Hay una fecha que se ha instalado bajo viento y marea, o lluvias torrenciales, en la conciencia de la sociedad uruguaya, los 20 de mayo de cada año. El día de los desaparecidos pero, mucho más, es la jornada en que recordamos masivamente en las calles de todo el país, en silencio, todas las atrocidades de la dictadura y las heridas que aún quedan abiertas.
Lo que ha sucedido es que año a año esta concentración popular crece, pero esta no será la única diferencia de este año, hay otras causas que nos convocan.
La memoria, el recuerdo en primer lugar de los desaparecidos, de los que siguen negados por sus asesinos y sus cómplices en las Fuerzas Armadas. Pero también entre los civiles que participaron de ese régimen de muerte, de tortura de oprobio y sus cómplices modernos actuales, es un acto de profunda humanidad, de solidaridad con los que fueron asesinados, pero también con los que sufrieron de muy diversas maneras, en particular la tortura masiva, que fue un rasgo distintivo de la dictadura uruguaya. Es una causa que no se extingue ni se extinguiría aunque aparecieran todos los cuerpos de los desaparecidos.
Es la jornada del recuerdo, de la memoria de la sociedad uruguaya de la página más negra de su historia.
Su vigencia supera los cambios políticos nacionales, las diferencias sobre muchos otros temas, es un enorme grito silencioso por la libertad, por la democracia y con un profundo sentido nacional.
Ser uruguayo no es lo mismo en todos los tiempos, no es una cédula, un pasaporte, una partida de nacimiento, es, al igual que todas las nacionalidades, un sentido de pertenencia, de formar parte de una identidad nacional, con todos sus elementos, virtudes y defectos. Después de la dictadura, ser uruguayo es además recordar, tener memoria y para muchos reclamar justicia y nunca más.
Ese significado de reafirmación de nuestra identidad, mucho más amplia que nuestra permanencia política o social y nuestras edades, hoy tiene nuevos significados. No es simplemente una valiosa reafirmación anual.
Fuerzas poderosas, instaladas en el gobierno, están dispuestas a cambiar profundamente el relato y la memoria de la realidad de la dictadura. No es solo Cabildo Abierto, un partido cuyo principal objetivo fue desde su nacimiento darle un protagonismo político a los militares y sobre todo proteger a los que sellaron un pacto con el silencio y la complicidad de los crímenes de la dictadura.
A ellos se han sumado y no solo por tratos y acuerdos políticos, sino porque les viene del fondo del alma utilizar este periodo de gobierno para opacar las acusaciones, para enturbiar los hechos y los crímenes de la dictadura. Las leyes para reparar a “la otra parte” del infierno, las víctimas de acciones de la guerrilla, tiene un objetivo inconfesable, pero evidente: relanzar con fuerza la idea de que el golpe fue la consecuencia de las acciones de la guerrilla y hay en cierta manera responsabilidades compartidas. Y eso es muy grave, porque es falso de toda falsedad, y además es peligroso, porque es un retroceso en la conciencia cívica y democrática de la sociedad uruguaya.
En el Uruguay hay etapas de nuestra historia que tienen diferentes y algunas veces interpretaciones divididas y enfrentadas. No necesito siquiera recordarlas. Algunas realmente sangrientas, como las guerras civiles o el cerco y la ocupación de Paysandú, pero muchas otras no tan evidentes.
La lucha contra la dictadura de 1973-1984 tiene también episodios polémicos y en discusión, lo que es diferente es que se justifique, se intente mantener el silencio y borrar de nuestra memoria, es la acumulación de crímenes, los miles de uruguayos y uruguayas detenidos, presos políticos por muchos años, torturados salvaje y masivamente, asesinados, desaparecidos, exiliados y, el aplastamiento de las libertades por parte de la patota cívico-militar, la negación de la Constitución de la República y de nuestra democracia.
Desde 1985, cuando salimos de la dictadura, fue un gran esfuerzo, lleno de polémicas y controversias, pero que fuimos ganando las fuerzas democráticas, hasta instalar las duras realidades de esa época como un relato nacional, como parte de la sensibilidad de la mayoría abrumadora de nuestro pueblo.
Hoy un proyecto está en marcha y no es solo desde Cabildo Abierto y sus cómplices ocultos en los restos de la dictadura, que quiere atacar esa conciencia, deformarla, contestarla, hasta el punto de invocar los derechos humanos para que los asesinos y desaparecedores y sus jefes y cómplices terminen sus condenas penales, cómodamente instalados en sus casas. Quieren aprobar una ley que sería una burla a la justicia, pero además una afrenta a la conciencia de la gran mayoría de los uruguayos.
Hay gente que hace alrededor de 50 años busca a sus seres queridos. ¡50 años! O que recuerda sus jornadas de tortura y prisión y tiene el consuelo de que, en el mes de mayo, se levanta la voz de una enorme multitud para recordar, para reclamar justicia y para mantener en alto la bandera de la libertad y la democracia.
Este 20 de mayo, no es igual, porque una parte de ese significado de la mayor manifestación popular que se realiza en el país, de la conciencia más sensible y humanista quiere ser atacada y menoscabada por sectores políticos, que no se detendrán allí, su proyecto unánime, es hacer retroceder la conciencia, la sensibilidad nacional sobre la dictadura y sus protagonistas, civiles y militares. Sobre todo militares.
El 20 de mayo de este año, es como siempre por memoria y justicia, pero además por la defensa de la verdad histórica como patrimonio de las mayorías nacionales y de la sensibilidad humana ante tanto sacrificio y tanta barbarie.