Por Víctor Villar
Hace 10 años, en la elección de 2014, escribí en este mismo espacio que estábamos utilizando un método de votación de principios del siglo XX. Seguro, pero extremadamente ineficiente y caro.
Hoy, dos períodos más tarde y unas cuantas elecciones después, todo sigue igual.
La Corte Electoral se jacta de ser la salvaguarda de la democracia, pero en estas elecciones internas quedó claro que solo los que tienen estructura y dinero pueden participar. La decisión de que sean los partidos los que tienen que poner las listas en los circuitos va totalmente en contra de la democracia y las oportunidades para todos.
Repasemos un poco cómo funciona.
El sistema se basa en la necesidad de separar a la gente en circuitos para asegurarse de que vote una sola vez, y requiere que haya un funcionario de la mesa que contraste el documento con la persona que está votando.
Para estas elecciones internas había 2.766.342 personas habilitadas para votar y 7.107 circuitos, lo que da un promedio de 389 votantes por circuito. Teniendo en cuenta que sufragó el 36% del total habilitado, ese promedio baja a 137 votantes por cada circuito.
Cada mesa necesita de tres titulares y tres suplentes, empleados públicos que tienen 8 horas previas de capacitación y días de licencia adicionales por estar en las mesas y a la orden. Los que están en la mesa tienen seis días de licencia desde el lunes siguiente a la elección. Los suplentes tienen dos días de licencia. Con 7.107 circuitos da un total de 21.321 funcionarios titulares e igual número de suplentes.
El promedio de votación por persona es de aproximadamente un minuto; con el promedio de votantes de 137 por mesa nos da 137 minutos reales de atención por mesa, del total de 690 minutos que están abiertas las mesas de votación.
El método implica traslados de los votantes a su circuito de votación, en casos extremos de Montevideo a Bella Unión, con costos de $ 3.762 ida y vuelta.
La solución
¿Cómo sería un método más racional para el año en que vivimos?
El Uruguay tiene condiciones únicas para resolver de manera más eficiente este problema y la base para esto es el Plan Ceibal. Posee una red de alcance nacional conectando más de 2.800 escuelas, liceos y UTU de todo el país. La gran mayoría de los 7.107 circuitos de la elección están en estos mismos edificios.
Esto permite tener una aplicación en línea para la administración de los votantes. Y no estamos hablando de voto electrónico, solo de gestión de los votantes. Un sistema de este tipo tiene ventajas múltiples. La primera y la más importante es darle un servicio al ciudadano, que es la posibilidad de votar en donde le quede más cómodo. ¿Quién no tiene una escuela o liceo cerca de su casa? Puede ir caminando, e incluso si está en otro departamento puede votar sin problema; al ser en línea, se cumple con la premisa del sistema electoral de votar una sola vez.
Por departamento
Pero sucede que, al poder votar en cualquier circuito, tenemos el problema de las listas, que para la elección interna y la nacional son departamentales. Es imposible de imaginar las listas de todos los departamentos en todos los circuitos.
Para esto hay varias soluciones: una de ellas es no tener las listas preimpresas, sino imprimir en cada circuito. Es muy fácil hoy contar con una tablet de bajo costo que tenga una aplicación con las imágenes de los candidatos y las listas, donde uno navegue hasta seleccionar la que quiere apoyar e imprimirla con un QR que facilite el escrutinio. Y todo esto sin cambiar la esencia del voto en Uruguay: mismo sobre, pero solo que se imprime la elección del votante para introducirla en el sobre; igual que se hace hoy con las listas preimpresas, pero con la ventaja de que el escrutinio es muy rápido porque se puede leer con un escáner que hasta puede ser un celular con una app de la Corte.
Este método es, además, ecológico. Se estima que para estas internas se imprimieron unos 30 millones, más de 10 listas por cada uno de los habilitados a votar. Un despilfarro de recursos y algo para nada democrático: si no tenés mucho dinero y militantes para llevar las listas a los 7.107 circuitos de todo el país, no podés crear un partido nuevo. Es, sencillamente, una estructura armada para que predominen los partidos que existen hoy.
Si la Corte defiende la democracia en Uruguay, debería implementar un sistema que la fomente.
Sin credencial
Otro gran problema que tiene la Corte es la identificación de los votantes.
No tiene sentido tener un documento para votar, como es la credencial cívica; basta tener un atributo asociado a la cédula de identidad que diga si puede votar o no y es un documento único nacional y con la seguridad necesaria para validar la identidad del ciudadano, cosa que no sucede con la credencial. Tal es la locura de la Corte, que en 500 circuitos implementó un piloto de identificación de ciudadanos con la huella digital, que claramente utiliza los recursos que hoy tenemos almacenados en la cédula de identidad, o sea reinventar la rueda.
Y con ahorro
En resumen, si utilizamos la red Ceibal para tener un padrón en línea y se ponen terminales de autoservicio para imprimir las listas, mejoramos notablemente el sistema de votación actual y esto sin introducir el voto electrónico y cambios en la legislación electoral, cosas que siempre llevan meses o años.
No necesitamos la exagerada cantidad de 7.107 circuitos. Perfectamente con la mitad de los circuitos y —seamos conservadores— con el 70% de los circuitos, el sistema puede atender sin problemas a la población de votantes (ver teoría de colas).
Solo en sueldos por el día de capacitación y los días de licencia, teniendo en cuenta también a los suplentes de las mesas, al Estado le cuesta unos US$ 15 millones por las horas que se dejan de trabajar y hay que pagar. Un 30% menos implica US$ 4,5 millones de ahorros en sueldos y en gente trabajando el día de la elección, solo con la reducción de las mesas. Son 6.396 funcionarios públicos menos ese día y otros 6.396 suplentes menos.
Las tablets las puede proporcionar el Plan Ceibal, así como la red de comunicaciones necesaria. O sea que los costos realmente refieren al software y a las terminales de autoconsulta.
Con dos meses de trabajo de un equipo pequeño se puede desarrollar sin problema, con un costo realmente marginal.
Y, lo más importante, le damos un servicio al ciudadano.
En conclusión
Sigue siendo 100% válido lo que planteábamos en 2014, con el agregado de 10 años de adelantos tecnológicos que solo potencian lo que se puede lograr hoy: en 2014 no existía la cédula digital, el 5G y la conectividad que tenemos hoy para llegar hasta el último lugar del país.
Votar en cualquier circuito es la base para hacer más democráticas las elecciones. El método actual solo es concebible en el mundo del papel y sin tecnología.
Si hay voluntad política, tal vez para las próximas elecciones tengamos un sistema de gestión electoral acorde al año que vivimos. ¿O habrá que esperar 10 años más?
Creo que llegó el momento de replantearnos cómo hacemos las cosas y no seguir haciéndolas como a principios del siglo XX.