Contenido creado por Inés Nogueiras
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Rusia: 32 años después

Rusia: 32 años después

Estuve en Moscú y San Petersburgo 32 años después de mi último viaje. Estos son mis primeros apuntes.

09.06.2015

Lectura: 8'

2015-06-09T06:00:00-03:00
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Tienen un objetivo descriptivo, más que político, las conclusiones las sacarán cada uno de los lectores. En una semana no es fácil hacerse un panorama completo, sobre todo de un gigante como Rusia y con una importante barrera idiomática. Estas son simplemente impresiones.

Tenía algunas ventajas: recordaba bastante bien la ciudad de Moscú, sé leer rudimentariamente los caracteres cirílicos, conocía el gigantesco Metro de la capital rusa... Y tenía una enorme desventaja: mis amigos y compañeros soviéticos eran de una generación que en su totalidad ha muerto. Fue una visita totalmente turística.

Debo confesar que llegamos con todos los prejuicios que ustedes puedan imaginar por mi pasado político, lo que garantiza un cierto rigor crítico. Llegamos a las 11 de la noche de un sábado y los 30 kilómetros, desde aeropuerto de Sheremetyevo hasta en hotel, nos deslumbraron. Es la ciudad mejor iluminada que haya visto en mi vida, no por la intensidad, sino por la calidad del uso de las luces para resaltar los grandes edificios históricos: los del periodo zarista, los del soviético, los que han sido reconstruidos, los actuales.

Una ciudad realmente hermosa, deslumbrante, llena de vida y de sorpresas, con un tráfico endemoniado pero bastante ordenado, con la mayor cantidad de vehículos de alta gama que he visto sobre el planeta. Llegué a sospechar que a los Bentley, o los Mercedes Benz más caros, los regalaban en alguna esquina. Impresionante. Les queda un reflejo condicionado: la mayoría de los autos privados, camionetas de todas las dimensiones y tipos, son en su mayoría negros...Y son privados, doy fe.

La explosión de inversiones y de embellecimiento de la ciudad, que cuenta con 12 millones de habitantes, no se hizo afectando su historia, no es Shanghai. Excepto algunas islitas de edificios nuevos dentro de la ciudad y sobre todo en las afueras, se preservaron, reconstruyeron y mejoraron los edificios originales, las anchas y enormes avenidas, algunas de las cuales cambiaron de nombre pero no hubo una sistemática destrucción del pasado soviético. Además, llegamos pocos días después del 70 aniversario del triunfo sobre la Alemania nazi en 1945 y había múltiples muestras, exposiciones y carteles alusivos de la victoria soviética y rusa. El hilo conductor de toda la campaña era la conmemoración de la paz.

Lenin y otros dirigentes no han sido borrados; hay placas, bustos y monumentos. Stalin solo aparece en forma abrumadoramente mayoritaria en los carteles que llevan los manifestantes del nuevo Partido Comunista, son mucho más numerosos que los de Marx y de Lenin. Se proclaman orgullosamente estalinistas...

Es la ciudad más limpia que he conocido en mi vida. Por lejos, y por la combinación de dos factores: hay un imponente aparato municipal destinado a limpiar a cada rato: calles, avenidas, veredas... Que son lavadas por grupos de tres o cuatro camiones varias veces al día y por la actitud de la gente. En el metro de Moscú, que sigue siendo una máquina casi perfecta que mueve diariamente millones de personas, no hay papeles, ni basura, en los miles de kilómetros de pasillos y estaciones, porque la gente no ensucia, utiliza rigurosamente las papeleras y su propia cultura de la limpieza urbana. Impresiona la limpieza de la ciudad. Y no estuvimos solo en el centro, recorrimos muchas estaciones, barrios, parques y naturalmente los lugares históricos visitados por cientos de miles de turistas, la mayoría de ellos provenientes del resto de Rusia, pero también muchos extranjeros.

Una ciudad perfectamente señalizada y que a pesar de un tráfico muy intenso funciona bastante bien, con un papel decisivo del Metro y del cruce de las avenidas por pasajes subterráneos.

Moscú está mucho, pero mucho más linda que cuando yo la visité hace 32 años. La base es histórica, pero se han mejorado muchas cosas.

El despliegue de seguridad es impresionante, nunca vi nada igual. En la puerta de cada uno de los miles y miles de ingresos al Metro hay arcos de detección de metales y policías. La presencia policial y de seguridad está en todos lados. Sin duda los atentados terroristas de los grupos chechenos del pasado deben haber jugado su papel, pero sobre todo la propia mafia rusa. Recogí varios testimonios de que, a partir del 2003, cuando las organizaciones mafiosas habían desbordado ampliamente la seguridad de la capital, con la intervención directa de las tropas especiales de élite de las fuerzas armadas rusas (Spetsnaz), bajo el mando directo del propio Vladimir Putin, los mafiosos fueron barridos. Literalmente barridos, a tal punto que hay un cementerio donde están enterrados los principales cabecillas de la mafia que es un lugar de visita turística...

