La semana pasada se aprobó por unanimidad en la Cámara de Senadores un proyecto de ley sobre Donación de Alimentos para consumo humano, que estimula y facilita esta práctica por parte de las empresas productoras de alimentos, y que acerca este alimento a los sectores más vulnerables de la población, como niños que asisten a comedores infantiles, población recluida, u otros sectores necesitados de esta ayuda alimentaria.
Desde 2018 veníamos trabajando con la Fundación Banco de Alimentos del Uruguay, en diversas iniciativas legislativas para facilitar la labor de instituciones como este Banco, que a su vez ayudan a los sectores vulnerables de la población haciéndoles llegar alimentos perfectamente aprovechables.
¿Qué es y qué hace el Banco de Alimentos?
Cuando en 2018 me visitó Loli Battro en el Senado, quedé maravillada por el amor con que había emprendido una labor de servicio a los más pobres. Imitando emprendimientos que se realizan en otros países, y viniendo ella de Argentina, había replicado en nuestro país un esquema ganar-ganar que beneficia a quienes necesitan alimentos y soluciona a las empresas productoras de comestibles la disposición de productos que ya no pueden ser enviados a la comercialización.
Expliquemos: cuando algunos alimentos están próximos a su fecha de vencimiento, las empresas productoras ya no los envían a los puntos de venta —supermercados o almacenes o demás— y deben desprenderse de esos alimentos. Surgen así instituciones benéficas como el Banco de Alimentos y otros, que reciben esos alimentos —que aún están en perfectas condiciones de consumo—, los clasifican y envían a organizaciones que los destinan a colmar las necesidades alimentarias de la población vulnerable. Lo mismo ocurre con aquellos productos cuyo empaquetamiento cambió por motivos promocionales o comerciales y por ello se retiran del mercado, pero que están en perfectas condiciones de consumo. Y otra causa para descartar parte de la producción de alimentos puede ser el exceso de stock. De un lado, hay empresas que deben desprenderse de estos alimentos. Y de otro lado, hay personas a quienes estos alimentos les vienen de maravilla. Se encuentran dos necesidades y se dan mutua satisfacción, gracias a intermediarios como los Bancos de Alimentos.
Volvamos a la fundadora del Banco de Alimentos Uruguay, Loli Battro. Esta verdadera filántropa había comenzado esta obra hace diez años, recibiendo los alimentos donados en el garaje de su casa al comienzo, para con la ayuda de voluntarios que se iban sumando, clasificar y acopiarlos y ubicándolas en las organizaciones destinatarias que los aprovecharían. En muchas ocasiones, cargaba en su camioneta los paquetes para entregarlos a destino.
A lo largo de estos diez años, el Banco de Alimentos ha crecido, tanto en número de voluntarios participantes, como en logística, contando hoy con depósitos adecuados para el acopio de las donaciones. La ONG recibe los ofrecimientos de donación de alimentos con descripción de sus características, fecha de vencimiento y cantidad, para luego recibirlos en un depósito, hacer los controles y coordinar con las instituciones beneficiarias su destino, pudiendo ser de cargo de ellas su retiro. Gestiona los donativos con un sistema de fichaje que permite la trazabilidad y control de los alimentos, tanto de su procedencia, como de su destino. Ha ampliado la base de sus donantes, el número de voluntarios colaboradores y también el de la población alcanzada.
Ante tantas demostraciones de verdadero amor al prójimo, corresponde en primer lugar darles las gracias. Los alimentos estaban; las necesidades estaban; pero sin las manos, tiempo y energía de los voluntarios, y, sobre todo, sin su disposición a ayudar, no se habrían dado la mano la necesidad y su satisfacción.
El Banco de Alimentos ha crecido de forma sostenida con la incorporación de nuevas empresas donantes, nuevas líneas de productos y nuevos benefactores. Actualmente cuentan con una red de ciento noventa organizaciones, llegando a un poco más de treinta y cuatro mil personas las asistidas.
Durante la anterior administración intentamos que se incluyera al Banco de Alimentos en la Ley de Donaciones Especiales, a los efectos de que quienes le donaran pudieran descontar impuestos. Fracasamos en el intento.
Continuamos reuniéndonos de todas formas con los voluntarios del Banco de Alimentos con miras a que fueran incluidos durante esta administración en dicha ley, lo que se logró en la Rendición de Cuentas de 2020.
Y continuamos trabajando en la redacción de una ley integral que regulara la actuación de los bancos de alimentos, brindara un marco de certezas y deslindara responsabilidades, para presentarlo en esta administración.
En el ínterin, a comienzos de 2020 el entonces senador Adrián Peña presentó un proyecto de ley que prohibía la destrucción de alimentos y proponía penalizar dicha destrucción.
Por considerar que el estímulo a la donación de alimentos arrojaría mejores resultados que la prohibición y penalización, trabajamos en conjunto con la senadora Carmen Sanguinetti en un texto en este sentido, que a la postre redundó en el texto que se terminó aprobando.
