Lo oí claramente. Todos lo oímos. Para el presidente de la República, no hay "periodismo independiente" ni "politología independiente" sino tan sólo por parte de quienes no asumen compromiso. Así pretendió explicar el viernes pasado en su audición radial las críticas que recibe regularmente desde estos ámbitos. La conjetura es inquietante.
Lo es primero porque pretende desacreditar a quienes lo contradicen, no refutando sus críticas sino minando su credibilidad. Si aquellos que le "dan palo" lo hacen desde la oposición, la dependencia solapada o la falta de compromiso, no hay razón para tomarlos en cuenta. Después de todo, sus opositores no serían más que una banda de mezquinos, mandaderos y simuladores.
Si esto es lo que de verdad piensa, José Mujica estaría engañándose: quienes le han hecho pasar las mayores dificultades desde que ocupa su alto cargo no han sido sus opositores políticos o ideológicos ni mucho menos los observadores independientes sino sus propios compañeros frentistas. Cuando no su imprudente verborragia. No faltaron ni faltarán voces críticas, pero no parece una decisión sabia arremeter contra todo sólo porque necesita encolumnar y encontrarle un enemigo común a su indisciplinada tropa. La afirmación no es simpática pero, ¿de qué otra manera interpretar su referencia a los "oligarcas" que compran autos chinos o aprovechan las rebajas en los shoppings para adelantar los regalos de Nochebuena?
Que no venga con que fue sacado de contexto ni con "me equivoqué y ta", como suele hacer cuando la embarra. Correspondería que aclarara si es que no reconoce en la independencia intelectual una forma de compromiso o si, reconociéndola, no encuentra en ninguno de los periodistas y politólogos del país tal virtud. Lo segundo sería lamentable pero no pasaría de un juicio de valor. Lo primero sería mucho más grave porque reflejaría un flagrante desconocimiento de la realidad o una concepción determinista o cínica de la condición humana.
Quizás lo que esté ocurriendo es que José Mujica sólo pueda ver a los demás desde los lentes de sus propias decisiones. Él eligió ser dependiente de una organización y una praxis política que lo dejó, por un largo y doloroso período, al margen de la libertad. Sin embargo, aun en tan duras circunstancias, sus ideas comenzaron a cambiar y lo aproximaron a una independencia de criterio y a un sentido de la libertad que todos le reconocen. Es cierto que su militancia lo mantuvo atado a decisiones colectivas, lo que quizás le tuerza la perspectiva sobre los procedimientos ajenos, pero debería al menos reconocer el compromiso de quienes andan a la intemperie y responden por lo que dicen con su salario, su reputación o su pellejo.
Creer que no hay "periodismo independiente" porque los periodistas, aun deseándolo, dependen de sus patrones y avisadores, o por la dependencia ideológica que generaría las propias convicciones de los aludidos, es propia de un espíritu sandio, es decir, necio o simple. Se podría aceptar en un militante de comité, pero no en el presidente de la República. No en José Mujica.
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