Mi estimadísimo profesor,
En primer lugar, un fuerte abrazo. Estoy ahora escuchándolo desde Londres (o desde Francia, escuche bien?), una grata costumbre en estas semanas olímpicas. Y quisiera hacerle unos comentarios sobre el tema del deporte y la participación de Uruguay.
Es evidente que cada vez que hay juegos olímpicos, la ñata se nos da contra el vidrio de la realidad: un país pobre, con 3 millones de habitantes, no figura decentemente ni siquiera en la última parte de la tabla. A los que nos gusta el deporte, y que sabemos que para competir hay que querer ganar, esto es muy, pero muy duro, y dispara la discusión de cómo hacer para tener una o más medallas. Que falta apoyo, que los deportistas no tienen los recursos, que tenemos que focalizarnos en un deporte, y muchas otras cosas.
Me llama poderosísimamente la atención que no se cuestione si Uruguay tiene que tener apoyo estatal, no apoyo en general sino específicamente del Estado, en el deporte de alta competición. ¿Por qué damos por hecho que todos los uruguayos tenemos que pagar los cientos de miles de dólares que cuesta hoy el entrenamiento de cada deportista de alto nivel?
El Estado uruguayo, en su dimensión real y con sus recursos reales, debe poner los recursos económicos en el deporte social, principalmente en las escuelas, liceos y universidades. ¿Por qué no tenemos una olimpíada bianual, con futbol en Paysandú, natación en Maldonado, atletismo en Montevideo y básquetbol en Colonia, donde miles de chiquilnes compitan y confraternicen unos con otros? ¿Por qué no hay un torneo de futbol, basketbol, handbol, a nivel escolar y liceal de cobertura nacional, como tienen los colegios de AIDEP. ¿Por qué las plazas de deporte son tan pocas, las piscinas públicas tienen tan pocos techos y están la mayoría del año vacías, hasta que un Lugano decide pagar el techo, las paredes y hasta la energía para calentarlas? Ese es el debe del deporte uruguayo.
Y del ejemplo de Lugano surge una conclusión interesante: un solo deportista de elite como el capitán de la selección cuesta más que una piscina para toda una comunidad. El Estado uruguayo no está en condiciones de afrontar económicamente el deporte de Elite: éste debe ser un problema privado, de las federaciones en primer lugar, de los sponsors y las empresas en segundo lugar y junto con todos ellos de los medios.
El apoyo al deporte social tiene una consecuencia importante para el deporte de elite: el aumento de la base de deportistas, el crecimiento de la cantera.
El Fútbol, nuestro deporte más exitoso por destrozo, tiene esta estructura y nadie se lo cuestiona siquiera: una cantera inagotable que llega al 100% de los uruguayos de sexo masculino, una red capilar de campeonatos regionales, departamentales, empresariales, universitarios, desde los 4 o 5 años hasta los senior y de todo lo que se te ocurra, con la fase de elite totalmente profesional y privada.
Si aceptamos sin pensar mucho que los escasos recursos que tenemos hay que dividirlos entre los 10 o 12 deportistas que pueden aspirar a una medalla, con suerte en Brasil o en la siguiente tendremos una medalla de bronce, tal vez una de plata y quién dice un oro, que nos podrá por arriba de Marruecos o de Bahréin. Por el contrario, si invertimos en la creación de un gran movimiento de deporte social, con foco en lo juvenil, probablemente seremos un país distinto y mejor, y quién te dice que no descubrimos así al botija de Cerro Norte, o de Fraile Muerto que gane el oro en los 400 con vallas.
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