Contenido creado por Gastón Fernández Castro
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Tecnología serrana

Tecnología serrana

06.04.2010

Lectura: 5'

2010-04-06T11:20:52-03:00
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Mi cabaña en Villa Serrana cumplió 20 años. Mejor dicho, hace dos décadas que la habito, su construcción inicial es de 1949. La fecha está inscripta  en una de las piedras de sus anchos muros. Es un buen punto de observación para muchas cosas humanas y técnicas. Hace 20 años hicieron la primera conexión eléctrica muy precaria, que se interrumpía con mucha frecuencia. Había que reclamar a UTE en Minas, demoraban, pero siempre llegaron en sus asfícticos camioncitos anaranjados a reparar las fallas.

Para llamar por teléfono había que hacer 8 o 9 kilómetros hasta una precaria vivienda que lucía un herrumbrado cartelito de ANTEL. Era la posición de Vallefuente donde una amable telefonista armada de un respetable armatoste con una manijita y mucha paciencia comunicaba con la central de la ciudad de Minas y de allí al mundo…

Se hablaba dentro de la vivienda de la operadora.

Además de la precariedad y la incomodidad del camino lleno de baches que había que recorrer todo era casero, un poco aventurero y lleno de incógnitas. No siempre la manivela manejada con energía e insistencia recibía la necesaria respuesta. Eso sí, lo que nunca fallaba era la curiosidad, en toda la línea todos se enteraban de las conversaciones.

Luego y durante 15 años tuvimos un salto tecnológico impresionante: una radio que conectaba con buena voluntad, buen tiempo y suerte a una central – siempre en Minas – que a su vez realizaba las llamadas telefónicas requeridas. Un día llegó Ruralcel. Duró poco, era una transición hacia el rey: el celular. Al principio había que buscar la lomita especial donde se recibía con cortes la señal del celular. Ahora es como estar en 18 y Andes, funciona perfecto. Se terminó la incomunicación Y la paz. Todos estamos en más pleno goce de nuestras insaciables capacidades comunicacionales. Y todos tenemos celular, algunos más de uno. No sea cosa.

Ahora se ha incorporado Internet. Omnipresente, omnipotente, omniserrano. En la computadora tenemos acceso a la red global y para enterarnos cómo andan las obras de refacción del Ventorrillo de la Buena Vista o del Mesón de las Cañas o cuando abrirá La Fortaleza no hace falta recorrer los polvorientos caminos de la Villa, basta buscar en Google… Además hay cabinas de ANTEL hasta en el puesto de la policía. Alcanza con espantar al gatito que duerme plácido bajo la caseta para acceder al nuevo servicio.

Los caminos polvorientos, las rutas descascaradas y con generosos pozos están siempre iguales, aunque las máquinas de la Intendencia de Lavalleja las acometan en las fechas próximas a la Semana de Turismo, las vacas pastan tranquilas en medio de calles y campos compartidos, los personajes son los mismos y los caballos de alquiler están agotados como siempre de hacer los mismos repetidos recorridos, pero la tecnología hizo su entrada triunfal y sin retroceso posible entre las cabañas que un día imaginó Villamajó. Lo que la tecnología no ha logrado resolver, ni la Intendencia tampoco es la acumulación desbordante de basura en Semana de Turismo para alegría de los perros sueltos y gourmets.

Año a año se construyen algunas nuevas cabañas, incluso los colores utilizados ya no son los mismos. Villamajó las programó utilizando la paleta original de los muros de Roma, ocres, rosados apagados, lacres. Ahora hay estridentes azules, verdes artificiales, techos y paredes rojos destellantes. Siguen siendo manchitas en ese gran valle en cuyo fondo la represa Arquitecto Stewart Vargas forma un laguito modesto y sin pretensiones. Cada año vienen más visitantes. Todos juntos, en Semana de Turismo. Al anochecer cuando se prenden los fogones parece a la distancia un campamento indígena gigante y previo a la batalla. Los tamboriles ayudan a crear el clima. Aunque aquí la única batalla es con las achuras, las tiras de asado y el mate que reina sobre todo.

Es un reducto que se bate con energía por preservar a poco más de 145 kilómetros de Montevideo - una nada - un espacio para las largas charlas alrededor del fogón, las interminables ruedas de truco y sobre todo la reunión con los amigos, entre las familias. No comparto en absoluto esa visión de que la vida económica y productiva del Uruguay comienza con la llegada del último ciclista de la Vuelta. Ni el campo y todas sus industrias conexas funciona así, ni el turismo que se ha transformado en un motor nacional, ni las exportaciones ni otras muchas otras actividades. Es uno de los tantos mitos superficiales que nos sirven para castigarnos.

Los uruguayos defendemos con ferocidad ciertos espacios para compartir, para cazar y pescar y mentir sobre el tamaño de las presas, para divertirnos y dedicarle tiempo a la amistad, la familia, el compañerismo. No creo que debamos pedir perdón por vivir, por convivir, por compartir.

Este año el PBI crecerá el 5%, una cifra extraordinaria y eso es posible por el trabajo de todos, inclusive en Semana de Turismo, pero si el famoso PBI no nos sirve para vivir mejor, para compartir esos instantes en que nos juntamos y nos reconocemos ¿para qué sirve?

Hay actividades humanas, como el trabajo o el capital, que tienen como objetivo fundamental e imprescindible generar bienes, riquezas, conocimientos, capacidades que son comprados y vendidos. Hay otras actividades que sólo producen calor, humano. Una pizca de felicidad. Incluso con tecnología de cobertura orbital.