Se inició una nueva cumbre gubernamental para abordar la problemática del cambio climático. Es el encuentro número 26 de la Convención Marco sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, tiene lugar en Glasgow (Escocia) y su objetivo es evitar que se sigan acumulando gases de efecto invernadero con todas sus consecuencias negativas. Están presentes muchos jefes de Estado, como varios europeos y Joe Biden de Estados Unidos, aunque hay ausencias significativas, como las de China y Rusia.
Los grandes emisores de gases invernaderos son China, Estados Unidos y los países de la Unión Europea (responsables de aproximadamente el 40%), seguidos por otros como Rusia. Todos ellos tienen una enorme responsabilidad que deben asumir.
Pero eso no impide reconocer que varios países del sur, entre ellos los latinoamericanos, insisten en que son emisores pequeños o marginales, y por lo tanto esquivan varias de sus responsabilidades mientras que al mismo tiempo insisten en recibir dinero para lidiar con el cambio climático.
En Uruguay se escucha algo similar. La contribución del país como emisor de gases invernadero está en el 0,02 %, o sea que es pequeñísima. Pero hay que tener cuidado con comparaciones simplistas. Es que si las emisiones de gases invernadero se miden en relación a la población, el panorama es muy diferente. Por ejemplo, los uruguayos emiten más que los alemanes (9.97 toneladas de equivalentes de CO2 en Uruguay, contra 9.37 en Alemania, por persona), y estamos muy por encima de los chinos o los brasileros. Esto sirve para dejar en claro que en esta cuestión no hay santos, y que todos son responsables cada uno a su modo.
En el inicio de la cumbre se lograron algunos acuerdos. Uno sobre el financiamiento, y dos declaraciones, una sobre bosques y otra sobre emisiones de un gas invernadero importante, el metano. Uruguay subscribió ambos dos documentos y merecen algunos comentartios.
La importancia de proteger los bosques reside en que ellos son una importante fuente de captura de carbono, que en lugar de estar en la atmósfera contribuyendo al cambio climático, permanece, por ejemplo, en los troncos de los árboles. Cuando se tala un bosque no solo se libera carbono a la atmósfera sino que al mismo tiempo se cercena la maquinaria que permite capturarlo.
La situación de los bosques, sean tropicales como subtropicales o fríos es alarmante. Entre 2010 a 2020 se han perdido 7,8 millones de hectáreas, y América Latina lidera los rankings de deforestación. Hay una especial preocupación con la Amazonia ya que estudios recientes muestran que en algunos sitios dejó de asegurar la captura neta carbono para volverse emisora. Todo ello condimentado con las políticas anti-ambiente del gobierno de Jair Bolsonaro.
Casi 130 países firmaron ese compromiso, incluyendo a aquellos que tienen enormes bosques, como Brasil, Rusia, Canadá, República Democrática del Congo e Indonesia; entre los latinoamericanos además están, por ejemplo, Argentina y Colombia, junto a Uruguay.
En el ámbito de los tratados internacionales, la protección de los bosques no es competencia de la Convención en Cambio Climático, que es la que está reunida en Glasgow, sino de la Convención de la Diversidad Biológica. No está mal que se insista en esa cuestión, pero los instrumentos para asegurarlo están en otro ámbito.
Es más, cuando se lee el documento firmado en Glasgow en realidad es una mezcla entre promesa y declaración, no impone compromisos, y ni siquiera es parte de los acuerdos de la convención sobre clima. Es sin duda una buena acción de prensa, pero es dudosa su efectividad para preservar los bosques. Al mismo tiempo, no escapa a los analistas que varios de los gobiernos firmantes son conocidos por sus incumplimientos en proteger sus propios bosques (como Argentina, Colombia y Brasil).
Otro documento firmado por Uruguay se enfoca en reducir las emisiones de metano. Este gas es el segundo más importante generador del efecto invernadero, por detrás del dióxido de carbono. Su origen está en prácticas agrícolas, la ganadería y de la deforestación, así como en la extracción y procesamiento de combustibles fósiles. En América Latina, las mayores emisiones provienen de la agropecuaria y cambios en el uso de la tierra.
