Se puede decir que los políticos deberíamos tener más oreja que boca, tendríamos que escuchar los leves temblores de la tierra popular, los susurros de las voces de la sociedad. Pero si de lo que se trata es de gritos gigantes y de terremotos en la cultura política, deberíamos estar muy atentos.
Si además los políticos somos y nos decimos de izquierda la atención hacia las señales de la sociedad, de las diversas generaciones son una obligación. Nuestra propia identidad como pensamiento de izquierda nació como la voz política de la gente trabajadora, humilde, explotada y sin derechos, incluso la gran mayoría de los sectores medios. Los sans-culottes no sólo no llevaban calzas ajustadas, sino que además de sus holgados pantalones cargaban con siglos de postergación y explotación e hicieron explotar su voz en toda Europa. Eran el Tercer Estado y a su manera lo siguen siendo.
Esta campaña electoral en Uruguay tiene muchos rasgos distintivos, aporta muchos elementos nuevos. Se podría hacer un catálogo, pero para definir las prioridades hay que elegir como siempre cuales son los que impactan más en el ciudadano, en el votante, centro y eje de toda campaña electoral. Y muchos episodios están demostrando que está emergiendo una nueva forma de hacer política. Eso es lo más nuevo e impactante.
Vienen funcionando desde hace tiempo, pero en esta campaña electoral se han transformado en las grandes protagonistas: las redes a través de Internet. No son sólo el uso de un nuevo instrumento tecnológico, que por otro lado existe hace tiempo, sino el uso, la voluntad de participación e intercambio y las iniciativas que se generan a partir de esas redes. Es la combinación lo que le da novedad.
Novedad que a su vez genera temas nuevos para analizar en la política y en la izquierda. ¿Podría alguien imaginarse una campaña electoral en el Uruguay de hoy sin Internet y sobre todo sin las redes que se crean en Internet? En particular en la izquierda.
La primera erupción volcánica fue la convocatoria a la rambla de Montevideo, hasta ese momento reducto indiscutido de los partidos tradicionales en esta campaña electoral. En una jornada, la izquierda – incluso a despecho de las resoluciones orgánicas contrarias – tomó pacífica y organizadamente la larga y sinuosa rambla y la transformó no solo en una gran demostración popular, sino en un desafío a los esquemas y a los dueños de las estructuras.
Luego vino una convocatoria a cacerolear durante un programa televisivo del candidato blanco, el ex presidente Luis Alberto Lacalle. No funcionó. Lo que demuestra que no alcanza con hacer circular una convocatoria, hay que saber captar y resumir en ese momento los sentimientos de la gente. No todo funciona, no son redes tecnológicas, son redes políticas.
El sábado pasado 272 metros de bandera tricolor partieron del Obelisco y recorrieron muchas cuadras de la avenida 18 de julio con miles de portadores, espectadores y manifestantes. Una columna que contó con el apoyo de las estructuras. Que aprendieron la primera lección.
La segunda lección, es que si esas manifestaciones pierden ingenio y pierden espontaneidad y pretenden transformarse en instrumentos de las estructuras se secarán en muy poco tiempo. Son gritos vitales precisamente por la fuerza de su novedad y de su espontaneidad.
Pero no toda la novedad está en estas manifestaciones. Los grandes demostraciones acompañando a la formula en el interior del país son totalmente desproporcionadas a la convocatoria orgánica, son parte de una circulación “boca a boca” que llega a los barrios, a las zonas alejadas y que las mueve. En Melo el gran acto tuvo una componente fundamental de gente que venía de los barrios, y hay quien dice que fue uno de los actos más grandes que ha realizado la izquierda en ese departamento. El mecanismo central en este caso no fue Internet, es la propia gente, son las cadenas humanas que hacen circular la voz en la comunidad. Y la comunidad responde. Vaya si está respondiendo.
¿Y después de las elecciones? Es bueno hacerse esta pregunta ahora, que estamos en medio de la campaña para que luego del resultado, cuando toda vuelva a la “normalidad” no lo olvidemos. Es que las cosas no deben volver a la “normalidad” deben seguir siendo extraordinarias, especiales, diferentes.
Todos proclamamos y convocamos a cambiar la política pero para ello hay que bucear y aprender de la sociedad, de las corrientes y movimientos que surgen de ella. No es sólo ni principalmente una consecuencia académica, sino política, de aprendizaje social y compartido. Y no tiene que ver solo con el Frente Amplio y su funcionamiento que ya no da cuenta de los nuevos procesos, de las nuevas generaciones, de los nuevos actores sociales, de las nuevas realidades territoriales, pero también tiene que ver también con el gobierno, con el ejercicio de la ciudadanía.
Son cosas inseparables, si volvemos a ganar el gobierno, es imprescindible practicar y ensayar formas nuevas de participación de la gente a través del voluntariado, a través de las discusiones, a través del compromiso en la gestión de gobierno. No se trata de temas nuevos con envases viejos, las formas importan mucho, tenemos que reflejar estos nuevos procesos en las estructuras, en las formas de los partidos, en la comunicación y sobre todo en la capacidad de influir en el poder.
Si el único punto de contacto entre el poder y la gente de izquierda es a través de la comunicación o cada cinco años en las campañas, también eso se agotará. La democratización de la información y de la participación ciudadana son claves para los nuevos cambios, los nuevos resultados, para sentirnos constructores no sólo de las realidades materiales, sino de un clima, de un humor social de mayor confianza, compromiso, solidaridad y sensibilidad. Son en si mismo una medida del cambio democrático.
El sábado pasado en el “banderazo” había muchos jóvenes – tan difíciles de encontrar en la política actual – muchas mujeres y muchas familias enteras. Escuchemos, izquierdistas, escuchemos.
No somos inoxidables
Un último comentario. En política y en campaña electoral todavía menos, no hay nadie inoxidable. Los aciertos y los errores se premian o se pagan. Pueden o no ser irreversibles. La izquierda tiene 4 semanas para situar nuevamente los dos grandes temas centrales: el balance sobre el gobierno actual y sobre todo, las propuestas, las ideas, los proyectos para el futuro del país.
Si logramos centrar nuevamente los temas, ganamos. Hay que saber que en la primera vuelta, mientras la izquierda juega con una sola carta, los adversarios juegan con todo el mazo: los diferentes partidos, los votos en blanco y los anulados. El Partido Nacional no crece, crecen los indecisos. Los ciudadanos de izquierda, los de a pie son una clave para llegarle a esos sectores.