¿Qué hace el proyecto de ley? Facilita la donación de alimentos con destino al consumo humano, estimulando a las empresas productoras o proveedoras de éstos mediante beneficios fiscales, y deslindando la responsabilidad de los donantes y los intermediarios. Además, regula y delimita las figuras de los donantes, los intermediarios -bancos de alimentos u otros- y los beneficiarios, estableciendo normas sobre el acopio de los alimentos, su inocuidad y trazabilidad de los alimentos, la suscripción de convenios entre todos los operadores, la prohibición de su comercialización, los organismos estatales competentes para su supervisión y las campañas de promoción de las donaciones que se encomiendan al Estado.
En materia fiscal, hoy si las empresas de la industria alimentaria tienen alimentos que no van a comercializar y deciden destruirlas, pueden imputar dicha destrucción a pérdida a los efectos de descontar el impuesto de IRAE (Impuesto a la Renta de las Actividades Económicas). En cambio, si deciden donar los alimentos, no acceden a dicho beneficio fiscal. De manera que una de las innovaciones que contiene el proyecto es equiparar el beneficio fiscal, extendiéndolo al caso de la donación de alimentos al amparo de esta ley. Para establecer esta renuncia fiscal, debimos recabar la iniciativa privativa con la que cuenta por disposición constitucional el Poder Ejecutivo.
Tras su estudio y con modificaciones, el Poder Ejecutivo envió el proyecto con la iniciativa requerida, y agregó dos beneficios fiscales más —con las consiguientes dos renuncias fiscales más—. En primer lugar, la posibilidad de descontar integralmente el IVA (Impuesto al Valor Agregado) de los componentes con los que se elaboraron los alimentos que se donen. Y además el Poder Ejecutivo, para contribuir más con el estímulo a la donación de alimentos, incluyó un artículo por el que se lo faculta a fijar en tasa cero el IMESI (Impuesto Específico Interno) aplicable a estas donaciones.
El proyecto, por tanto, estimula económicamente a las empresas a decidir la donación de alimentos por encima de otras posibilidades, cuando estas deben desprenderse de alimentos que no podrán comercializar.
Por otro lado, el proyecto de ley consagra una cláusula conocida como “la ley del Buen Samaritano”, que es práctica en países como Argentina y Estados Unidos de América. Dicha cláusula exime de responsabilidad a los donantes e intermediarios, por los daños que eventualmente se puedan causar por el consumo de los alimentos, por ejemplo, por consumirlos de forma inadecuada, o luego de su vencimiento. Se busca evitar que los donantes se inhiban de hacerlo por temor a las responsabilidades que se les pudieran imputar. De modo que, una vez donados los alimentos, la responsabilidad por su consumo se relega al beneficiario, dejando a salvo las responsabilidades penales que pudieran corresponder.
Hay aspectos que procuran cuidar el ambiente y evitar la acumulación de residuos, que también motivan esta iniciativa legislativa. Pero en lo personal, considero que ese será un efecto colateral beneficioso, pero no el centro Nuestro foco está en contribuir a la satisfacción de las necesidades alimentarias de la población. Los alimentos no pueden ser considerados residuos o “desperdicio alimentario”; son, antes que nada, comida que la gente puede aprovechar.
El proyecto prevé la supervisión de la operativa por los organismos estatales competentes, y la eventual aplicación de sanciones por contravenir lo pautado.
Hoy el sitio web del Banco de Alimentos reporta que en 2020 se distribuyeron casi 500.000 kilos de alimentos y una cifra similar en lo que va del 2022, aparte de los alimentos recuperados, que alcanza un peso análogo. El total de personas beneficiadas fue de 50.000. También se genera conciencia en la comunidad respecto del cuidado de los recursos.
Existen otras instituciones que también recuperan alimentos aprovechables para destinarlos a beneficiar a sectores necesitados de la población, como REDALCO (Red de Alimentos Compartidos). Ellos recogen frutas y verduras descartadas para la comercialización en el Mercado Modelo y en chacras. Hay frutas y verduras que, por diferencias de tamaño, por alguna deformación o por no ser las piezas específicas atractivas para la venta, quedan como saldo, ya en tierra, ya descartadas en el Mercado, y estas son las que son recogidas por Redalco, clasificadas y luego distribuidas a instituciones beneficiarias.