Lo mismo ocurre en Uruguay; nuestra principal fuente de emisiones está en la agropecuaria (76% del total), y en ese rubro prevalece el metano (19,6 millones de toneladas en 2018). Puede sostenerse que cualquier abordaje al cambio climático en Uruguay requiere lidiar con el metano.
Como ese gas tiene un efecto en el calentamiento global muy potente, hay cada vez más presión para regularlo con medidas internacionales. Pero a la vez es muy resistido, ya que si se mete mano en ese asunto se afectan sectores productivos como el agropecuario. Eso explica que así como los países del Medio Oriente defienden el petróleo y se resisten a las medidas para abandonar su uso, del mismo modo están comportándose muchos países del Sur, entre ellos varios Latinoamericanos, resistiéndose a lidiar con el metano. Esa posición es clara en asociaciones empresariales de ganaderos, de la agroindustria y exportadores, llegando por momentos a discursos radicales que se acercan al negacionismo del cambio climático.
La iniciativa fue lanzada por Estados Unidos, y fue apoyada por la Unión Europea, aunque no se sumaron grandes exportadores agropecuarios, como Australia y la India. Sin embargo, Argentina, otra gran potencia agropecuaria, se sumó el pasado setiembre al proceso, a pesar de duros cuestionamientos de algunos actores del empresariado rural.
Finalmente, en Glasgow más de cien países adhirieron a un documento que plantea reducir en un 30% las emisiones de metano al año 2030. Hasta donde se sabía Uruguay no se había sumado a aquel proceso y no estaba previsto que lo firmara. Es más, en la presentación formal, el 2 de noviembre, Uruguay no estaba en la lista de países adherentes. Pero horas más tarde, apareció repentinamente en la lista de firmantes. Su inclusión no se anunció dentro de nuestro país, sino en un comunicado del departamento de Estado de Estados Unidos. En los sitios oficiales uruguayos, ni en el del ministerio del Ambiente ni en el de la cancillería, se leía esa información. Todo este episodio muestra, otra vez, la improvisación de la gestión exterior en temas ambientales y no puede evitarse una cierta tristeza en enteramos sobre la postura del país por un comunicado del gobierno de Estados Unidos.
Entre los adherentes están varios con potentes sectores agropecuarios, como Brasil y Nueva Zelanda, pero otros grandes emisores de metano, como India, Rusia y China, no firmaron. Cuando se lee atentamente el texto aquí también estamos ante una declaración de aspiraciones, no es un convenio vinculante y no está articulado con la convención en cambio climático. Es tan flexible que naciones como Argentina y Brasil no tuvieron problema en sumarse, aunque a la vez la sola mención de las emisiones agropecuarias, basta para una furibunda reacción de algunos voceros de sus empresariados rurales.
Como resumen puede decirse que es buena cosa que se sumen declaraciones para proteger bosques o reducir las emisiones de metano. El hecho que Uruguay adhiera es mejor que marginarse, aunque es esperable que no se repita que tengamos que enterarnos por terceros países. No se debe caer en confusiones, ya que dichos como esos se han repetido por años y la situación del cambio climático sigue agravándose. Lo que se necesitan son medidas concretas, efectivas y ajustadas para asegurar la reducción del efecto invernadero.
Más información
Para seguir la información oficial sobre la cumbre en cambio climático, visitar www.ukcop26.org
Sobre la declaración acerca de la deforestación y la situación de los bosques recomiendo: El acuerdo de Glasgow para salvar los bosques en 2030…, R. Rejón, El Diario AR, https://www.eldiario.es/sociedad/acuerdo-glasgow-salvar-bosques-2030-llega-bate-record-destruccion-amazonia_1_8453163.html
Sobre el metano y el cambio climático recomiendo el informe de la Agencia Internacional de Energía (en inglés): www.iea.org/reports/curtailing-methane-emissions-from-fossil-fuel-operations
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