Por Gerardo Sotelo |@Cybertario
Las declaraciones del politólogo Adolfo Garcé fueron lapidarias: las posibilidades de un triunfo de la fórmula oficialista en segunda vuelta "tienden a cero". Desde el entorno de Daniel Martínez asoma una estrategia bastante comprensible pero infructuosa.
Si, en efecto, hacen aparecer a Mujica y los "pesos pesados" del Frente Amplio junto al binomio Martínez/Villar, lo que van a lograr es que su jerarquía política luzca aún más disminuida. Es que los números son implacables y avalan los dichos de Garcé.
El Frente Amplio perdió unos 195.000 votos con relación a las elecciones anteriores. Se trata de personas que tomaron la decisión de dejar de votarlo, ya sea por estar descontentas con su gestión o con su fórmula presidencial, o bien por encontrar en las propuestas de la oposición una alternativa mejor.
De repetirse la votación de la primera vuelta el 27 de noviembre, Martínez necesitará unos 276.000 votos más de los que obtuvo en octubre para alcanzar la presidencia. La cifra es extremadamente abultada porque ni siquiera le alcanzaría con el regreso de todos los votantes que estuvieron en 2014 y ahora decidieron marcharse.
La comparación con el desempeño de Tabaré Vázquez en la segunda vuelta del 2014 es igualmente sombría. Martínez y Villar necesitan casi triplicar el incremento de votos obtenidos por el actual presidente entre octubre y noviembre de 2014.
A las remotas chances aritméticas se le suman otras de carácter político y subjetivo. Después de una década y media despreciando a los partidos de la oposición y a sus votantes, a los que calificaron como "rosaditos", "fachos", "conservadores", "neoliberales" y "derechistas", y habiendo dinamitado cualquier posible acercamiento formal con sus líderes, no parece razonable que dos semanas y media de propaganda puedan liberar al candidato del gobierno de esta tenaza en la que lo metió la estrategia hegemonizante de la izquierda y la soberbia sin límite de sus principales mentores.
Un par de semanas atrás, una colega me entrevistó para El Observador y yo le dije que, lo que faltaba saber en este proceso electoral era "la dimensión del revolcón del Frente Amplio". Una caída de 9 puntos (del 48 al 39 por ciento en cinco años) podrá parecer mucho o poco según se mire. Pasado noviembre, y con la obligación de reposicionarse como fuerza de oposición, el liderazgo frentista verá cómo la evalúa.
Para entonces, las miradas del país estarán puestas en el nuevo elenco "multicolor", que deberá constituirse en un bloque de gobierno con su propia agenda, cronograma, sentido del rumbo y prioridades. Deberá también tener claro que el camino que le espera no será sencillo. Alcanza con mirar el continente y la estrategia desplegada por los enemigos de la libertad como para tomar debida cuenta de la dimensión del desafío.
Un gobierno de cambio no puede rifarse el futuro inmediato, plagado de demandas económicas, productivas y sociales, pero deberá tener una mirada de largo plazo, que le asegure a nuestra comunidad que va a seguir viviendo bajo el imperio de la ley, la convivencia pacífica y republicana, y la inclusión permanente de los menos favorecidos.