En su comparecencia a la Comisión de Salud de la Cámara de Senadores en 2020, uno de los tres directores de Redalco, Yamandú Plada, reportó que un tercio de los alimentos que se producen son desperdiciados. Ilustró con un ejemplo las hipótesis: “arriba de esta mesa tenemos tres manzanas que supongamos que podrían alimentar a este grupo de personas. Una de ellas está en la basura y nosotros vinimos a rescatarla”. Continúa: “Según la FAO, en Uruguay anualmente se desperdician 125.000.000 de kilogramos de frutas y verduras. ¿Por qué? Hay distintas razones. Algunas son muy pequeñas, como estas manzanitas que trajimos hoy; otras son demasiado grandes, porque tienen deformidades o anomalías en su estética, o por excesos de producción.” También hay otras razones, como las climáticas que hacen que en algunas épocas del año se desperdicien toneladas de determinadas frutas y verduras. Y ahí viene Redalco —una ONG que trabaja para evitar o reducir el desperdicio de alimentos en los sistemas agroalimentarios y construir seguridad alimentaria en el Uruguay— al rescate de dichas piezas descartadas que no son más que comida aprovechable.
Desde 2016 a 2020 han entregado 680.000 kilogramos de frutas y hortalizas, contribuyendo además al balance nutricional que un plato de comida debe contener.
Otra institución que trabaja de forma similar es Canastas UY. En su comparecencia en Comisión de Salud de la Cámara de Senadores en 2020 sus representantes informaron que la inquietud de Juan Balsa y su esposa surgió a raíz de la coyuntura de la crisis de la pandemia y con el ánimo de auxiliar a la población en esta contingencia. Confesando que no son especialistas en el rubro alimenticio, dicen que lo que “los unió fue, con el corazón de la mano, como ciudadanos, una emergencia alimentaria que nos interpeló a la acción.” Canastas UY tenía apenas cuatro meses en ese momento y ya habían entregado más de 200.000 canastas. “Nos interpela que no es un tema de que no hay recursos, sino que están mal distribuidos. Entonces, desde ahí hay que trabajar para lograr que no falte un plato.”
Poniéndose en el lugar del otro y con el ánimo de que no les faltara un plato a los uruguayos, surge este trabajo que empezó atendiendo las necesidades de Colonia Nicolich primero, para luego ir sumando destinos, hasta que llegaron a los 19 departamentos. Canastas Uy entrega canastas que cubren la mesa de una familia de cinco hijos durante tres días. Recibieron la ayuda de donantes y de instituciones que les prestaron depósitos para el acopio. Han llevado canastas a ollas populares, a Techos UY, a Nada Crece a la Sombra, a parroquias, trabajadoras sexuales, cárceles, al ejército, siempre dando sin mirar a quien.
Pero no entregan sólo alimentos. Como expresaron los representantes de Canastas UY, “el alimento nos ha dado un pasaporte a la gente que lo necesita y que está dispuesta a recibir otras cosas, porque a veces en algunos lugares eso está cubierto”. Aplaudimos el espíritu de estos voluntarios, quienes no solo procuran atender lo material de los necesitados, sino a toda la persona, en su dimensión intelectual y emocional además de lo material.
Creemos, además, que tales ayudas transforman no sólo a los destinatarios, sino también a toda la cadena de personas que participa en la ayuda, tanto los donantes como los intermediarios y voluntarios. No hablamos sólo de la satisfacción que produce ayudar al que lo precisa, hablamos de cuanto enseña y hace cambiar la óptica con que se mira el mundo, el tomar contacto con realidades en las que todos podemos influir y hasta cambiar para mejorar. Ganan en capital y valores humanos los voluntarios, y los beneficiarios reciben mucho más que un plato de comida.
En definitiva, es este un proyecto de ley en el que se logran dar la mano varios actores, y todos salen beneficiados: los productores de alimentos que necesitan deshacerse de algunos productos y otros que se desprenden de ellos con exclusivo ánimo altruista y para construir; aúna las manos, cuerpos, cabezas, energías y sobre todo tiempo precioso de los intermediarios voluntarios, que quieren por amor regalarlos a los demás y que tienen la motivación para hacerlo; y los destinatarios, que no solamente llenan sus estómagos, sino que además reciben todo esto con el gran amor con el que viene acompañado. Se beneficia el Estado, pues estas ONG vienen a auxiliar a sectores que de otra forma deberían ser atendidos por éste a través de sus dependencias. Se cuida el medio ambiente, evitando que alimentos aprovechables terminen convertidos en residuos, en un verdadero reciclaje humano. La sociedad toda se maravilla de esta gran obra de voluntariado, por la motivación que los impulsa a asistir al semejante: el servicio. Y con su testimonio nos enseñan que es posible.
A esos gigantes benefactores voluntarios que realizan su labor por mera gratuidad, les agradecemos. Sabemos que ellos también reciben en la misma obra que realizan, la retribución que implica el hacerse hermano del otro. La actitud espiritual de quien presta esta ayuda va mucho más allá de la compasión -es decir, de padecer con el otro-; pasa a la acción, implica involucrase y hacer, desplegar acciones concretas para evitar dichos padecimientos. Dignifica y enaltece a unos y otros. ¡Bravo!
Confiamos en que pronto la Cámara de Representantes de sanción a un proyecto tan redondo.
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