Parece que fue hace siglos, aquella noche fría en la que no me quedó otra más que bajar las persianas de mi restaurante. Todo comenzó el 20 de marzo de 2020 –jamás olvidaré esa fecha– cuando Alberto Fernández decretaba el confinamiento obligatorio como antídoto para “luchar” contra el “enemigo invisible”. La normativa restringía nuestro servicio sólo al delivery. Lo cual, hizo inviable sostener los costos fijos de una estructura (sueldos, alquiler, impuestos) con los ingresos magros obtenidos. Aquí abro un paréntesis para hacer una mea culpa. Yo no fui capaz de pivotear la coyuntura. Tampoco recibí ninguna ayuda del gobierno porque no pude cumplir con todos los requisitos burocráticos que me pedían.
Fernández se vanagloriaba por su elección. “Entre la economía y la salud, yo elegí la salud”, decía. En respuesta a la falsa dicotomía planteada de economía o salud, tanto la salud como la economía le explotaron en la mano. Los casos de Covid-19 llegaron a cifras escandalosas. Y las restricciones se endurecieron, rozando algunas lo inhumano. Basta con recordar el padre santiagueño¹ que, tras habérsele negado el ingreso vehicular, caminó cinco kilómetros con su hija de 12 años en brazos para ingresar a su provincia. Su chiquita tenía cáncer y volvían de hacerle un tratamiento oncológico en Tucumán.
En perspectiva, fundirse no está ni remotamente cerca de la tragedia que significó para todas estas personas perder a un familiar directo por causa del Covid-19.
Retomando la variable económica. Cerraron más de 90.000 comercios² en todo el país. Si bien ese número puede ser discutible. El paisaje urbano, completamente desolado, con cuadras y cuadras atiborradas de locales vacíos con carteles de se “alquila” era muy elocuente. Vivimos una crisis sin parangón y, muchos no pudimos sortearla. Nos tocó cerrar. Tener que mirar a los ojos a nuestros empleados y decirles que no se podía seguir.
En algunos casos, los colaboradores entendieron la coyuntura y empatizaron conmigo. En otros, no, y me iniciaron juicios laborales. Como corolario, desguacé todo el comercio: carteles, mesas y sillas, heladeras, vajilla, cocinas, mesadas, freidoras, campana… vendí todo a precio de remate. Y pese a ello, no me alcanzó, continué con mi auto y una gran parte de los objetos personales de mi casa para poder pagar, entre otros, las indemnizaciones, los impuestos nacionales y locales atrasados que son exigidos para cursar la baja.
En conclusión, cuando piensan en abrir un comercio, consideren que como dijo Tusam: “Puede fallar”. Y fundirse es una opción desesperante, la cual les deseo que nunca tengan que atravesar. En este aspecto, los emprendedores seriales, advierten que el 90% de los emprendimientos no superan los tres años de vida³.
Desde mi experiencia puedo decirles que, es muy duro desarmar un sueño. Te da un cachetazo la realidad, te hiere el ego y mata las ilusiones y expectativas que tenías. Es muy triste ver cómo tu decisión en un santiamén destruye la fuente laboral de otras personas. Peor aún, el daño –irreparable en ocasiones–, de la pérdida del capital invertido. Y los juicios que se te pueden venir.
Yo te diría por si acaso, no dejes tu trabajo en la primera de cambio. Aguantá hasta que al menos, tengas certezas de que el negocio te dará un flujo de efectivo para continuar con tu vida normalmente. Además, es aconsejable, no jugársela toda y tener un plan B. De otra forma, podrías terminar viviendo nuevamente en casa de tus padres y, supongo, nadie quiere eso. Otra cosa es el timing para ponerle punto final. No es conveniente extenderlo demasiado cuando todo indica que la suerte ya está echada.
Que hayas fracasado con un negocio no significa que seas un fracasado. Si te quedó un resto, no salgas inmediatamente a buscar la revancha, deja que pase un poco el tiempo, mastica la mierda, mantené tu mente abierta y aprendé.
Y finalmente, ¡calculá los riesgos! Mark Cuban4 dijo una vez: “lo único que puedes controlar en la vida es tu propio esfuerzo”, el resto es aleatorio, no lo olvides.
En mi caso, por suerte, pude reinventarme rápidamente con la ayuda de mi pareja. Hoy sigo emprendiendo, ya no en la gastronomía sino en una tienda de alimentos saludables. Y feliz por ello, en verdad, la nutrición y el deporte siempre han sido unas de mis grandes pasiones.
1. Caso Milagros Abigaíl Jiménez.
2. Fuente consultada abril 2023 diario Clarín.
3. Nota sobre el fracaso de las ‘start-ups’ en La Vanguardia.
4. Mark Cuban, según Business Insider.