Cuando el gobierno del presidente Mujica planteó el tema como una prioridad del quinquenio, el foco estaba puesto en los puentes, rutas, muelles, silos y vías férreas por donde circularía la producción nacional, principalmente la maderera y granelera. La precariedad de la infraestructura era más profunda y tenía que ver con obras viales, cloacales y pluviales, allí donde los ciudadanos estaban afincados.
¿Inversiones postergadas durante décadas o falta de determinación de las últimos gobiernos para dirigir la inversión hacia cuestiones urgentes? Seguramente las dos cosas, pero como no podemos volver atrás, es a los actuales gobernantes a quienes les cabe la responsabilidad de hacer las cosas bien.
Las obras de saneamiento iniciadas en la Ciudad de la Costa ayudaron a que, el viernes pasado, la pequeña zona que cuenta con ese beneficio la pasara un poco mejor que el resto de sus vecinos. Para estos, el pavimento y las cunetas son un sueño a mediano plazo, y eso siempre que la empresa adjudicataria haga bien los cálculos y la obra no se detenga durante más de un lustro. Lo que no se explica es cómo se realizó una obra de ingeniería hidráulica que ocupa dos manzanas para bombear las aguas pluviales en una zona residencial y tres años después aún luce tan precaria.
Todos celebramos la reducción de la pobreza y la desocupación, así como el aumento de las partidas destinadas a la educación, aunque en este caso, los resultados son bastante magros. Pero no se debió prometer "un país de primera" si no se iba a administrar la bonanza con un sentido de inversión para el futuro.
Los últimos dos gobiernos organizaron un sistema de emergencias que funciona a la perfección, aún con recursos relativamente escasos. Saber organizar recursos humanos y materiales en momentos de crisis es propio de una comunidad sofisticada, porque tiene que ver con el desarrollo del intelecto y de ciertas habilidades psicosociales, al menos en sus sectores más promovidos. Una sucesión de eventos climáticos adversos desnudó que esta fortaleza no ha llegado tan lejos como para asignar recursos materiales suficientes en obras de largo aliento, cuyos frutos políticos se difuminan en el tiempo y no pueden ser cobrados en la próxima contienda electoral.
No es un problema de este gobierno ni de los anteriores, de los intendentes de Durazno o de Rocha, de este o aquel ministerio. La crisis de infraestructura que se observa en buena parte del país es la contracara del consumismo que el presidente Mujica le reprocha a sus conciudadanos: su gobierno tampoco parece priorizar el largo plazo y prefiere gastar el dinero en aquello que se factura quinquenalmente. Esta conductaes mala en los particulares y peor en los gobernantes. Refleja en qué estadio civilizatorio nos encontramos y todo los que nos falta para tener un país de primera.