Uno de los argumentos muy utilizados por los partidos tradicionales y sus aliados, en la oposición y ahora en el gobierno, fue tratar de demostrar que, en realidad, en materia de política económica existía una continuidad con las líneas básicas de las líneas históricas, con algunos retoques por el Frente Amplio, obviamente todos negativos. Esa argumentación fue rotando, pero, básicamente, en la campaña electoral, época de promesas abundantes, los centros fueron la reducción del déficit fiscal, del endeudamiento y de grandes inversiones.
Hasta ahora el presupuesto nacional discutido en el 2020 y la anterior rendición de cuentas del 2021 estuvo cubierto por el manto piadoso y el camuflaje de la pandemia, madre, padre de todos los males, y a principios del 2022 la guerra en Ucrania se incorporó a la batería de explicaciones y coberturas de parte del verdadero gobierno, el lacallismo. Los otros multicolores, patalearon, propusieron, pero, al final, pesó por encima de todo la manija en manos del Ministerio de Economía y Finanzas y, sobre todo, de la Presidencia.
Esta Rendición de Cuentas, la de este año, es una bisagra y un resumen muy claro de la orientación del gobierno y su visión del país, de la sociedad uruguaya. Ahora podemos opinar con argumentos y con números muy claros.
No voy a entrar en los aspectos sectoriales de la distribución de los recursos porque recién comienza el debate con organizaciones y personas que conocen mucho más de cada tema, voy a analizarlo en general.
El aumento del gasto es de 246 millones de dólares, lo que equivale al 0,04 del PBI. Sí, menos del 1 por mil del PBI. El país creció el año pasado y crecerá este año, y su PBI superó cómodamente los 60 mil millones de dólares, favorecido también por la baja del dólar, con un Banco Central que se lava olímpicamente las manos sobre este proceso y no interviene en absoluto. Y esa es otra de las grandes diferencias entre las diversas políticas económicas. Eso sí, antes el griterío sobre el atraso cambiario era ensordecedor. Ni siquiera el turismo, o el comercio de frontera, aplastados por las diferencias cambiarias, hay un silencio sospechoso, hasta que exploten.
Algunos, no pocos, ganados por la ideología de que el Estado debería poco menos que desaparecer, gastar muy poco, consideran que está bien este miserable aumento del gasto y las inversiones del Estado, esto siempre y cuando no afecte sus intereses personales o sectoriales, o las ayudas que se reclaman.
Esa cifra macro explica las ausencias totales. Por ejemplo, el CERO aumento para la Universidad de la República, que es toda una sentencia, una idea cardinal de este gobierno, sobre el país. Favorecer conscientemente a las universidades privadas y postergar la universidad pública. Esta es una consecuencia inevitable en la educación, en la investigación, en la promoción. Con más o menos premeditación y alevosía. Son hechos que van a tratar de cubrir, enmascarar con el campus de Paysandú como proyecto conjunto con la Intendencia blanca de ese departamento.
El impacto en la parálisis e, incluso, en el retroceso de la UDELAR será más que evidente.
En materia de inversión educativa, es muy pobre, la construcción de escuelas, de liceos, de facultades, incluso aplastando la promesa de Ernesto Talvi de los 136 liceos, excelente idea (1) para cubrir los sectores más desfavorecidos, que además tiene directa relación con políticas destinadas a atender con una visión integral y estratégica, el tema explosivo de la inseguridad, que sigue cuesta abajo.
“Sorpresa y preocupación generalizada en la comunidad científica por el aumento de 0,006% del PIB (US$ 4:) para la ciencia propuesto por el Ejecutivo”, según El Observador.
Sobre ciencia y tecnología, el aumento es ridículo y tramposo, porque hay una gran parte destinada al Instituto del Cine y, luego de la pandemia y de los cambios que se están produciendo en el mundo y obviamente en nuestro país, es un atentado a la promesa del 1% del PBI, que para alcanzarlo requiere 90 millones de dólares anuales durante tres años. Para alcanzar ese porcentaje se necesitarán al menos dos décadas, con optimismo. Es toda una visión del papel de la ciencia y la universidad pública en el desarrollo del país, de este gobierno. Del partido de Manuel Oribe, fundador de la Universidad de la República.
El otro aspecto son los gastos en salarios públicos, que al final del periodo de gobierno habrán recuperado apenas su capacidad adquisitiva de cinco años previos. Los cinco mejores años de nuestras vidas, para ellos, son cinco años perdidos y de pérdidas. La señal es tan clara desde el gobierno de su férrea defensa del corazón de su política económica, que los sindicatos aceptaron la extrema modestia de los aumentos.
Pero el corolario y el resumen completo es que esto sucede en un país donde los indicadores de pobreza y de indigencia crecen y se ven en las calles como no se vieron ni siquiera en el 2003 y 2004, y en el otro extremo y favorecidos por precios históricos para nuestros comodities, muy superiores incluso a los del 2006 en adelante (el famoso viento de cola), acumulan en 26 meses de este gobierno más de 9.000 millones de dólares de riqueza (depósitos bancarios en el Uruguay y en el exterior). Y que lo desmientan. Y eso representa el 14.5% del PBI. Compárenlo con el 0.04% de aumento del gasto público y tendrán los números de la infamia y de una visión profundamente de derecha de la política económica. Eso sí es ideología.
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(1) Declaraciones de Ernesto Talvi: “estos liceos públicos modelo no solo sean lugares donde se imparte conocimiento, un proyecto académico o pedagógico, sino que sean un proyecto de contención, donde los jóvenes reciban educación en valores, cuidado por el lenguaje, por el aspecto personal, aprendan el respeto por los mayores, por los profesores, la sana convivencia, la prevención del bullying y de la violencia social. Lugares donde se sientan cuidados, queridos, apuntalados, donde se integre a la familia para que se comprometa con el éxito académico de los hijos, pero que además empiece a contagiarse de los valores predominantes en la sociedad en el trato con sus hijos, aprender a estimularlos, a hablarles, a quererlos, que no se trata simplemente de comprarles el último modelo de championes Nike. Integrar a la comunidad en la propuesta, de manera que esto sea un proyecto académico, pedagógico, de contención para los jóvenes, un proyecto para la familia y un proyecto para la comunidad, de manera que se empiece desde allí a irradiar luz y a proyectar esperanza y futuro desde donde no los hay”.
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