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Pablo Mieres

Escribe Pablo Mieres

Se’ gual

La columna de Pablo Mieres.

12.12.2012 08:31

Lectura: 5'

2012-12-12T08:31:00-03:00
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Así decía "Minguito" hace unos años en la tele para señalar que todo daba lo mismo. Lamentablemente, este país se está acostumbrando a que todo de lo mismo, a que la letra de Cambalache cuando dice "da lo mismo el que labura, noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley" se convierta en realidad visible.

Una vieja frase, tomada al principio medio en broma, se ha ido convirtiendo en una peligrosa máxima de conducta que se aloja en el seno de nuestra sociedad: "como te digo una cosa, te digo la otra". Ciertamente fue José Mujica el que la acuñó hace ya varios años, cuando todavía no era Presidente, pero se fue independizando de su autor para transformarse en una referencia autónoma que afecta sustantivamente la densidad moral de nuestra convivencia.

"Como te digo una cosa, te digo la otra" se ha convertido en una referencia que ha bajado la calidad moral de nuestros debates. No importa lo que se dice, ni lo que se hace; porque lo que se dice en un momento puede ser cambiado por lo que se dice en el momento siguiente. Da lo mismo, se' gual.

La afirmación que ha ganado terreno, más allá de la referencia humorística, desprecia el valor de la verdad, de la autenticidad y de la coherencia. Nada importa mucho, porque lo que vale es el total relativismo, que incluye por supuesto la pérdida del valor de la palabra.
Una sociedad que admite que da lo mismo "a" que "b", bueno que malo, aquello que esto, es una sociedad en crisis de valores. Una sociedad que no rechaza el "masomenismo" como filosofía de vida está condenada al fracaso.

En esa misma línea se debe analizar la reacción del Presidente ante la noticia que indicaba que la aseguradora de Cosmo no se haría cargo de la garantía otorgada al BROU para sustentar el famoso aval que este otorgó indebidamente. El Presidente despreció la gravedad de la noticia con una de sus típicas frases: "Hay tantas cuentas que no hemos cobrado...", como si lo ocurrido en el pasado justificara una eventual omisión actual.

Lo que pasa es que, en definitiva, la admisión de que no es preciso contar con principios o mandatos morales que rijan las conductas lleva al completo relativismo en el que el norte rector está determinado por la conveniencia política. Ese es el fondo del asunto, el reinado absoluto de la conveniencia política; se hace o dice lo que más conviene y no lo que se debe, sin tener por qué estar sujeto a normas de conducta.

Pero lo peor es que tampoco se admite la subordinación a las normas jurídicas. Porque el desarrollo mayor de esta concepción se definió hace unos pocos meses, cuando el Presidente afirmó que: "lo político está por encima de lo jurídico", para justificar la flagrante violación de las normas internacionales para votar el ingreso de Venezuela al MERCOSUR.

De modo que la conducta no sólo carece de límites que surgen de normas dictadas por el respeto o adecuación a ciertos valores, tales como la verdad, la coherencia o la justicia; sino que tampoco está sujeta a la normativa jurídica, puesto que las normas jurídicas estarían supeditadas a las valoraciones políticas. Es más, el propio Presidente abundó en su justificación, señalando que en todos los hechos que ocurren, el Derecho permite defender tanto una tesis como su opuesta, sosteniendo la total relatividad normativa y salvando de ese modo, de manera inadmisible, la prevalencia de los criterios de valoración política.

Este es el tipo de problema que tenemos. El principal criterio rector es la conveniencia política que es valorada por el propio gobernante en función de sus propios criterios de qué es lo mejor para sí y para el colectivo. El problema es que esta forma de actuar se derrama a lo largo y ancho de la sociedad, contagia y ayuda a "aflojar la cincha" de las reglas morales, para dejar paso a un relativismo moral que nos pone en manos de la arbitrariedad.

Es imprescindible recuperar el camino de la revalorización de la palabra empeñada y de la importancia de la verdad, la coherencia y el respeto a las normas jurídicas, que son el fundamento del Estado de Derecho.

Por eso no todo se'gual, sino que hay que reivindicar que ciertas actitudes y conductas valen más que otras, porque ese ha sido el camino seguido por las sociedades que se respetan a sí mismas.

Por ejemplo, sería bueno que en el caso del escándalo ocurrido en torno a PLUNA se actuara en función del respeto y la valoración de la verdad, la justicia y el derecho. En vez de emparejar hacia abajo o mirar para otro lado.