El recuerdo de la ocurrencia de Batalla fue sólo una glosa en medio de la entrevista, pero el comentario de una seguidora de mi cuenta de Twitter le agregó otra perspectiva. Cuando le expliqué el contexto y el autor de la frase, respondió: "la podemos seguir usando tranquilamente".
Los uruguayos sabemos a quién votamos para los diferentes cargos de gobierno en las pasadas elecciones nacionales. Las dos instancias consagraron una proporcionalidad parlamentaria y un Presidente de la República, y fue del caso que este resultara también el candidato de un partido que consiguió, por tercera vez consecutiva, la mayoría parlamentaria absoluta.
El hecho es relevante, aunque suele perderse de vista, porque explica algunas de las decisiones de Tabaré Vázquez, jefe del Poder Ejecutivo pero no de la mayoría parlamentaria. Si a esto le sumamos que no hay un partido de gobierno sino una coalición (que sus integrantes denominan, eufemísticamente, "fuerza política") podría explicarse por qué Vázquez debió ceder en casi todas las iniciativas que tomó sin contar con el apoyo del eje MPP/PCU.
Podría explicarse también por qué el ministro de Economía, Danilo Astori, inscribió la marcha atrás en las negociaciones del TISA (decisión que, a su juicio, puede generar desempleo) en el marco de un año complejo, en referencia al debate parlamentario del proyecto de ley presupuestal. Como la disciplina interna del oficialismo alcanza para votar la mayor parte de las leyes, Vázquez pidió la opinión del Plenario Nacional del Frente Amplio sobre la conveniencia de que Uruguay continuara adelante con las negociaciones para el TISA. Quizás por eso mismo, y aún después de obedecer a los consultados en materia de comercio internacional, les pidió que no introdujeran modificaciones significativas al proyecto de presupuesto enviado por el Ejecutivo que encabeza.
Nótese al pasar que el Plenario frentista no rechazó un acuerdo comercial (por ahora inexistente) sino la posibilidad de que Uruguay hiciera oír su voz en un foro en el que se consideran cuestiones referidas a un área clave del comercio mundial, como es la de los servicios. Por lo visto, sus delegados no confían demasiado en las habilidades o convicciones de sus gobernantes.
Como en el Plenario no existe una proporción emanada de los comicios (la mitad de sus integrantes son delegados "de las bases", alineados mayoritariamente al eje MPP/PCU) la decisión del Presidente dejó al país prisionero de la opinión de una minoría, en un tema crucial para el desarrollo y el bienestar futuros.
No se trata de saber quién gobierna puesto que ya no es un secreto para nadie: lo hace una subcoalición político sindical liderada por el eje MPP/PCU. De lo que se trata es de saber qué van a hacer, en este inquietante contexto político, los representantes electos por el voto popular, ya sean oficialistas u opositores, en las encrucijadas que puedan llegar. Es que en Uruguay el voto sigue siendo tan secreto que sabemos a quién votamos pero no a quién elegimos para gobernar. Como observaba la amiga tuitera, la sentencia de Batalla sigue teniendo una peligrosa vigencia.
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