Lo cierto es que nos movimos por todos lados y por diferentes zonas sin ningún problema y hablamos -como pudimos- con muchas personas, y el tema de la seguridad no es hoy un problema en Moscú, aunque la presencia de tantas unidades policiales (algunas armadas, otras con un sistema de cámaras portátiles en su pecho conectadas a las centrales de control) demuestran que hubo problemas graves y todavía hay una gran atención e inversión en equipos y personal. La Policía se ve por todos lados.

Ahora voy a entrar en un tema delicado, complicado: nunca vi una ciudad en toda mi vida con tantas mujeres hermosas, bien vestidas y bien calzadas como Moscú. Y en eso coincidimos ampliamente con Selva: hay una oferta comercial que se ve en los comercios distribuidos por una amplia zona urbana, y además, hay gente que compra y utiliza esa oferta de manera notoria.

Algunos comentarios que recibimos en torno a la cantidad y calidad de coches, a la oferta abundante de las mejores marcas mundiales, se referían a que hay mucha corrupción, pero en esas dimensiones es imposible que solo la corrupción pueda explicar ese nivel de consumo, que es totalmente diferente a la época soviética. Hay mucha gente que vive, consume, se viste mucho mejor que antes. ¿Cuánta es? ¿Qué proporción de la población? No puedo decirlo, pero no son unos pocos privilegiados, es una parte importante de la población. Aunque se nota lo que afirma la revista Forbes: Moscú es la segunda ciudad del mundo por el número de sus millonarios.

Viajando en Metro para visitar diferentes estaciones espectaculares, fotografiarlas, salir a la superficie a ver los barrios, se nota que ese nivel de consumo está bastante extendido. Me voy a poner a averiguar sobre los principales indicadores sociales actuales.

Es una ciudad con una oferta gastronómica impresionante, de comida internacional y de cocina rusa. En el centro y en muchos barrios y con diferentes niveles de calidad y sofisticación. Llegamos con la prevención de que era una de las ciudades más caras de Europa. Pero no es más cara que Uruguay y en algunos sectores es más barata...

Gran sorpresa, gran. ¿Quién es por lejos, por años luz, la figura más popular y conocida de Uruguay en Moscú y en San Petersburgo? Natalia Oreiro. Jóvenes, mujeres, gente mayor conoce a la star y la aprecian muchísimo. Otra sorpresa: primer día de visita a Moscú que naturalmente comenzamos por la Plaza Roja. Estábamos admirando esa catedral con estructura de cuento de hadas que es San Basilio y nos saludó efusivamente un matrimonio uruguayo, nos sacamos las fotos correspondientes. Los uruguayos somos pocos pero visitadores, y tenemos un imán para encontrarnos en los más lejanos rincones del planeta.

Viajamos a Rusia con pasaporte uruguayo porque los pasaportes europeos, incluyendo naturalmente el italiano, necesitan visa y el uruguayo no. Es un detalle de comodidad. Los países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China, y Sudafrica) tienen líneas especiales de control de pasaportes en los aeropuertos. Los BRICS son, sin duda, una prioridad absoluta en la estrategia internacional rusa, con un pequeño detalle no menor: se cuidan mucho de que la industria china de productos masivos de consumo penetre en su mercado.
Viajamos a San Petersburgo en un tren nocturno, el Estrella Roja, y visitamos la antigua capital del imperio zarista y la ciudad heroica (Leningrado) que resistió 900 días el asedio nazi. Se podrían decir las mismas cosas que de Moscú, pero con menos énfasis y entusiasmo. Es una ciudad impresionante por su grandeza, por la visión de su constructor (Pedro el Grande), por la cantidad de turistas y por el museo del Hermitage que requiere de muchas, muchas horas de cola para sacar las entradas para ingresar y varios días para visitarlo y ver una ínfima parte de sus colecciones.

Es otra ciudad maravillosa, pero diferente. Moscú es el corazón profundo de Rusia, fundada hace más de 867 años por Yuri Dolgoruki, saqueada y destruida por tártaros y mongoles; San Petersburgo es el gigantesco intento de Pedro I de abrir una ventana hacia Europa y hacia el mundo a través de la navegación, el arte y la arquitectura.

Más adelante habrá tiempo para tratar de opinar sobre los cambios políticos, sociales, culturales e ideológicos en estos 24 años desde la caída de la URSS. Lo cierto es que los cambios son enormes.