En tal sentido, diferentes referentes del partido de gobierno han salido a identificar la continuidad de la mayoría parlamentaria con la continuidad de un gobierno de cambio. También se ha buscado convertir este tema en un asunto maniqueo y simplista; se ha dicho que si el Frente Amplio no mantiene su mayoría absoluta habrá otra mayoría absoluta que será la mayoría absoluta de la derecha.
Falso. Absolutamente falso. Si el Frente Amplio no retiene su mayoría absoluta ningún partido tendrá mayoría propia en el Parlamento. Porque además la suma de blancos y colorados, tampoco alcanzarán la mayoría absoluta en el Parlamento y, por lo tanto, se abrirá un tiempo de diálogo y de búsqueda de acuerdos para formar una coalición de gobierno, como ocurre en buena parte de las democracias modernas.
Es más, parece bastante evidente que la posibilidad de alcanzar la mayoría absoluta por parte del Frente Amplio depende del crecimiento del Partido Independiente, porque somos la única opción con capacidad de dar una respuesta satisfactoria a muchísimos uruguayos que se sienten decepcionados por la gestión de gobierno del Frente Amplio pero que, sin embargo, no quieren volver a votar a los viejos partidos tradicionales.
Las causas de la decepción son muchas y variadas, pero seguramente una de las razones principales consiste en la defraudación de la esperanza con respecto a la posibilidad de hacer política de forma diferente a la que se cuestionaba de los viejos partidos tradicionales. Los acomodos, el clientelismo, la cuotificación, los cargos asociados al amiguismo más que a la idoneidad para el desempeño han sido características notorias y evidentes del accionar del Frente Amplio en estos años, de idéntica forma a las viejas prácticas que se atribuían con toda razón a los partidos históricos.
Hay una defraudación ética que se traduce en una fuerte decepción política. Por eso es muy posible que muchos uruguayos apuesten a la alternativa del Partido Independiente como una opción diferente.
Sin embargo, el Frente Amplio reclama la continuidad de la mayoría absoluta parlamentaria. Se olvidan que esa mayoría parlamentaria se ha usado para convertir al Parlamento en una "polea de trasmisión" de las decisiones del Poder Ejecutivo, desnaturalizando y disminuyendo a su mínima expresión sus facultades de contralor. Esa mayoría parlamentaria prohijó numerosas leyes inconstitucionales (amparados en el uso y abuso de una disciplina partidaria que regimenta el voto de los legisladores del partido de gobierno). Esa mayoría parlamentaria también impidió que se formara en el Parlamento ninguna Comisión Investigadora, ni siquiera en cosas tan obvias como el caso PLUNA o la situación de ASSE.
Pero lo más grave es que, dadas las enormes diferencias políticas e ideológicas, que cada vez se hacen más evidentes en el seno del Frente Amplio, en el próximo período el gobierno estará preso del voto y la voluntad de los legisladores pertenecientes a los sectores más radicales, puesto que sus votos (en general pocos) terminarán definiendo las votaciones de todos los asuntos principales. Y eso será particularmente así porque en la conducción del Frente Amplio (que es la que mandata a sus legisladores) la correlación de fuerzas es totalmente diferente a la distribución electoral de ese partido. Los sectores más radicales dominan y hegemonizan las representaciones de las denominadas "bases" aumentando por esa vía su peso en las decisiones del Frente Amplio y "mandatando" a los sectores moderados de acuerdo a sus definiciones más generales.
Por el contrario, en la hipótesis de que el Frente Amplio triunfe sin mayoría absoluta, no tendrá otra opción que negociar sus políticas y sus decisiones principales con las alternativas de izquierda moderada.
Como dijimos el día del lanzamiento de campaña, en octubre se definen esencialmente dos asuntos políticos relevantes. El primero, en la zona derecha del tablero político, entre blancos y colorados por alcanzar el segundo lugar para disputar una eventual segunda vuelta. El segundo, en la zona izquierda del tablero, entre el Frente Amplio por retener su mayoría parlamentaria y el Partido Independiente que con su crecimiento electoral es quien puede impedir que ello ocurra. Esos son los dos grandes debates de octubre de 2014.
El Frente Amplio no se merece obtener por cinco años más y llegar a quince años seguidos de mayoría absoluta en el Parlamento. Ha hecho un uso abusivo de su posición mayoritaria, se han perdido los puntos de referencia y se ha caído en una omnipotencia que tiende a cegar la realidad y a relajar los mecanismos de control interno.
Es imprescindible que la gente le marque los límites correspondientes, quitándole el "superpoder" que le otorga la mayoría absoluta. En definitiva, que si vuelve a ganar, no tenga todos los resortes de poder en sus manos.
Alguien podrá decir que resulta absolutamente desproporcionado el desafío, en la medida que se enfrenta el partido mayor con el menor de los cuatro. Es, de alguna forma, la lucha de David contra Goliat.
Pues bien, nos gusta el desafío porque los uruguayos, quizás por nuestra propia historia, siempre hemos preferido apoyar a los más débiles. No hay que olvidarse que la historia, desde Artigas luchando contra los vecinos mayores, hasta la hazaña de Maracaná, siempre indicó que es posible que once puedan más que doscientos mil.
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