distinga del resto de los ciudadanos: no hay legislación alguna que les otorgue impunidad ni mucho menos que les atribuya el derecho de juzgar de antemano qué es o qué no es un delito.
Señores obispos, no nos hagan más cuentos: dejen de encubrir a sus pares y hagan las denuncias correspondientes ante la justicia. Todo lo demás, con protocolos preventivos, lindas frases y perdones por decenas, no es otra cosa que complicidad.
Es bueno tomar conciencia de que esta organización que encubre deliberadamente a los abusadores de menores, a quienes no denuncian ante la justicia por lo que en sus propias palabras son “actos aberrantes”, es la misma que pide exoneraciones y prebendas para desarrollar su supuesta habilidad superior en la educación precisamente de esos menores.
Declaración de la Conferencia Episcopal del Uruguay