Es difícil no reconocer que la izquierda uruguaya hizo aportes originales en su elaboración, en su política y en su historia a la izquierda en el mundo. Siempre partiendo de la base que la discusión sobre la existencia de la izquierda y la derecha es un absurdo. Todas las encuestas en el Uruguay incluyen una pregunta sobre la autodefinición ideológica y es respondida por la mayoría de los encuestados. La respuesta a esta interrogante la da siempre la propia ciudadanía.
¿El concepto de izquierda y derecha han cambiado en nuestro país? Obviamente, como en todo el mundo y como todas las cosas, las que son inmutables son las cosas muertas.
La unidad tan amplia, desde la democracia cristiana, sectores de los partidos tradicionales, los comunistas, socialistas, movimientos de origen guerrillero y de raíz anarquista con una variedad muy amplia de orígenes, fueron la base del nacimiento y sobre todo del crecimiento del Frente Amplio desde su fundación en 1971. Un Frente que fue el objetivo central de la destrucción y persecución política de la dictadura durante 11 años. Políticamente esa fue la mayor derrota de la dictadura, un Frente Amplio fortalecido y lleno de perspectivas.
Esa unidad tan amplia no fue un obstáculo, al contrario, para comprender y para proponerse un bloque político, social y cultural más amplio que la izquierda, tanto para ganar las elecciones (las más difíciles del planeta…por la reforma constitucional de 1996), como para gobernar y cambiar el país durante 15 años. Con altos y bajos, pero con un balance general, sobre todo comparado con estos cuatro años de gobierno de la derecha, son más que evidentes en todos los campos importantes de la vida nacional. Crecimos, como nunca antes en la historia nacional y mejoramos todos los indicares sociales.
Plantear que estas elecciones, donde debemos derrotar un sólido y amplio bloque de derecha y que intenta crecer hacia el centro, formulando la alternativa central entre la izquierda y la derecha es un grave error. Aunque aparentemente sirva para una de las batallas electorales, la interna.
Reconstruir el bloque social y político, realmente nacional, con un crecimiento importante en todo el territorio, no solo es la principal tarea de la izquierda y el progresismo. Y no hay nada más radical, más profundo, más genuinamente de izquierda que esa tarea. Lo otro es imagen electoral.
Esa alternativa reducida solo a una alternativa entre izquierda y derecha es negar la propia historia del Frente Amplio, sus triunfos y sus gobiernos y tiene la misma raíz que afirmar que este gobierno no tiene rumbo. Vaya si este gobierno conservador y que hizo retrasar el país en tantos aspectos tiene rumbo. Los resultados económicos, sociales, educativos, de propia salud y la seguridad no son una casualidad sin rumbo, son precisamente el resultado de un rumbo bien claro de derecha y feroz mantenido a lo largo de cuatro años y muy bien comunicado.
No hablamos solo de campañas electorales, sino de algo mucho más amplio e importante, de la capacidad de cambiar a fondo, más a fondo e incorporando las experiencias de los tres gobiernos nacionales, en sus muchos aciertos y también en sus errores e incluso de los gobiernos departamentales.
Esos tres gobiernos exitosos, sobre todo los dos primeros, aún con sus fallas, fueron un gran aporte para mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo. Pensemos que nos dejaron el Uruguay del 2005 con 40% de pobreza, 18% de desocupación, 104% de deuda sobre el PBI y muchos indicadores de decadencia y estancamiento. Y la izquierda y el progresismo uruguayo hizo que la política económica y social fueran inseparables y su principal punto de fuerza. Ese es un aporte a la izquierda en todo el mundo. Miremos muchos ejemplos, en particular los grandes y dolorosos fracasos en nuestro continente.
Otro aporte fundamental para nuestro pueblo, nuestro país y para la izquierda y el progresismo en el mundo, fue la profunda revalorización de la democracia. Durante nuestros gobiernos, nadie puede negar que la democracia y la libertad se fortalecieron notoriamente. La autocrítica histórica sobre ese tema la hicimos en la práctica, gestionando el poder y nunca tuvimos ni la necesidad ni la tentación de cubrir los retrocesos económicos y sociales, con menos democracia e incluso con prepotencia y abuso del poder. Como ha sucedido en otros países.
No solo no le regalamos la democracia a la derecha. Por el contrario, fortalecimos las bases conceptuales, institucionales, de derechos de todo tipo y nuestra propia identidad inseparable de la libertad. Nosotros no hablamos de libertad en los discursos, la practicamos en todos los terrenos y fuimos y somos reconocidos a nivel nacional e internacional.
Si en algún momento de nuestra historia fue necesario abrir los portones ampliamente para fortalecer el bloque social y político más allá de la sola izquierda, es ahora, por razones nacionales, regionales e incluso internacionales. Por ello plantear la alternativa actual entre derecha e izquierda es un profundo error.
La izquierda uruguaya tiene la unidad como uno de sus rasgos fundamentales, pero esto incluye el debate franco, serio de fondo y no la hipocresía de que todos nos hacemos los distraídos.
En esa concepción de plantear la contradicción principal y central entre izquierda y derecha hay un equivocado planteo electoral si se piensa en todo el ciclo, incluyendo las elecciones de octubre, posiblemente las de noviembre y las departamentales. Pero mucho más grave es para gobernar y cambiar, seguir cambiando y profundizado mejor y más hondo, no por capricho, sino como prioridad, porque necesitamos un proyecto nacional de vanguardia con un apoyo muy amplio en las ciudades y en el campo, y de los trabajadores, los jubilados, los intelectuales, los educadores, los estudiantes, los empresarios nacionales, los jóvenes y las mujeres con su propia identidad y problemas.
Por ello el gran desafío es pasar de este gobierno que notoriamente favoreció a los sectores más ricos y poderosos, con una transferencia de recursos de casi 5 mil millones de dólares en cuatro años, que salieron del trabajo nacional y de la reducción de la inversión en seguridad social, educación y salud a un gobierno con la gente y de la gente, en el sentido más amplio. Como nunca necesitamos tranqueras, portones y cabezas abiertas.