"La hipocresía, al adquirir cierto crédito en cuestiones
pequeñas, se prepara la oportunidad para engañar en
las más grandes." Tito Livio
La lucha por el poder incluye obligatoriamente una dosis de rebuscamiento y de turbiedad en exponer cualidades y sentimientos. Sobre todo exaltando las virtudes propias y los defectos adversarios. Es natural y, además de político, es bastante humano. Admitamos que la inmensa mayoría somos más generosos con nosotros mismos que con nuestros semejantes.
La gran diferencia es que en el caso de la política partimos de que las diferencias corresponden a visiones, a ideologías o más en general a posiciones diferentes que hacen apreciar las cosas desde el supremo objetivo de acceder al poder y servirse de él, para aplicar a toda una sociedad o una porción local de ella, la propia visión.
El "bien" superior del acceso al poder político cubre - muchas veces - la hipocresía con un cierta justificación. Aunque en definitiva termina por desprestigiar a la política y a los políticos. Es injusto, porque hay muchas otras actividades en que la hipocresía esta presente y hay políticos que hacen lo posible por combatirla.
En el Uruguay vivimos una campaña electoral extremadamente larga, en la que por lo tanto estamos expuestos a todas las virtudes pero sobre todo a los defectos, tropezones y excesivas exposiciones del alma. Meses y meses en escenarios diferentes, con adversarios que cambian relativamente hacen que el discurso político asuma una gran complejidad y se sumerja en contradicciones crecientes.
Además, una carrera de obstáculos tan larga hace que el apetito se transforme en hambre feroz por el poder, por la propia lógica de la competencia, a la que hay que agregar los factores históricos y culturales.
Este último tramo de la larga carrera de obstáculos, cada vez más altos, incluye una creciente dosis de hipocresía. Es sin duda una campaña dura, severa, que llegó a nivel del pantano y simultáneamente es la campaña de los "equilibrios" y de las propuestas de acuerdos nacionales.
Mientras se anuncia reiteradamente la mano tendida y la necesidad - por ejemplo para el Partido Nacional - de compartir y equilibrar los poderes republicanos, se lanzan en forma directa o de supuestas preguntas las acusaciones más infamantes.
Las preguntas se han puesto de moda, son una forma de hipocresía, porque en lugar de asumir plenamente las acusaciones, las argumentaciones, se recurre a una supuesta interrogante sin signos de interrogación, ni al comienzo ni al final, para acusar lisa y llanamente.
¿Cómo es posible que alguien que se propone cohabitar en el poder desde un Ejecutivo blanco y con un Parlamento de mayoría frenteamplista, pueda acusar de connivencia con el terrorismo y con la preparación bélica, al actual líder y candidato presidencial del Frente? ¿Es creíble?
No hay una acusación más infamante para un candidato que compite libremente en un país democrático que la de prepararse para agredir a la sociedad y a la Constitución a través de las armas. ¿Cómo se puede negociar con él, tratar de convivir durante cinco años de gobernabilidad democrática?
Es claro que ningún dirigente blanco y menos la fórmula cree en la más remota posibilidad de que Mujica esté involucrado en ninguna aventura militar o militarista. Lo saben perfectamente, tanto o mejor que todos los demás. Y sin embargo no dudan de lanzar esas acusaciones, por boca del Dr. Batlle y recogidas por el Dr. Lacalle en un medio de prensa del exterior y de la publicidad engañosa del Partido Nacional.
Es más - Batlle y Sanguinetti - cuando les convenía, han mostrado como un éxito de su gestión, la plena incorporación a la vida democrática de todas las fuerzas políticas nacionales. Y la incorporación a las instituciones. Destruyen su propio discurso. El olor del poder - sobre todo del poder ideológico y cultural - los marea.
¿Por qué insisto en este episodio, cuando los propios promotores han retrocedido notoriamente? No creo que con el tema se ganen votos, ni en un sentido ni en el otro, es más, considero que el riesgo es tan grande y tan peligroso que no hay votos que paguen este tipo de aventuras. Insisto, demuestran la persistencia de mentalidades que prefieren la zozobra, la intranquilidad, incluso el retroceso del país, en esta materia tan delicada que alejarse un poco más del poder. No confían en sus argumentos, en sus discursos, en sus propuestas, vuelven a confiar en las divisiones insanables e irreconciliables entre uruguayos.
La pregunta que me surge es si en realidad no añoran en cierta medida esos tiempos, esos cortes netos y esas fracturas que se ahondan en una sociedad, para sostener sus más viejos miedos y discursos. ¿Vale la pena?
La investigación sobre el caso Feldman seguirá su curso, las más variadas especulaciones seguirán aportando sus visiones y sus conclusiones en los corredores, los bares, los comités e incluso cuando el Poder Judicial aporte sus resoluciones, es posible que las dudas y los debates sigan. Pasa hoy por ejemplo con el caso Berríos o con la serie de atentados que se produjeron en los años 90.
Durante estos cinco años de gobierno de izquierda, y a pesar de los anuncios agoreros que se formularon sobre los peligros de la democracia y la libertad, lo cierto es que no sólo ninguno de ellos se confirmó, sino que por el contrario y para tomar un solo ejemplo, el Uruguay pasó del lugar 43 a nivel mundial en la vigencia de la libertad de prensa, al lugar 29. El primero cómodo en toda América Latina.
Esa es una conquista de toda la sociedad uruguaya, no sólo del gobierno. Es más, yo creo que el gobierno tiene cosas pendientes en materia de defensa de los ciudadanos y de su acceso a una información más plural y más abierta, pero es tema para otro momento. La convivencia pacífica, la participación multitudinaria en la campaña electoral sin incidentes de ningún tipo, son conquistas de la cultura de la sociedad uruguaya en su conjunto. Eso no se impone, es parte esencial de un momento cultural y político.
¿Vale la pena ponerlo en peligro, juguetear con fuego y con armas? No hay nada más importante que la paz que existe hoy en la sociedad uruguaya, construida sobre el duro aprendizaje realizado por todos nosotros, asumiendo en forma explícita nuestras críticas o simplemente cambiando. El gran historiador de Roma nos dejó en su frase una admonición muy aguda: lo peligroso es la preparación para engañarnos en las cosas más grandes.
Spot de Lacalle
Spot de De Narvaez-Macri (Argentina)
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