Hacer política en democracia es comunicar. No hay política posible en el silencio y las sombras. No toda la política se juega en los medios, pero sin los medios es imposible sobrevivir en la política. Es más, hay algunos políticos que más que una agenda política, tienen una agenda de medios. Privilegian absolutamente esa veta. Eso sucede aquí y en todo el mundo. Es posible que en algunos países más “mediáticos” sea todavía peor. Es una realidad que cuesta asumir, pero es inexorable.
Si un dirigente político, que cumple con rigor su labor parlamentaria, que asiste a todas las sesiones, trabaja en comisiones y estudia los temas, al pasar el tiempo espera que por sí solas estas virtudes lo proyecten en el escenario político, es un iluso. El personalmente o su partido o corriente tienen que lograr que esa imagen se proyecte y sea conocida en la sociedad. De lo contrario no hay retorno.
Esta realidad despiadada sucede cada día con más fuerza, porque los medios devoran un volumen de información tan enorme que arrinconan casi todos los temas, incluso a veces los importantes. Para que un tema importante asuma su condición tiene que hacer ruido. Y eso se va imponiendo, pasito a pasito, en la propia lógica de la política. La izquierda uruguaya ha tenido y tiene cultores de primer nivel y con gran capacidad y también tenemos de los otros.
Esa realidad tiene variantes territoriales, a nivel de los departamentos hay un contacto más directo, más cotidiano entre los políticos, los gobernantes y los habitantes y juegan de otra manera los elementos de proximidad.
A nivel nacional el mundo político va asumiendo esa condición de operadores de la agenda mediática que se hace imprescindible para abrirse paso en la maraña de la información. Hay algunos que eligen bien, que golpean donde interesa y duele y otros que hacen fuegos artificiales, que hacen circo y lo confunden con la verdadera política y tratan de confundir a la política y a la sociedad. A la larga, como la gente es inteligente se percata, pero los daños pueden ser muchos.
Para no hablar de otras tiendas que tienen sus propios problemas y realidades, hablemos de las nuestras, de la izquierda. Hay algunos personajes que utilizan como combustible de sus pirotécnicas cualquier cosa, lo que tengan a mano.
Si para ocupar un lugarcito en los medios, tienen que mentir, atacar e insultar a personas que hoy no se pueden defender porque han muerto, o pretenden asumir protagonismos y papeles que nunca tuvieron, lo hacen sin ningún pudor. El asunto es estar, aunque sea en medio del barro.
Es así que un piruetero que ha dado mil cabriolas en su búsqueda de un lugar bajo el sol, en el parlamento y que se ha caracterizado por la profundidad de su sensibilidad de izquierda al tratar temas como la minoridad u otras materias, decidió salir nuevamente de su anonimato obligado para agraviar al movimiento sindical de los años 70 y contar una historia a su medida. Es decir enana.
Y para eso miente, como lo demuestran con detalle y precisión un grupo variado y de dirigentes sindicales de esa época de diversos orígenes políticos y de corrientes sindicales que enviaron una carta a “Búsqueda” respondiéndole a Víctor Semproni.
“1. Dice Semproni que él integró la dirección de la CNT en 1973, cuando se desarrolló la huelga general con ocupación de lugares de trabajo, contra el golpe de Estado Inaugurado el 27 de junio de ese año. Eso no es cierto. Semproni integró el secretariado ejecutivo de la Central Sindical hasta el año 1971. En el Congreso realizado ese año, AEBU designó como sus representantes a los compañeros Carlos Gómez y Carlos Bouzas. Por lo tanto ellos dos fueron los titulares de dicha representación, durante la huelga general de 1973 y de allí en adelante.” Afirman los dirigentes sindicales fundadores de la Convención Nacional de Trabajadores.
Su relato comienza con una falsedad y todo lo que construye a partir de allí es una sarta de falsedades y deformaciones de la historia. ¿Se olvidó? ¿Lo traicionó la memoria? No, todo el operativo es demasiado evidente, se monta sin ningún motivo, es recurrente en el personaje, un buscapié político que vuela a la altura de su autor.
Si lo que Semproni dice fuera cierto, ¿por qué esperó tanto para sacarlo a la luz? Es un poco lento, considerando que pasaron nada menos que 37 años... Es un poco deshonesto de su parte, podría habernos ahorrado todos estos años de oscuridad e ignorancia y habernos alumbrado con la potente luz de sus fueguitos artificiales. Es muy simple, no se le había ocurrido, en su peregrinar por una forma tan elevada de hacer política no había llegado todavía tan abajo.
Hay dos actitudes frente a estas prácticas, están los compañeros y compañeras que consideran que no hay que responderle, que es ayudarlo en su esfuerzo por estirar el pescuezo y salir en alguna fotito y estamos lo que creemos que dejar pasar esas mentiras es hacerse cómplice, es convivir con la política de la alcantarilla. Al final todo revolcados en el mismo lodo.
No, la mentira disparada desde la altura del zócalo a veces puede confundirse con la apariencia de cierta verdad.
No se trata de discutir ideas, de discrepar y opinar diferente. Ese es un derecho y una obligación de todos, aquí estamos hablando de mentiras dichas con conocimiento de causa, con premeditación y con alevosía. Y la política, como cualquier actividad humana de tanto revolcarse en ciertos barros puede transformarse en eso. En barro.
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