A pesar del viento a favor y del crecimiento de nuestra economía, estamos convencidos de que este país sólo podrá consolidar un camino de éxito y desarrollo si logra cambiar su cultura de gobierno.

Se han sucedido gobiernos de distintos partidos y la vieja y triste cultura de gobierno continúa predominando con su fuerte lastre que impide un avance sustantivo. Este es el cambio principal que, a nuestro juicio, necesita en forma imprescindible nuestro país, y es el cambio más difícil de lograr.

El mundo funciona en base a dos grandes principios: la velocidad y la innovación. Nuestro país funciona sobre la base de la lentitud y la conservación. Si seguimos así, nuestro destino será quedar cada vez más rezagados.

Tenemos que dejar de lado las frases que nos llaman a la resignación y al desgano: “se hace lo que se puede”, “es lo que hay, valor”. Por el contrario, es posible dejar de jugar al empate y al “0 a 0” para jugar a ganar y, si es posible, por goleada.

Se puede dejar de optar por la medianía y la mediocridad para promover la excelencia y la superación permanente. Se puede reivindicar el éxito y el logro, en lugar de la rutina. Se puede dejar de lado el “principio de los derechos adquiridos para dar lugar a la exigencia y premiar el esfuerzo. Se puede superar la perversa tendencia de “igualar hacia abajo” por el premio a los logros y los resultados.

Se puede evitar el reflejo de dejar para el lunes lo que se puede hacer el jueves, o para marzo lo que se puede terminar en diciembre. Tenemos que reivindicar el valor del riesgo y de la apuesta a mejorar por encima de la tendencia a quedarnos con “más vale malo conocido”.

Este país debería premiar el espíritu emprendedor y sancionar al que espera que los años pasen hasta llegar el día de la jubilación. Tenemos que reivindicar los derechos de los ciudadanos y defenderlos frente a los reclamos corporativos que buscan apropiarse de beneficios y prebendas particulares.

Se puede lograr que los jóvenes se queden, pero para ello debemos generar nuevas expectativas de que es posible lograr el desarrollo personal en nuestra tierra. Pero esta transformación cultural profunda no es posible en un país dividido en dos mitades. Desde hace diez años este país ha estado preso de la división política en dos mitades. Desde hace diez años una mitad ha gobernado contra o sin la otra mitad.

Así no es posible avanzar, así no es posible fijar los caminos de larga duración, y no existen posibilidades de desarrollar nuestras potencialidades. No es posible tampoco dar garantías a los actores sociales y económicos de que ciertas decisiones mantendrán estabilidad.

Es necesario cambiar la lógica de las dos mitades por la lógica de la construcción de consensos básicos que incluyan a amplios sectores de distintos partidos. Los países que en el mundo avanzan y crecen son aquellos que han logrado acuerdos básicos en los asuntos principales y que, gobierne quien gobierne, se sabe que ciertas cosas continuarán estando firmes y estables.

Tenemos que construir las condiciones de acuerdos estratégicos entre todos los partidos para articular algunas políticas centrales que no estén sometidas a los vaivenes de las luchas electorales.

Tenemos que lograr un país del que nadie quiera ni deba irse.