Debo confesar mi ingenuidad, porque me encuentro entre aquellos que pensaban que el Frente Amplio en este período de gobierno, efectivamente iba a llevar adelante un cambio en la educación de este país. Era demasiado que en diez años no hubieran concretado nada más que un permanente proceso de deterioro confirmado por todas las cifras e indicadores. Pero, además, nuestra impresión se apoyaba en la idea de que el presidente Tabaré Vázquez iba a confiarle la política educativa y, por lo tanto, su reforma a Fernando Filgueira.
Conozco a Fernando Filgueira desde hace décadas y sé de su enorme capacidad y talento, así como también sabía de sus opiniones y propuestas para la transformación educativa. Por otra parte, el presidente Vázquez marcó durante toda la campaña electoral que su vocero en materia de política educativa era Fernando Filgueira. La impresión que todos los observadores atentos tenían era que, en caso de ganar como efectivamente ocurrió, el Dr. Vázquez confiaría la conducción de la educación a un equipo encabezado por Filgueira.
Las ideas y propuestas trasmitidas por Filgueira en la campaña electoral coincidían fuertemente con lo que cualquier especialista sensato en educación opina sobre las transformaciones indispensables que deben llevarse a cabo. Muchas veces he dicho que si sentamos en una mesa a especialistas en educación de los cuatro partidos (Fernando Filgueira y Juan Pedro Mir del Frente Amplio, Renato Opperti y Robert Silva del Partido Colorado, Pablo Da Silveira y Daniel Corbo del Partido Nacional y nuestros referentes principales, José Rilla, Javier Lasida y Denise Vaillant del Partido Independiente) se pondrían de acuerdo en el 90% de los temas en un rato.
Por eso, teníamos la expectativa de que finalmente luego de una postergación que va a tener ya veinte años desde la última vez que se avanzó en el cambio educativo, en este período podría ocurrir un cambio de tendencia. NOS EQUIVOCAMOS MUY FEO.
Los que saben están afuera del gobierno y los que gobiernan no saben casi nada, como es el caso de la Ministra de Educación y Cultura; o tienen ideas muy equivocadas sobre los cambios que hay que impulsar en la educación de este país como es el caso de las autoridades de ANEP.
La Ministra de Educación y Cultura, que ya debería haber renunciado hace rato, se da el lujo de destratar a quienes saben diez veces más que ella, me refiero a Fernando Filgueira y Juan Pedro Mir y, no contenta con eso, se atreve a despreciar, también, a los maestros de este país.
Mientras tanto la educación se sigue cayendo a pedazos y tenemos que escuchar al Presidente del CODICEN largos discursos muy aburridos y sin sustancia que dejan en evidencia la ausencia total de impulsos de reforma, sólo una inercia decadente que lo único que genera es el deterioro progresivo e indignante de nuestra educación, porque mientras tanto pasan las generaciones de nuestros niños y adolescentes sin recibir la educación de calidad que se merecen.
El Frente Amplio es el directo responsable de llevar al fracaso a las nuevas generaciones de este país, por su incapacidad, por su indolencia, por su inercia vergonzosa y por no poner al frente de la política educativa a los que pueden cambiar la educación.
Así de sencillo. Su fracaso reiterado y obcecado es el mayor daño que la gestión del Frente Amplio le ha proferido a nuestra sociedad.
Ya no es posible esperar nada más. La educación está sumida en un evidente y grosero fracaso, liderado por quienes no tienen ninguna propuesta sustantiva seria para impulsar.
Tenemos una de las tasas más bajas de egreso de la educación media en América Latina, los adolescentes abandonan porque el sistema educativo los expulsa, no tenemos contenidos de calidad, no se reforma el funcionamiento de los centros docentes y, para peor, tenemos una distribución de los aprendizajes gravemente regresiva. En efecto, la distancia entre lo que aprenden los estudiantes de enseñanza media de menores recursos es cada vez mayor con respecto a lo que aprenden los de mayores recursos. Nuestro sistema educativo actual es una fábrica de desigualdad, es decir lo contrario de lo que debe ser la educación en cualquier sociedad moderna.
Es hora de decirlo fuerte y claro porque, mientras tanto, los niños y jóvenes de este país transitan por el sistema educativo acumulando frustraciones, distanciamientos y fracasos futuros.
Los que teníamos expectativas con respecto a la política educativa de este gobierno, ahora tenemos una profunda y activa indignación.