El domingo 4 de febrero en Costa Rica se celebra la primera vuelta de las elecciones nacionales. Gracias a mi trabajo profesional, tengo un fluido contacto con este proceso electoral. Dentro de los candidatos a presidente, el que mayor intención de voto concita en las encuestas, es un líder partidario que tiene la repetida actitud de bloquear en las redes a quiénes posteen un contenido que cuestione o interpele sus declaraciones o posturas políticas.
Juan Diego Castro, un candidato liberal tico, tiene entre sus varias similitudes con Donald Trump esta actitud de bloquear cuentas que demuestren posiciones adversas. El actual presidente de Estados Unidos, fue incluso demandado por el Instituto por la Libertad de Expresión de la Universidad de Columbia que alega que "Twitter se ha convertido en un importante foro de expresión para el presidente, y que este con frecuencia usa su cuenta "@realdonaldtrump" para hacer pronunciamientos de importancia pública." Esta demanda se basa en que el bloqueo hacia críticos del mandatario impide a los ciudadanos leer y responder sus tuits o participar en discusiones (*1).
La temprana edad de la institucionalidad política en redes sociales hace que no sólo no exista jurisprudencia sino que tampoco están consensuados qué usos y costumbres se aplican (o se deben aplicar) al contacto de gobiernos, políticos e instituciones con los ciudadanos. Incluso lleva a casos extremos como la apropiación de la cuenta institucional presidencial argentina en Twitter (@CasaRosadaAr) en 2015 por quiénes ostentaban el poder cuando fue creada, sin cederla a sus sucesores.
Lo que es claro es que un político en funciones, elegido por el pueblo o una institución pública no deberían bloquear a ningún usuario que demande respuestas a través de este nuevo canal de comunicación que son las redes. Tampoco apropiarse de las comunidades que se crean en torno a las cuentas de instituciones democráticas.
He escrito ya sobre una falsa ilusión de debate que crea el uso de las redes. Este año en Uruguay hemos asistido a diversas expresiones de esta utilización a modo de monólogos paralelos por parte de los usuarios y las comunidades más diversas de la red.
La horizontalidad permite interpelar a políticos, empresas, instituciones, medios y todo tipo de personalidades públicas. En todos y cada uno de estos grupos de cuentas hay ejemplos que esgrimen, por acción u omisión, argumentos para no responder adecuadamente a las menciones ciudadanas.
Bloquear no es la única herramienta
Corporativismos cargados de autismo intelectual intentan reducir toda aquella discusión que cuestione un accionar personal o colectivo contrario a sus intereses u opiniones.
Fuera de la política casos de respuesta inadecuada han generado daños a compañías globales como United Airlines que perdió en abril de este año más de 1250 millones de dólares de valor en la bolsa por una mala respuesta operativa de una crisis y un peor manejo en redes. (*2)
Esto quiere decir que cambió, incluso, el concepto de crisis en relaciones públicas: del silencio de manual pasamos a la respuesta obligatoria si queremos ser usuarios asertivos de la nueva interacción social.
Aún sin consensos en su utilización política, las redes tienen ciertas reglas básicas de respuesta. No están escritas, no son leyes, pero su aplicación legitima a todos aquellos usuarios que quieran generar comunidades que los respeten. Los políticos están lejos de ello. Utilizan los nuevos medios con el viejo paradigma de emisión activa y recepción pasiva, intentando imponer su agenda por sobre la que los ciudadanos requieren.
Que un servidor público, una institución o un candidato bloqueen a un ciudadano en redes es no sólo un acto que debería erradicarse de cualquier democracia madura, sino también un hábito a desterrar en todos aquellos que se exponen a la actividad política pública en estos tiempos.
No estoy con esto avalando el accionar de usuarios que utilizan las redes para descalificar, agraviar e insultar. Para ellos existe la posibilidad de denunciar (en las redes o en la justicia) y si este camino resulta muy largo incluso silenciarlos.
Lo que no puede existir es la aspiración de visibilidad sin la posibilidad de contraponer argumentos. Ni entre políticos y ciudadanos, ni entre periodistas y lectores, ni entre marcas y consumidores.
Por Julián Kanarek | @julian_kanarek
*2: https://www.prweek.com/article/1435619/timeline-crisis-united-airlines
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