El 16 de octubre finalizó la votación del proyecto de ley de presupuesto (PLP) en la Cámara de Representantes. En estos días comenzará su análisis en el Senado.
En esta columna compartiremos algunas consideraciones previas, que hacen a los antecedentes y al marco en el cual se inscribe este PLP. Ingresaremos de lleno en el articulado y las asignaciones específicas en próximas entregas.
1. El marco del PLP
Lo primero es advertir que esta propuesta presupuestal remitida por el Poder Ejecutivo (PE) se inscribe en un marco conceptual con el que discrepamos.
La estrategia es encomendar al mercado como regulador de la vida económica, acompañado de una visión minimalista del Estado, inspirada en una mirada negativa del papel del sector público. El Estado se concibe y se expresa como una traba, un obstáculo, un lastre para el desarrollo.
Así lo resumió el presidente Lacalle Pou: "si esto fuera una competencia ciclista, al que va en la punta, al "malla oro", hay que estimularlo para que pedalee más ra´pido. Es el que va a hacer la inversión, va a dar trabajo. Hay que sacarle lastre al que va a traccionar la economía".
El Estado es visto como un lastre, un peso que atrasa y enlentece.
El leitmotiv del presupuesto es reducir el tan manido déficit fiscal que "heredaron del FA" y que hoy justifica todas las omisiones, renuncias y retrocesos del Estado.
Allí radica nuestra primera discrepancia. El déficit "neutro" da cuenta de la diferencia entre los ingresos y egresos del Estado. Pero no es posible asignar cifras sin ponerle carne, rostro y consecuencias. Dijimos reiteradamente en la campaña que nos preocupaba y ocupaba el déficit fiscal porque desatenderlo y dejarlo crecer aún más representaría, a la larga, llevar la deuda pública a niveles insostenibles y ese no era el camino que proponíamos.
No obstante, es bueno recordar que este déficit que los escandaliza y que justifica el ajuste es mucho menor del que se verificaba durante los años 90. Y lo que es más importante aún: el FA entregó un país en condiciones de sanía financiera muy superiores al que recibió en 2005. Es imprescindible ver el paisaje completo. Hoy el sistema financiero es muchísimo más robusto. El déficit tiene otros componentes. Hoy, en medio de la crisis sanitaria y social el sistema bancario no es noticia, lejos quedó el tiempo en que tambaleaban por los manotones de los ahorristas, argentinos primero y uruguayos después. Hoy las reservas internacionales ascienden a un record histórico, por oposición a las menguadas reservas que recibió el FA en su primer gobierno; exigido además por la inminencia de los vencimientos. El ratio de deuda/PBI es 35 puntos más bajo que en 2004. A eso se suma que la deuda hoy tiene características más sanas, menos vulnerables; en razón de su moneda, plazos, condicionamientos, tasas de interés, etc. Las familias están mucho menos endeudadas en dólares; el país también. La economía toda se "desdolarizó". La deuda en pesos era en 2004 el 12% de la deuda total y hoy es el 44%.
En otras palabras, el déficit no solo registra un porcentaje menor al que esta misma coalición sostuvo, sino que su naturaleza es incomparable.
En eso consiste buena parte de la lógica de este presupuesto. Las metas, los objetivos y el discurso apuntan a lo que se va a reducir, ahorrar o recortar; mucho más que en las apuestas.
2. El recorte
Durante la campaña electoral, el actual gobierno habló de gastos innecesarios, de "grasa" excedentaria en el Estado, que debía cortarse. Se le aseguró a la ciudadanía que era posible recortar U$S 900 millones, sin afectar políticas sociales, ni salarios, ni jubilaciones.
Esta coalición de gobierno ganó prometiendo que iba a "ahorrar" ordenando la casa, terminando con el "despilfarro". Todo lo resolvía la eficiencia de la gestión. Instalaron en la opinión pública que un Estado más eficiente, debe ser más pequeño.
En aquel entonces advertimos que era imposible. Que podía -´por supuesto- haber gastos para revisar, pero en absoluto de ese volumen. Advertimos que el "despilfarro" no era tal. Era imposible ajustar en esos números sin resentir políticas sociales y sin "meterle la mano en el bolsillo" a trabajadores y pasivos.
Lamentablemente, la vida nos dio la razón. Paso lo que temíamos: resultó que el ajuste sos vos. Dos tercios del ajuste recae en educación, vivienda, salud y protección social. Y principalmente salarios, pasividades y ayuda social. Se prevé un recorte de -al menos- $15.000 millones de pesos en 2021, de los cuáles aproximadamente $9.500 millones son recortes en éstas áreas.
