Abril del 2021. Terminó la semana de Turismo o Santa, son más de las 20 horas. La burbuja familiar está sentada frente al televisor. Ya nos tragamos todas las vacunaciones habidas y por haber a lo largo del país. Nunca en nuestras vidas vimos tantos brazos pinchados en todo el planeta. Y algunos aquí todavía esperamos la primera dosis.
Nos llaman para cenar, pero todavía nos falta la noticia principal, la que nos tiene pendientes y atentos. Subimos el volumen para correr de nuevo frente al televisor. Empezamos a cenar, un poco más rápido que de costumbre. En determinado momento escuchamos la frase fatídica: están las últimas cifras. Nos precipitamos.
Debajo de la pantalla corren los números de los nuevos contagiados, superan ampliamente los dos mil (y nos viene a la memoria que hace dos meses el objetivo era alcanzar nuevamente los 200 diarios. Nos queda la duda ¿por qué no se sabe si en la cifra están incluidos los "retrasados", los datos de los que no llegaron a tiempo a informar y que pueden ser otros mil más. Los muertos son 45, un record, comparable a cuando Brasil superaba los 3.000 muertos diarios, los CTI ocupados por pacientes de coronavirus son 406 y son muchos más que el 35% que nos dijeron hace unos días era el pico aceptable, el umbral de la saturación. El mazazo final es la cifra del total de contagiados activos que superó los 25 mil. Y como nos queda algo de memoria, recordamos que hace algunos meses soñamos, deliramos, que esa cifra estaba por debajo de 100 pacientes. Ahora los muertos superan los 1.100, la inmensa mayoría en el primer trimestre del 2021. Y la mayoría de los muertos no son en los CTI ¿Dónde se mueren? Es una pregunta angustiante. ¿Será el instructivo del Ministerio de Salud Pública dando indicaciones de cómo elegir a los que hay que excluir del CTI? Los que van a morir seguro.
Volvemos a la mesa, la comida está fría y nosotros estamos calientes, cada día más enojados. Con los irresponsables que organizan fiestas y fiestitas, con los que no usan tapabocas, pero sobre todo, porque somos seres pensantes, con las autoridades, con el gobierno que al principio de la pandemia había manejado todo con rigor, con energía y había designado un grupo científico que fue creciendo y se fue especializando. Éramos los reyes del barrio en materia de covid-19, al punto que convocábamos a nuestros vecinos argentinos a radicarse en el Uruguay. Ahora las cifras del día de hoy son proporcionalmente el triple que las de nuestros vecinos y somos por cada día por más lejos los peores de la región. Y la frase de la Libertad responsable, nos suena a una irresponsabilidad, el gobierno es el que se tiene que hacer responsable de sus actos y sus omisiones.
La época de éxitos contra la pandemia no fue en otro tiempo, con otro gobierno, en otro planeta, fue aquí, hace menos de un año que nos iba tan bien con el cobicho y ahora vamos barranca abajo, rebotando en las piedras.
Al principio le habíamos tomado simpatía. Un muchacho joven, que daba la cara, que explicaba clarito lo que íbamos a hacer, que se sacaba selfies con todo el mundo y que estaba en todos los detalles. Hasta le hacía un asado al presidente de Argentina en la quinta de Anchorena. Y esa hermosa expresión de la "libertad responsable". Nos daba lustre a los uruguayos.
Ahora, con el paso del tiempo, con este horror diario, que ayer se complementó con 16 abuelos muertos en un residencial de ancianos en Fray Bentos y 100 niños contagiados en la misma ciudad, con la sordera que el gobierno tiene ante las recomendaciones de los profesionales y científicos del GACH, la simpatía se nos fue al diablo, como tantas otras cosas.
¿De qué libertad responsable nos va a hablar si los chicos no pueden ir a la escuela o al liceo, si están prohibidos las aglomeraciones y las fuerzas de seguridad (policía, prefectura etc etc) tienen que intervenir e intervienen centenares de veces por fin de semana para disolver a los irresponsables? Pero lo hacen, así que si se restringiera radicalmente la circulación de personas, pero en serio, para poder pasar el mes de abril y posiblemente mayo, lo único que habría que hacer es intensificar el patrullaje y dejarse de delirar con frases que ahora suenan ridículas. ¿Acaso en Nueva Zelanda, en Australia, en Taiwán, Islandia, Finlandia y en muchos otros países aman la libertad menos que nosotros?
Además ahora da la impresión que no escucha, se escucha solo a él y eso para un gobernante es muy peligroso, pero sobre todo es peligroso para nosotros. Los de a pié.
Otros integrantes del gobierno hacen propuestas, la oposición también, los médicos lanzan alertas y no se mueve una hoja, un decreto, nada. Toda la verdad está de un solo lado...
Además ya nos hartamos de escuchar argumentos ridículos, echándole la culpa a cualquiera y a todos, pero nunca asumiendo ninguna responsabilidad por los errores, por haber cambiado de política en relación al inicio de la pandemia. Y además por intervenir en todo. Está bien hacerse responsable, pero no puede haber pandemia presidencial, diplomacia presidencial, ecología presidencial. Suena a demasiado y se nos atragantan los últimos bocados de la cena.
Dormiremos mal pensando en tanta gente desesperada y llena de incertidumbres como las que tenemos nosotros, con mis padres que no tienen la menor idea de cuando se vacunarán y como nosotros ven las cifras por televisión y sienten que el virus les ronda la vida cada día más cerca y más amenazante. Leen los instructivos del Ministerio de Salud Pública para que se decida quien vive con atención médica, o al menos intenta hacerlo y quien quedará excluido y con un destino casi seguro. ¿A los 16 abuelos de Fray Bentos por qué no los internaron, ni a uno en un hospital y se murieron 16? ¿Estarían en el instructivo?
Tenemos una vecina que todavía tiene colgada la balconera de su voto triunfante en las elecciones pasadas, hace unas semanas era una pandereta y compartíamos comentarios y opiniones, ahora baja callada y no dice una palabra. ¿Qué estará pensando? ¿Hasta cuándo seguirá con la balconera? Sabemos que tiene una tía no tan mayor que murió de Covid. Nos enteramos hace poco. Vivía en Melo.
Nosotros, y creo que la mayoría de los uruguayos, pensamos que hay que salir unidos de esta tragedia, como lo hicimos de otras crisis diferentes e incluso en la dictadura, pero no podemos salir en silencio, calladitos y sumisos ante las responsabilidades de las autoridades, del gobierno. Tenemos el derecho y la responsabilidad de cuidarnos y de hablar. Alto y claro.
Supuestamente faltan dos a lo sumo tres meses en el túnel, pero que largos y dolorosos son.