El Torcido quiere información sobre la minera Aratirí y su posible instalación en el puerto de La Paloma. Su almacén ha conocido tiempos mejores pero su esfuerzo y creatividad parecen ponerlo a resguardo de los duros inviernos palomenses. Cualquiera que visite el barrio de los pescadores, el lugar más pobre del cotizado balneario rochense, sabrá de qué estoy hablando.
Yo le digo lo que sé, que no es mucho más de lo que ya se sabe en La Paloma. Le digo, sobre todo, que el puerto de aguas profundas parece no tener marcha atrás y que más vale tomar conciencia de sus riesgos y sus enormes ventajas. Alguien le comentó al Torcido que con el puerto llegará al balneario la prostitución y la delincuencia. "A mí no me importa porque ellos me van a comprar a mí", afirma convencido el comerciante.
En sus años de pescador, el Torcido conoció la costa brasileña y sabe de terminales portuarias cuya actividad no ha impedido que florecieran en su entorno la pesca y el turismo. Él me cuenta sobre Natal y yo le hablo de Itajaí, un puerto catarinense que conozco desde hace veinte años. Fundada por alemanes e italianos, Itajaí tiene el dudoso privilegio de ser la ciudad brasileña con más SIDA, pero sigue allí, rodeada de playas de arenas blanquísimas donde llegan cada años miles de turistas. De algún modo, el Torcido se pone a resguardo de quienes alientan el sueño reaccionario de dejar todo como está, aunque los habitantes de La Paloma padezcan la pobreza y la emigración sin solución de continuidad.
Es cierto que un puerto de aguas profundas traerá más delincuencia y prostitución, pero quien está asustando a los palomenses con tales calamidades debería decirles que también va a traer más médicos y ambulancias, hoteles de tres y cuatro estrellas, bancos y supermercados, restaurantes y centros de estudios sobre logística portuaria. Debería incluso sacar cuentas con la viuda de Costa Azul y el bolichero pobre de Arachania sobre cuánto ganarán cuando empiecen a llegar capitanes mercantes, ingenieros de sistema, oceanógrafos, oficinistas, bancarios, secretarias, camioneros y empresas de todo tipo a pujar por sus propiedades.
Y si no es esta una oportunidad de desarrollo portentoso y sustentable, ¿cuál vendría a serlo? ¿Alguien tiene a mano otros proyectos que signifiquen tantos millones de dólares en inversión y circulante y miles de puestos de trabajo para todos, incluso para trabajadores provenientes de otras partes? ¿Los tiene el alcalde de La Paloma? ¿Los tienen quienes se reúnen para poner un palo en la rueda?
Por cierto, habrá quienes quieran mantener ese remanso oceánico al margen de la historia, so pretexto de ponerlo a resguardo de prostitutas y ladrones, pero no el Torcido, que prefiere los clientes al moralismo y la poesía bucólica. Su sentido del progreso, sumado a la miseria en la que viven sus vecinos durante los duros meses del invierno palomense, lo han convencido sobre las ventajas del desarrollo. Y de la buena información.
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