3. Dos modos de entender la eficiencia del Estado
A nuestro juicio, un Estado más eficiente es el que genera condiciones robustas para impactar positivamente en la vida de los ciudadanos; para llegar donde el mercado no tiene interés, o no le dan las cuentas.
El ejemplo más evidente es lo que ha ocurrido con la pandemia. Hemos reconocido reiteradamente que el gobierno ha ido en la dirección correcta en materia sanitaria. Pero hemos llamado la atención también en que la reacción inmediata fue posible porque el Uruguay contaba con capacidades preexistentes. Esta afirmación aplica al Sistema Nacional Integrado de Salud, al teletrabajo, a la tele educación, al rol del Plan Ceibal, al mapeo que habilitaba la implementación rápida de ayudas; y también aplica plenamente al campo científico.
A cinco días del primer caso, la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) lanzó públicamente un desafío para la realización de 10.000 kits de detección del virus para aumentar la capacidad de diagnóstico. El gobierno convocó a un grupo de científicos para liderar el asesoramiento, durante la pandemia del Covid-19, los tres asesores miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Fue posible reaccionar a la emergencia porque había investigación y generaciones de recursos humanos formados en niveles de excelencia.
La pandemia nos dio también un adelanto de las diferencias que hoy se expresan más cabalmente en el PLP. Con la creación del Fondo Coronavirus (iniciativa que acompañamos, como no podía ser de otra manera), el gobierno adelantó la concepción que hoy cristaliza. En materia de ingresos, se acudió a los trabajadores y a las empresas públicas, sin tocar al gran capital. Se nos dijo que era mejor no cargarlos con el lastre, porque ellos nos sacarían de la crisis. En materia de egresos, el gobierno dio respuestas sí, en el marco de las empresas y de las personas formalizadas; pero no tendió la mano a quienes no tenían protección. Hicimos una propuesta para asistir con un salario mínimo a 300 mil familias. No se atendió ni de cerca.
4. Ajuste fiscal para los asalariados y pasivos y alivio fiscal para los que ma´s tienen
Este PLP ajuste y recorta, aunque intente renombrarse como "ahorro". Hay recortes en casi todo el Estado. Pero, sin embargo, hay espacio para una rebaja de impuestos a los propietarios de tierra y a las grandes empresas. Para los primeros, se propone modificar a la baja la forma de valuacio´n de los inmuebles rurales de manera de tributar menos impuesto al patrimonio. A los segundos se les admite deducir hasta el 100% de las pérdidas de ejercicios anteriores para el co´mputo del IRAE real.
5. No cierra
Además de que el despilfarro no era tal, que la supuesta grasa terminó siendo políticas públicas y Estado presente donde y con quienes más lo necesitan; los números de este presupuesto no cierran.
El PLP no registra la gigantesca incertidumbre global; no se entera de la pandemia, ni de sus consecuencias y, además, parte de supuestos incontrastables en la realidad.
Se asume un crecimiento sostenido hacia 2024, sin anclarlo en supuestos reales. En el mismo sentido, se describe un escenario positivo, de aumento del empleo y crecimiento económico, infundado e imposible de asumir, habida cuenta de la volatilidad global y regional y del tiempo que media con el horizonte trazado. Nadie explica cómo Uruguay escapará al contexto, con Argentina, Brasil o España cayendo por encima del 10%. Nadie explica cómo podrá crecer el PBI (más allá del rebote de manual) mientras se contraen los salarios, las pasividades y se deteriora el consumo interno; mientras el turismo que representa el 6% de nuestro PBI atraviesa uno de los peores momentos en Uruguay y en el mundo.
6. Opacidad
El presupuesto no incluye información relevante sobre evolución de variables claves, como salario y pasividades. Incorpora una falsa regla fiscal que opera como una caja negra.
Ello viene a agregar opacidad a la inconsistencia macroeconómica. Si se ejecutaran los montos (ya recortados) que prevé el presupuesto, no se alcanzarían las metas fiscales que el propio gobierno se trazó. Ello explica que el Ministerio de Economía se reserve una tijera, como lo hace en el art. 7 del proyecto según el cual, puede poner topes de ejecución a los gastos de funcionamiento e inversión.
En suma, este presupuesto confirma el incumplimiento de las promesas electorales. Tiene inconsistencias en el telón de fondo y opacidad para el seguimiento ciudadano y parlamentario de estos 5 años y, sobre todo, tenemos discrepancias profundas en qué se ajusta y a quiénes.
Sólo este gobierno se plantea un ajuste fiscal en medio de una crisis. No hay manual que lo recomiende, ni organismo internacional que lo impulse, ni país en el mundo que lo implemente.