La respuesta de la Federación de Profesores, FENAPES, a las afirmaciones de Danilo Astori sobre las prácticas corporativistas de los gremios de la Enseñanza y la falta de resultados de la inversión en el sistema educativo parece un adelanto de lo que vendrá.
Astori había señalado a los gremios de docentes como un obstáculo para la reforma, al anteponer sus intereses sectoriales a los nacionales. No contento con ello, el futuro vicepresidente de la República habló también de “mentalidades muy conservadoras”, aunque sin especificar si se refería a los mismos actores. El momento era oportuno para reconocer que el gobierno se equivocó al otorgar mayores partidas presupuestales y aumentos considerables de salario a cambio de nada, pero eso no hace menos audaces sus palabras.
Para José Olivera, dirigente de la FENAPES, las declaraciones del vicepresidente electo auguran “un relacionamiento difícil”. Olivera calificó como insuficiente el aumento de la partida destinada a educación y dijo que “si las políticas económicas no ponen un mayor énfasis” en la pobreza, no se podrá revertir los problemas sociales. Por cierto, también reclamó la plena “autonomía o cogobierno como única vía de democratización de la educación pública”. De mejorar la gestión, ni una palabra.
Las declaraciones de Astori llegaron algunos días después que José Mujica se reuniera con el PIT-CNT para sumar a la central obrera a sus esfuerzos por reformar el Estado. A las pocas horas, la dirigencia de COFE manifestó su malestar por considerar que habían sido “puenteados” por Mujica. A diferencia de Astori, que expresó frontalmente lo que buena parte de la población piensa sobre los gremios de los docentes, Mujica hizo una jugada táctica, que no por evidente deja de ser útil a su estrategia.
El asunto es muy claro: por mucho que se busque incluir a los gremios de docentes y funcionarios públicos, no habrá verdaderas reformas si no se aumentan las exigencias, se eliminan los privilegios y se remueve definitivamente los sueños de control corporativo. Hasta ahora, Mujica ha sido ambiguo sobre este destino fatal. Si bien alguna vez dijo estar dispuesto a enfrentar la oposición de los gremios con tal avanzar en las reformas, luego pareció seducido con la idea de que es posible compatibilizar los intereses de todos. Como en el caso del modelo neocelandés, que admira y pregona, el futuro presidente quiere tener todos los beneficios pero sin pagar ningún costo. Es como querer asar la manteca. No hay manera.
Si los docentes van a acceder al enorme botín político y económico del Codicen y los trabajadores agremiados en COFE van a seguir vegetando hasta el día en que se jubilen con impunidad y alevosía, entonces la reforma será un engaña pichanga. En cambio, si la nueva administración exige resultados para mejorar salarios y ascender funcionarios, sanciona a los infractores y gobierna en nuestro nombre la Enseñanza y el Estado en general con sentido profesional y patriótico, entonces la confrontación con el “status quo” va a ser inevitable. El problema es que los sindicalistas que lideran a los gremios involucrados pertenecen al MPP y el Partido Comunista, los mismos sectores que catapultaron a Mujica a la Presidencia.
El futuro presidente deberá mostrar a la ciudadanía por qué dijo en la campaña que el Frente Amplio era el único partido que podía entenderse con los sindicatos. ¿Habrá llegado el tiempo de convertirlos en servidores públicos o seguiremos esclavos de sus privilegios y ambiciones?
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